CAMINAR,
EDIFICAR Y CONFESAR
Sacerdote-periodista
Querido cofrade:
Toda
la Iglesia se alegra con la elección del papa Francisco que ha despertado
muchas expectativas por la novedad del caso. Nada hay más nuevo que el
actuar de Dios en la historia (Is 43,16-21). El venir del otro extremo del
mundo, el ser el primer papa jesuita, el escoger un nombre sin precedentes
aportan sin duda un nuevo tipo de sensibilidad en la Iglesia. Habrá que esperar
a ver cómo eso se va traduciendo en las decisiones que vaya tomando.
Como
obispo, Bergoglio tenía como lema “sintiendo compasión lo eligió”, frase tomada
de San Beda el Venerable en su comentario a la vocación de San Mateo. Jesús
tuvo compasión del publicano Mateo y lo eligió para el colegio apostólico.
El
Papa en sus primeras palabras ha diseñado tres acciones fundamentales: Caminar,
edificar, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque en el caminar, en el
construir, en el confesar, a veces hay temblores, existen movimientos que no
son precisamente movimientos del camino: Son movimientos que nos hacen
retroceder.
Y
todo abrazados a Jesucristo.
Cuando
caminamos sin Cristo, cuando edificamos sin la Cristo y cuando confesamos un
Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: Somos mundanos, seremos lo que
seremos pero no discípulos del Señor.

Hemos
de caminar viviendo los mismos sentimientos de Cristo. Ese sentir compasión es
sintomático de Jesús en su relación con las víctimas de la vida. Fue sin duda
lo que sintió ante la mujer sorprendida en adulterio, a la que defendió e
invitó a cambiar de vida (Jn 8,1-11).
Esa
mirada compasiva de Cristo es la que se está pidiendo a la Iglesia. La pide el
mundo, pero también una parte de la misma Iglesia que se siente excluida por
las situaciones irregulares a las que nos condena la vida. La
adúltera no puede negar su pecado y tampoco Jesús lo niega. Existen leyes
morales y leyes civiles que regulan la conducta de las personas. Pero ni unas
ni otras pueden ser aplicadas de manera mecánica. Hace falta siempre un
discernimiento espiritual. Los adversarios de Jesús piden que se aplique la ley
de Moisés que condena a los adúlteros, pero al preguntar a Jesús por su opinión
están admitiendo que toda ley necesita ser interpretada a la luz de la
complejidad de la vida. En la vida civil son los jueces los que aplican la ley
en el caso concreto.
La
respuesta de Jesús demuestra que nadie está sin pecado y, por tanto, nadie
puede condenar a otro, sin darle la posibilidad de enmendarse. Se trata de no
identificar a la persona con su crimen. La persona sigue estando orientada en
su ser hacia el bien y tiene la capacidad de rescatarse. Hay que dar siempre
una segunda oportunidad. Sin duda los que se erigían en jueces habían cometido
también sus pecados pero no por eso se consideraban pecadores sin salvación,
sino que también ellos esperaban una oportunidad para corregir sus vidas.
Es
lo que nos está pasando hoy día en la Iglesia. Una Iglesia de pecadores no
puede ser simplemente un Iglesia que condena sino que tiene que ser una Iglesia
que perdona y ayuda a sus miembros a cambiar de vida. El que Jesús abra un
período de silencio durante el cual escribe en el suelo invita sin duda a la
reflexión, al discernimiento, a no actuar mecánicamente.
Jesús
invita también a la mujer adúltera al discernimiento. El perdón que él le
otorga debe transformar la vida de la persona. Por eso le pide a la mujer que
no peque más.
El
ejemplo de Pablo muestra cómo un pecador pueda ver su vida totalmente transformada
(Filp 3,8-14). Es lo que había experimentado también el publicano Mateo, de
cuyo pasaje el papa había tomado su lema al ser consagrado obispo. Es esa
oferta de perdón del Padre en Cristo Jesús la que nosotros tratamos de acoger
cada vez que participamos en la Eucaristía para transformar nuestras vidas y
vivir en adelante de acuerdo con el Evangelio.
Cordialmente,
No hay comentarios:
Publicar un comentario