FCM.-Decía,
Juan Cervera Borras:”El interés monográfico en torno a la figura de San Vicente
Ferrer se explica en gran parte por la popularidad alcanzada por la figura del
Santo Patrono del Reino de Valencia. Esta popularidad se basa, por una parte,
en el poder taumatúrgico atribuido al Santo hasta los límites de la leyenda, y,
por otra, en el papel trascendente que desempeña durante su vida en el terreno
cívico y hasta político. Ninguna figura como la de San Vicente Ferrer colma los
ideales político-religiosos de las gentes del Reino de Valencia, desde su
aparición. El Santo vive en el siglo XV, el período más brillante política y
culturalmente en Valencia. Al final de dicho siglo es elevado a los altares, con
lo cual su memoria y esplendor se agigantan. El Santo encarna los ideales
misioneros y proselitistas de un pueblo cuya liberación religiosa no dista
mucho en el tiempo.Posteriormente este ideal, hecho realidad en su persona, se acrecienta con las luchas religiosas del siglo XVI y con el auge de la Contrarreforma. La decadencia subsiguiente contribuye a ensalzar cada vez más a San Vicente Ferrer hasta convertir lo en símbolo nostálgico de un pasado que cada vez se cree mejor.El pueblo valenciano para esto no podía elegir más que a San Vicente Ferrer. Nadie como él colmaba sus anhelos en este sentido. Ni San Vicente Mártir, entre los anteriores, ni San Luis Beltrán o Santo Tomás de Villanueva entre los posteriores, aunque relativamente cercanos a él en el tiempo. Ninguno como él se había paseado triunfante por España y Europa. Ninguno como él había utilizado en todas partes la lengua valenciana como instrumento milagroso de su apostolado. Historia y leyenda se juntan en cuanto a él le atañe hasta constituir esa mezcla ideal que de la reverente devoción desborda hacia las manifestaciones más fervientes del populismo.
La aparición de los altares vicentinos se remonta al siglo XV, exactamente a 1461, fecha en que Juan Garrigues levantó el primero en la denominada calle del Mar, de Valencia, según escritura auténtica que copia Orellana.
La práctica de levantar altares en honor de San Vicente Ferrer fue extendiéndose a otras calles, no sin protestas por parte de los vecinos de la calle del Mar que consideraban la iniciativa como exclusiva. Y aunque los levantados en honor de San Vicente Ferrer han sido los más célebres y de tradición ininterrumpida, los hubo también ocasionalmente en honor de la Virgen y de otros santos especialmente ligados a Valencia.
De la abundancia de estos altares y de la emulación de los mismos, ya que se establecía competencia para conseguir los premios instituidos, hay datos suficientes desde las solemnidades vicentinas de 1598. Casi siempre estas noticias se refieren a las celebraciones extraordinarias. En la misma línea aparecen los datos acreditativos de su pervivencia y vitalidad. Deben destacarse por ello las relaciones aparecidas con motivo de las celebraciones seculares de la canonización del Santo: 1655, 1755 y 1855.
En 2012, los también semanasanteros de Medinaceli, Juan Agustín Blasco Carbó y su encantadora esposa Mari Paz fueron los clavarios mayores de dicho altar vicentino de los bloques de la playa.
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