ESCUCHAR Y DAR FRUTO
Sacerdote-periodista
Querido cofrade:
Son muchas las personas,
incluso no creyentes, que han empezado a seguir la predicación del papa cada
día en la capilla de Santa Marta. Nos ha ido sorprendiendo con sus imágenes que
aplican el evangelio a nuestra vida ordinaria y que son capaces de hablar al
hombre de hoy. En el fondo lo que está haciendo es volver al estilo popular de
Jesús. Éste, sin embargo, no siempre se hacía entender de sus discípulos, y
menos todavía de las muchedumbres y de sus colegas. Es verdad que el tema del
que hablaba era difícil: la venida del Reino de Dios. No sólo era difícil sino
que también era peligroso pues ponía en cuestión la organización social de su
tiempo y el estilo de vida de las personas. Jesús vinculaba además la venida
del Reino a su propia actividad y persona, lo cual no parecía evidente, a pesar
de los milagros que hacía.
Jesús anuncia que la
venida del Reino tendrá lugar a pesar de todos los obstáculos que Él mismo
encuentra en su predicación. Las parábolas muestran la profunda convicción de
que la verdad es capaz de abrirse paso, a pesar de las limitaciones del maestro
y de los discípulos. También el sembrador sabe que muchas de las semillas se
perderán, pero siembra con la esperanza de recoger un fruto abundante de
aquellas que lleguen a crecer y madurar (Mt 13,1-23).
En buena parte la cosecha
depende de la calidad de la simiente. En este caso la semilla es la palabra de
Dios que es una fuerza de salvación para el creyente. Ella tiene en sí esa
fecundidad comparable a la lluvia o la nieve con las que el profeta compara la Palabra de Dios (Is
55,10-11). Como ellas, la palabra hace un viaje de ida y vuelta, desde Dios al
hombre y desde el hombre a Dios. La palabra de Dios es siempre eficaz y realiza
aquello que Dios quiere. El profeta está intuyendo la venida de la Palabra hecha carne, que
realiza el plan de salvación de Dios y vuelve de nuevo a Dios.
Pero los frutos dependen
también de la calidad del terreno y de los cuidados que le prodiga el
agricultor. En este caso la misma persona es el terreno y el cuidador. La
creación entera experimenta una gran frustración a causa del pecado del hombre
que la ha sometido a la esterilidad, a producir cardos y espinas (Rm 8,18-23).
Pero tenemos la esperanza de que un día la creación será de nuevo liberada y
habrá un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia.
Animados por esa esperanza
la Iglesia
sigue actualizando las parábolas de Jesús que se convierten para nosotros en un
espejo. En ellas podemos descubrir si somos hombres-camino por donde pasan
todas las noticias sin dejar huella, personas pedregosas sin profundidad, seres
de zarzas que ahogan en sí el bien y la verdad, o si por el contrario somos
trigo limpio producido por la tierra buena.
¿Quiénes son tierra buena?
Los que escuchan la palabra y la entienden. No basta pues escuchar la palabra.
Hay que hacer el esfuerzo de entenderla, de penetrar en ella, de descubrir su
sentido. Eso sólo es posible a fuerza de rumiar y meditar la palabra haciendo
de ella el alimento de nuestra vida. Que la celebración de la eucaristía haga
de nosotros tierra buena que da frutos en abundancia.
Cordialmente,
Antonio DÍAZ TORTAJADA
No hay comentarios:
Publicar un comentario