SOMOS CORDEROS-PASTORES
Sacerdote-periodista
Querido cofrade:
No se imagina uno la reacción de
los judíos de querer apedrear a Jesús cuando él solo estaba respondiendo a una
pregunta hecha por los judíos:”¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo?, Si tú te
crees el Cristo ,dínoslo abiertamente”.
Jesús les respondió “ya os lo he
dicho pero no me creéis, las obras que yo hago en nombre de mi padre son las
que dan testimonio de mí, pero vosotros no creéis porque no sois de mis
ovejas”.
Lo interesante de la respuesta es
que Jesús en lugar de decir: Sí yo soy el mesías, afirma “mis ovejas escuchan
mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”.
Israel era consciente de ser el
pueblo de Dios, el rebaño que él guiaba. Jesús simplemente afirmaba que Él era
el Mesías con el lenguaje judío de las ovejas y el pastor. Tal vez el problema
pudo haber estado en afirmarle a los judíos que” Él les daba la vida eterna y
no perecerían jamás, nadie las arrebatará de mi mano”. La afirmación era muy
ambiciosa ¿qué judío podría dar la vida eterna? Los judíos no aceptaban tampoco
que la mano del padre fuera la mano de Jesús: “Nadie las arrebatará de mi mano.
Me la ha dado mi padre y Él es superior a todos”.
El disgusto de los judíos debió
haber llegado al máximo cuando Jesús les dice: “El Padre y yo somos uno”, esto
era más arriesgado que decir: Yo soy el mesías”, pues los judíos esperaban a un
mesías que fuera un hombre jamás que fuera un Dios. Además la oración que ellos
habían aprendido desde pequeños decía algo diferente: “Shemá Israel escucha
Israel, el señor nuestro dios es el único señor”, de ahí la oposición de los
líderes religiosos dado que para ellos era imposible que un hombre se hubiera
hecho Dios ¡Hay que tener mucha comprensión con los judíos! y comprender la
dimensión de lo que afirma Juan: “Vino a los suyos y los suyos no lo
recibieron”, el problema grave es que los suyos ahora somos nosotros.
El consuelo que recibimos del
mismo Juan es”.....pero a los que lo recibieron, a los que creen en su nombre,
les ha dado el poder de llegar a ser hijos de Dios” (prólogo). Son: “Mis ovejas
escuchan mi voz (La palabra), yo las conozco y ellas me siguen… yo les
doy la vida eterna”. Por tener la vida eterna, “nadie las podrá arrebatar de mi
mano”
En el Apocalipsis, segunda
lectura, un anciano dialoga con Juan en su éxtasis para identificarle “los que
estaban en pie, junto al altar en torno al cordero vestidos de túnicas blancas
y palmas en las manos”, “estos son los que han pasado (como víctimas) por la
persecución y han lavado sus túnicas con la sangre del cordero”, razón para que
le sirvan día y noche en su templo… El que está sentado en su trono los
protegerá continuamente” .
La liturgia jamás puede olvidar a
las víctimas sobre todo las más vulnerables como son las desplazadas de sus
tierras y desconocidas en la ciudad.
En la eucaristía del domingo o la
semana no podemos olvidar las víctimas de la violencia o la inequidad,
procurando que pastoralmente la iglesia las conduzca hacia soluciones donde no
tendrán más que llorar antes de que sus lágrimas sean enjugadas en la Jerusalén
celestial.
La Iglesia es decir, los
creyentes, somos los corderos-pastores que debemos asumir el sufrimiento de las
victimas sintiéndolo por la compasión como propio, solo la compasión nos
imprime en el alma la misericordia como tatuajes.
Cordialmente,




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