FOTO GUALLART. Carta a un cofrade
Por Antonio Díaz TORTAJADA
Sacerdote-Periodista
Querido cofrade:
En
adviento los cristianos somos judíos creyentes que reanimamos la esperanza y
renovamos el deseo del antiguo Israel, la venida del mesías, pero nos
distinguimos de los judíos creyentes porque en navidad celebramos la
realización de ese anhelo.
El
Señor vino, así el adviento y la navidad nos traen el pasado al presente no
solo recordando sino reviviendo, esa es la función de la predicación y los
sacramentos, particularmente de la eucaristía. “Ven Emmanuel y rescata al
Israel cautivo, que aquí se lamenta en solitario exilio hasta que aparezca el
Hijo de Dios”.
Todo
el adviento, pero especialmente este domingo, es una alegría anticipada. “Canta
Hija de Sion, da gritos de júbilo, Israel (Iglesia), gózate y regocíjate de
todo corazón Jerusalén (Iglesia). El Señor te ama y se llenaría de júbilo por
tu causa, como en los días de fiestas”.
Hoy,
a pesar de tener más medios para estar “alegres”, cunde la tristeza, y el
desosiego lo invade todo hasta el punto de confundir la alegría con la
satisfacción consumista. La alegría que nos pide y ofrece la Iglesia no tiene
relación directa con el placer o con el simple bienestar material y la buena
suerte. Tampoco es cuestión de temperamento o receta psicológica y mucho menos
tiene que ver con las euforias prefabricadas.
Nuestra
alegría es honda, auténtica, humilde, compasiva, incluso sufrida, es una
alegría que está en contra de la tristeza pero no de la sobriedad y
solidaridad. “Hermanos míos, estad siempre alegres en el Señor, os lo repito,
estad alegres. El Señor está cerca. No os preocupe… que la paz de Dios que
sobrepasa toda inteligencia custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos
en Cristo Jesús”.
Juan
Bautista es un precursor alegre del Mesías pero en María la expectación se ha
convertido en embarazo y la misión de la Iglesia es hacer nacer a Jesús en el
corazón de los fieles, es tan original y amplio el embarazo de María y la
Iglesia que hoy tiene el nombre de nueva evangelización y ha hecho un Sínodo
para recordar y reanimar como nuevo el engendramiento de la fe. Más que
transmitir la fe se trata de engendrarla de nuevo porque no es transmisión
dentro de la misma cultura sino para una nueva cultura.
Preguntémosle
a Juan como hizo la gente que lo rodeaba en el Jordán “¿qué debemos hacer para
esperar al Mesías?”, Juan nos responderá lo mismo: Hacer del adviento un tiempo
de solidaridad para que el egoísmo y ahora el consumismo no sigan siendo
nuestro dios.
En
el corazón, todos somos publicanos por la corrupción a la que nos ha llevado la
ambición y la búsqueda del tener más y más.
Juan
bautista nos dice: “No busquéis más de lo justo”, no malogréis una de las cosas
más difíciles de adquirir la buena imagen por la honestidad.
Unos
militares le preguntaron: “¿Y nosotros que tenemos que hacer?”. Juan les dijo:
“No extorsioneis ni denunciéis a nadie falsamente (falsos positivos), sino que
contentaos con el salario justo. La única violencia correcta es la que cada uno
impone a su propia vida para cumplir con las obligaciones de su estado.
De
arrepentimiento y conversión solo estamos acostumbrados a oír en cuaresma pero
el evangelio de hoy nos recuerda que adviento es una preparación con signos de
arrepentimiento, ¿qué debemos hacer?: Arrepentíos, dad frutos de conversión, yo
os bautizo en agua para que os convirtáis.
El
aspecto fundamental del arrepentimiento en la biblia es el cambio que significa
regresar del exilio al lugar donde habita Dios. Preparar el camino del Señor,
arrepentirse, es apartarse de los dioses de hoy: Relativismo, indiferentismo,
individualismo, la ambición y la corrupción. Todos ellos nos ponen en exilio de
la moral, nos separan de los pobres y nos hacen ver extraños en el país con el
cual debemos establecer conexiones distintas. Arrepentirnos significa ir más
allá de la mentalidad que ahora tenemos, comenzar a pensar y a mirar el país de
manera distinta, teniendo la sabiduría de los Magos quienes cambiaron de camino
para poder encontrarse con Jesús en el pesebre.
Cordialmente,
Antonio
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