miércoles, 2 de marzo de 2016

LA COLUMNA DE ANTONIO DIAZ TORTAJADA EN EOS:LA RELIGIOSIDAD POPULAR, UN RETO PARA LA EVANGELIZACIÓN II

LA RELIGIOSIDAD POPULAR, UN RETO PARA LA EVANGELIZACIÓN

Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista.
Presidente de la Comisión Diocesana de Religiosidad Popular.

El reverendo Antonio Diaz Tortajada va a compartir con los lectores de EOS, las palabras que pronunció ante sus compañeros sacerdotes, con respecto a "LA RELIGIOSIDAD POPULAR, UN RETO PARA LA EVANGELIZACIÓN": hoy la segunda parte.
Podemos efectuar el análisis de la realidad social a través de dos tipos de técnicas: cualitativas o cuantitativas. La elección suele depender de una serie de razones, como pueden ser el propio tema de la investigación y el objetivo que se pretende conseguir con ella.
He recurrido para realizar este trabajo a la "entrevista en profundidad", que es una técnica sociológica de índole cualitativa, que posibilita el acercamiento a las actitudes subyacentes en los entrevistados, y permite, a partir del análisis de los discursos y de la observación de los participantes, captar la lectura y la interpretación de la realidad y de los comportamientos asociados a ella que realizan los propios protagonistas. Además, facilita laobtención de datos, basados en las informaciones verbales de los actores sociales[7].
Mediante el método analítico - inductivo he realizado un análisis y una valoración de los elementos y principios generales implícitos e integrados en las manifestaciones de la religiosidad popular. Este análisis me ha ayudado a no confundirla ni a identificarla únicamente con sus formas externas, sino a ir más allá de las apariencias y a buscar las motivaciones, los significados, las actitudes y los valores subyacentes. También me ha dado oportunidad de observar atentamente los fenómenos religiosos, con sus valores positivos y negativos. Esto me ha permitido llevar a cabo una confrontación de los resultados empíricos con las teorías y reflexiones de los documentos aludidos, resaltando las convergencias y divergencias.
Soy consciente de que las conclusiones que presento como fruto de esta reflexión, aun siendo amplias y significativas, no son exhaustivas, pero aportan datos representativos y señalados que permiten fundamentar, promover y fomentar un proceso de transformación personal y social que sea liberador, desde un punto de vista humano, y salvífico desde una perspectiva teologal de religación.
A la vez invitan a la elaboración de otras conclusiones complementarias, que superan las posibilidades y los objetivos de las que aquí presento.
Dicho estudio me ha puesto de manifiesto que la dimensión religiosa de la persona y la dimensión trascendente des ser humano es una experiencia de vida que ni una opción atea, ni una sociedad secularizada, ni unos medios de comunicación hostiles pueden suprimir.
Me ha llevado a la constatación de que uno de los pilares de la cultura de nuestra Iglesia es el de los valores y las vivencias religiosas del pueblo. Y de que se reflejan en ellos los rasgos principales de la religiosidad popular. Me ha permitido igualmente comparar las conclusiones teóricas del trabajo con la realidad práctica expresada por el grupo de personas elegidas como muestra.
Asimismo, me ha posibilitado presentar orientaciones, metas, acentos, contenidos básicos y convicciones pedagógicas fundamentales, a partir de las expresiones religiosas populares, destacando los elementos que se deberían tener en cuenta en nuestra Iglesia en el momento histórico y la cultura actual, para potenciar los valores positivos, que pueden ser aprovechados para generar un pensamiento crítico comprometido que ofrezca alternativas a las grandes desigualdades del mundo actual, y para encauzar sus límites, lo negativo, los riesgos, dificultades  y desviaciones, de forma que puedan ir encontrando su lugar en la sociedad concreta de nuestra región y de nuestra época.
Estas orientaciones postulan que cualquier acción que se programe debe partir siempre de un análisis de la realidad que ayuda a preparar las estrategias adecuadas, las cuales deben ser tomadas en el marco de un proceso de discernimiento, desde una actitud de búsqueda, de diálogo y de apertura, y deben ser sometidas periódicamente a una adecuada evaluación.
Cada una de las acciones deben tener muy encuesta el lenguaje, tratando que se adapte lo más posible a los destinatarios, usando adecuadamente los símbolos y la narración, buscando la forma de recuperar los grandes relatos, prestando atención a los medios de comunicación social y tratando de llegar a una gramática cristiana que nos haga inteligible el lenguaje de la fe cristiana.
El catolicismo, al que se vinculan en nuestra tierra la mayoría de las manifestaciones religiosas populares, si no quiere verse reducido a un mero folklore tiene que ganarse a pulso una autoridad basada en la praxis de un pensamiento adecuado y la vivencia de un compromiso social.
Ha de prestar atención a las demandas de la nueva cultura  y de la nueva humanidad teniendo en cuenta sus características fundamentales, buscando caminar con todos los hombres de buena voluntad hacia una nueva ética global y una civilización de amor y paz,  de justicia  y solidaridad con la creación y con los pobres. Atiende de forma especial a los pobres y trata de promover una educación y formación integral de todas las personas en la familia, en la escuela, en la sociedad, en la Iglesia, en las distintas estructuras del Estado y, especialmente, en los educadores.
 
II.- EXPERIENCIA RELIGIOSA Y FENÓMENO RELIGIOSO POPULAR

Desde la fenomenología religiosa, la religiosidad es el nombre que se da a las diversas expresiones de la religión. Existen muchas teorías sobre la religión, ya que el hecho religioso es un fenómeno pluridimensional: unas antropológicas, otras fenomenológicas, otras históricas, otras culturales y otras religiosas[8]. No es la intención ni el objetivo de este trabajo hacer una síntesis completa de las mismas, sino que me limitaré a citar algunos de sus rasgos más destacados.
La religión hace referencia a la relación de la persona con el totalmente otro, el ser trascendente, la divinidad, como su realidad más fundante. Esta relación es interior, voluntaria y libre, y está configurada por sentimientos, pensamientos y actitudes.
La persona manifiesta externamente estos movimientos internos y los expresa en la sociedad en que vive, mediante ritos, obras artísticas, etc., que ponen de manifiesto su carácter social y su sentido comunitario. Estos dos polos, interior y exterior, se complementan, integran y aúnan[9].
Cuando predomina la interioridad se acentúa la búsqueda de la verdad, lo que da lugar a insistir en la dimensión intelectual, en la que el magisterio de los jerarcas y la reflexión de los teólogos poseen una autoridad suprema e indiscutible y la ortodoxia y el dogma se toman como criterio determinante del discernimiento.
Cuando predomina lo externo, la expresión, el rito, la costumbre, es la dimensión social la que adquiere el protagonismo, y es la base de la religiosidad popular[10].
La religión cuenta con un sistema de mediaciones que crea una serie de vínculos de pertenencia y comunión social. Está muy vinculada a la dimensión última de la vida, lo que da lugar a una amplia riqueza de manifestaciones diversas, que van de la piedad popular a la de los grandes místicos, de las burocratizadas a las rituales. En ella se manifiestan las dimensiones más humanas de la religión, así como su riqueza de matices y posibilidades[11]. Nace de la raíz misma del ser humano, y se la puede considerar como una faceta profunda y constitutiva suya, a partir de un valor original e irreducible, aunque para algunos es un subproducto de conciencia o un fenómeno derivado de factores no religiosos, sea como proyección, alienación, ilusión o ideología.
Se vive habitualmente en un contexto que está en relación con las realidades, valores, ritmos y momentos primarios y fundamentales de la vida humana (familia, trabajo, medio físico y cultural, convivencia, luchas, ideales, etc.), y a la vez en ruptura con lo que esa vida tiene de cotidiano, sin más horizonte que el de este mundo, y el de la historia simplemente humana dentro de sus marcos.

Ese horizonte se abre cuando lo divino se hace presente y los hombres descubren una realidad superior y absolutamente otra, más allá de todo lo de aquí. Tiene también connotaciones lingüísticas (tiene su propio lenguaje), y culturales. Muchas de sus expresiones son simbólicas e intuitivas, más que racionales.
Revelan el alma popular, configuran sus valoraciones éticas y tienen resonancias sociopolíticas. Existe pues una proyección de la religión sobre la sociedad y un condicionamiento social sobre la religión.
Cada hombre está inmerso en una cultura de la que depende y sobre la que puede influir. El hombre es a la vez creador de la cultura y fruto de la misma.
La actividad cultural es una actividad histórica y social, inherente a la condición humana. Todos los hombres forman parte de un determinado grupo cultural, y por lo tanto todos tienen una cultura y la ejercen.
La religión forma siempre parte integrante de ella. La fe se presenta siempre con un ropaje cultural, por medio del cual el hombre da forma a sus concepciones, experiencias y aspiraciones religiosas.
Desde el punto de vista religioso, las culturas son como espejos que reflejan rayos diferentes de la luz de una verdad mayor: La plenitud del misterio de Dios no se expresa plenamente en ninguna cultura.
La imagen que cada persona tiene de Dios se construye a base de las experiencias que vive[12].

Sintetizando podemos decir que cultura significa “la manera en que un grupo de personas vive, piensa, siente, se organiza, celebra y comparte la vida. En toda cultura subyace un sistema de valores, de significados y de visiones del mundo que se expresan al exterior en el lenguaje, los gestos, los símbolos, los ritos y estilos de vida”[13].
Etimológicamente la palabra cultura tiene su origen en el cultivo de las plantas que realiza el agricultor. Hace referencia a la dedicación humana profunda a la producción y reproducción sistemática de una determinada especie. Por analogía la usamos para indicar el proceso de educación o formación de la persona humana, en cuanto miembro de una sociedad, encaminado a generar, cuidar y dar forma a determinados valores universales, para el bien común de la humanidad en los distintos grupos humanos.
Con este término se designa también el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Esto lleva a las personas que pertenecen a ese grupo a entenderse a sí mismos, a los otros y al mundo de una manera determinada. La cultura supone inteligencia, voluntad, creatividad y conciencia.
Considerada socialmente podemos decir que la cultura es aquella actitud de la conciencia colectiva con la cual un grupo aprecia, prefiere y elige unos valores que motivan un modo de vida distinto al de otros grupos. Va unida a unos modos de vida, inseparablemente expresados, tanto en las orientaciones especulativas como en los conocimientos prácticos, que han sido creados, aprendidos y transmitidos de una generación a otra entre los miembros de ese pueblo o  sociedad.
Cotidianamente las personas la asumen y transforman, imprimiéndole así un carácter dinámico. Evoluciona continuamente gracias a nuestra aportación. “Es el sistema común de vida de un pueblo, como resultado de su historia, de la adaptación entre su población humana y el medio ambiente en que habita, transmitido socialmente. Es un proceso que se va realizando mediante técnicas productivas, mediante estructuras organizativas, a nivel económico, social y político, y mediante concepciones de la vida de tipo científico, mitológico, estético, religioso, etc. (...) Abarca todos los niveles que componen el sistema social, en su complejidad, interrelacionándose entre sí, operantes de modo consciente o inconsciente”[14].
El hombre se da siempre en una cultura particular, pero no la agota. En el hombre existe algo que transciende las culturas, lo que permite que no sea prisionero de ninguna de ellas. Por eso la cultura nos remite al plural, porque lo que da en realidad son las culturas, cada una con sus luces y sus sombras. Este pluralismo cultural lleva a trabajar por el reconocimiento, la aceptación, la tolerancia y la paz entre ellas desde una dinámica de la complementariedad y la reciprocidad[15].
La cultura permite cultivar el diálogo, la interacción creativa y la convivencia pacífica  de los individuos y los pueblos con la naturaleza y con los demás, consigo mismo y con Dios, para llegar a una existencia plenamente humana. Se relaciona con todo lo que atañe al conocimiento, las creencias, las tradiciones, la lengua, el sistema de valores, la moral, el derecho, las costumbres y cualquier otra capacidad. Este proceso permite a la persona expresarse, tomar conciencia de sí, reconocerse como proyecto incompleto[16].
Pertenecen a la cultura todo aquello con lo que el hombre perfecciona o desarrolla las diversas facultades de su espíritu y de su cuerpo, con lo que se esfuerza por someter a su dominio el orbe de la tierra mediante el conocimiento y el trabajo; con lo que logra hacer más humana la vida social, tanto en la familia como en todo el consorcio civil, mediante el progreso de las costumbres y de las instituciones; con lo que, finalmente consigue expresar, comunicar y conservar, en sus obras, a lo largo de los tiempos, sus grandes experiencias y anhelos de espíritu para que puedan servir de provecho a toda la humanidad[17].
La cultura está ligada al universo de creencias, criterios, valores, actitudes, saberes, ideas, ciencias, letras, filosofía, artes, instrucción, costumbres y normas sociales, símbolos e instituciones que comparten los miembros de un grupo dado. Es todo lo que éste hace y expresa, como medio de manifestación y defensa de su ser y de su amor a la vida. Supone una dimensión material, intelectual y espiritual. Configura mentes, genera costumbres sociales y hábitos y suministra una estimativa moral y estética y unos conocimientos técnicos que permiten enfrentarse con la realidad del hombre y del cosmos, en su circunstancia sociológica e histórica y en su dimensión de trascendencia o de más allá, y transformarla, dominando el mundo y convirtiéndolo en su morada[18].
Se refiere a las normas que acatan los miembros de una sociedad concreta, a los bienes materiales que producen, a los modos socialmente adquiridos de pensar, sentir, actuar y vivir. Todos los pueblos tienen cultura y todas las manifestaciones específicamente humanas de vida están culturalmente determinadas. Muchos pueblos definen hoy su nacionalidad a partir de su identidad cultural. Las costumbres recibidas forman el patrimonio propio de cada comunidad humana  Antes de poder colaborar en el conjunto de la humanidad, los pueblos necesitan reafirmar su propia identidad. Antes de saber con quién están, necesitan saber quiénes son.
La cultura engloba un conjunto de experiencias y prácticas atestiguadas en el campo imaginario, simbólico y material, que confiere al grupo o pueblo un saber acumulativo y un comportamiento normativo que fundamenta su sentido de la vida. Este sentido estructurado, consciente o no, que legitima en última instancia todas las conductas culturales del grupo, garantiza, en función de su supervivencia en el presente y en el futuro, la adaptación ambiental, geográfica, socio-histórica y cosmológica. Confiere un sentido colectivo y permite la identificación y supervivencia de grupos e individuos. Ninguna cultura es normativa para otra. Abarca solamente la globalidad de la vida de un determinado grupo étnico o social. Ayuda a describir las diferencias entre diversos pueblos y grupos sociales.
Hoy hallamos en la sociedad dos tipos de culturas: unas de base científica y técnica, que van avanzando progresivamente, y otras en las que predomina la vertiente artística, literaria y moral que tiene sus raíces en el pensamiento propio de las sociedades agrarias tradicionales, cuyo período de vida ha sido tan largo - quedan aún continentes enteros y más de la mitad del planeta viviendo en sociedades de cultura agraria, cuyos valores culturales resisten el embate del proceso modernizador -, que ha ofrecido una serie importante de elementos que se han incorporado profundamente en la naturaleza de los individuos y han marcado los caracteres básicos de muchas conductas[19].
Todas las personas se mueven siempre y necesariamente dentro de una cultura y están marcadas por ella a través de: La lengua, que ayuda al conocimiento y al pensamiento.
La técnica, que ayuda a la acción y revela los valores dominantes de una sociedad.
Las normas sociales, que modelan el comportamiento en un contexto de formas de vivir comunes y socialmente adquiridas.
Los valores, que orientan las opciones fundamentales de comportamiento personales o comunitarias.
La religión que penetra todo el ser, el pensamiento y el obrar del hombre.
El modelo cultural es transmitido históricamente en los grupos humanos a los que pertenece y con los que entra en relación por los procesos educativos y la misma relación fundamental que tiene con el ambiente concreto en el que vive, con significados encerrados en símbolos, mediante los cuales las personas comunican, perpetúan y desarrollan  sus conocimientos y sus actitudes en relación con la vida.
Dentro de la cultura el hombre se entiende a sí mismo, su razón de ser, su fin, sus valores: todo lo que le da identidad y le muestra el camino de su realización y de su felicidad.
La “inculturación” es el proceso que siguen las personas y los grupos para asimilar una cultura y sus valores. Desde la experiencia religiosa, el modo en que cada cultura expresa y celebra su fe hunde sus raíces en los ancestros, en las pulsiones más primitivas del inconsciente y en la búsqueda más radical de cada corazón. Depende de cada lenguaje cultural.

Nuestra cultura occidental ha empleado instrumentos tomados de diversas tradiciones culturales (griega, romana, germánica, árabe...). La inculturación trata de lograr una síntesis entre cultura y fe, que no es sólo una demanda de la cultura, sino también de la fe. "Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada ni fielmente vivida"[20].

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