martes, 1 de marzo de 2016

LA COLUMNA DE ANTONIO DIAZ TORTAJADA EN EOS:LA RELIGIOSIDAD POPULAR, UN RETO PARA LA EVANGELIZACIÓN I

LA RELIGIOSIDAD POPULAR, UN RETO PARA LA EVANGELIZACIÓN

Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista.
Presidente de la Comisión Diocesana de Religiosidad Popular

El reverendo Antonio Diaz Tortajada va a compartir con los lectores de EOS, las palabras que pronunció ante sus compañeros sacerdotes, con respecto a "LA RELIGIOSIDAD POPULAR, UN RETO PARA LA EVANGELIZACIÓN": hoy la primera parte.

La religiosidad popular es una realidad  rica y plural, que está muy presente en nuestra vida eclesial. La mayoría de nuestros vecinos, se confiesan católicos y viven su fe dentro de este contexto cultural de la religiosidad popular. 
Diversos estudios nos hablan de que es un fenómeno que va creciendo, sobre todo en lo que atañe al fomento de sus prácticas externas, desde criterios estéticos, tradicionales o culturales.
Aunque tiene sus detractores dentro y fuera de la Iglesia Católica, es un fenómeno de la realidad humana, estructuralmente complejo, que requiere una especial atención y estudio por parte del pensamiento humanista, ya que la realidad no es sólo apariencia. Por eso, descubrir la verdad que subyace en cualquier realidad humana, implica adentrarnos en sus distintas dimensiones: individual, social e histórica, así como en su propio dinamismo y virtualidad creativa.
Partimos, pues, del supuesto de que no es ocioso, sino digno de atención, el ocuparse de este fenómeno  que congrega a multitud de personas, muchas de las cuales viven la dimensión religiosa de su vida y de su experiencia de forma popular, en consonancia con su cultura. En efecto, las costumbres y tradiciones de muchas culturas y grupos humanos están impregnadas de religiosidad popular.
Ante esta realidad nos encontramos con opciones escépticas o displicentes, que rehúyen adentrarse en el fondo vital del ser humano para analizarla y comprenderla. Pero también hay otras que creen que es importante tratar de descubrir la verdad que subyace en ella, porque tanto la observación directa como el acto intelectual de sentir, pensar y razonar sobre el hecho religioso – en este caso popular -, es un ejercicio científico ineludible.
La cultura en la que vivimos hoy es en parte resultado de una memoria dinámica que sustenta un proyecto de cara a un futuro: la memoria histórica de nuestro pueblo que se encarna en esa cultura y se transmite fundamentalmente a través de relatos, refranes, canciones, fiestas, tradiciones, leyendas, etc. Y todo este depósito está fuertemente impregnado de elementos y valores religiosos que es preciso reconocer y que hay que cultivar, porque es una riqueza que es no se debe despreciar y es necesario conservar y una fuente de energía transformadora que se puede aprovechar.
En nuestra Iglesia, después de más de dos mil años de cristianismo, este elemento religioso ha ido cristalizando principalmente en una religiosidad popular que tiene un marcado cariz cristiano: Nuestro pueblo expresa su religiosidad fundamentalmente con signos cristianos, aunque también está impregnada del substrato que han dejado en ella otras culturas, como las primitivas del Mediterráneo, la romana y la musulmana, que el cristianismo ha sabido asimilar e integrar. Nos encontramos así con que el sentimiento religioso cristiano, que se refleja en la religiosidad popular, es uno de los ejes en torno al que se aglutinan diversas dimensiones de nuestra compleja realidad cristiana.
La clave para conocer los valores cristianos que impregnan nuestra cultura la encontramos en su memoria histórica, en sus relatos y en su piedad y religiosidad popular.
Para conservar estos valores cristianos, la Iglesia los ha ido transmitiendo de generación en generación por medio de la catequesis, especialmente la catequesis popular, llena de recuerdos, pero sin saber muy bien  el origen de los mismos, por qué se han mantenido hasta hoy, de dónde vienen, etc. Se han perdido sus raíces.
A partir del racionalismo del siglo XIX  se cuestionó mucho la validez de esta religiosidad popular y de su eficacia, pero, desde el concilio Vaticano II que celebra la Iglesia en el año 1965, comenzó una recuperación de su importancia. En esta recuperación ha influido decisivamente la reflexión realizada por las Iglesias de América Latina y del Tercer Mundo. Allí encontramos autores que toman conciencia de que la Iglesia no puede permanecer ajena a la cultura, sino que debe convertir esta religiosidad popular en uno de los motores del cambio y de la modernización que son tan necesarios en nuestra sociedad[1].
Muchos son los estudios que han abordado diversos aspectos del fenómeno religioso popular, desde varias de sus múltiples vertientes y dimensiones. Han recuperado esta religiosidad popular, poniendo de manifiesto, a través de ella, la permanencia, a lo largo de la historia, del "homo religatus" en cada sociedad y cultura.
Algunos de ellos nos hacen ver que la religión se extiende mucho más allá de las organizaciones religiosas y de las Iglesias. La religiosidad humana se hace patente en los mitos, esperanzas, imágenes, costumbres y ritos que cimentan la vida de las personas o de los grupos y hacen de ella un todo cargado de significación. Se expresa fundamentalmente en relatos, que están destinados a reemplazar, en gran medida, la obsesión por la coherencia doctrinal y la sistematización que han caracterizado a las religiones y las Iglesias, que tienen necesidad de los recursos simbólicos de la religiosidad popular.
En este sentido, también la Iglesia Católica, en el concilio Vaticano II, consciente de esa necesidad, ofrece orientaciones sobre cómo hacerse presente en las diferentes culturas y grupos humanos, prestando atención a sus costumbres y tradiciones y promoviendo investigaciones para que aparezca más claramente cómo puede llegar la fe a la inteligencia, teniendo en cuenta la sabiduría y costumbres del pueblo [2].
Sin embargo he percibido en diversas ocasiones que cuando se habla de estos temas muchas personas tienen dificultad para encontrar la compatibilidad entre lo que dice la filosofía, la antropología, la psicología y otras ciencias sobre esta religiosidad popular, lo que postula la doctrina de la jerarquía de la Iglesia y lo que piensan y sienten la mayoría de las personas que viven esta realidad popular.
Me propongo en esta ponencia describir y analizar los aspectos principales de las manifestaciones religiosas populares más comunes en mi entorno desde diferentes y diversos puntos de vista que permitan descubrir algunas de las claves que subyacen en ellas, para poder comprenderlas mejor. Para ello trato de abordar este complejo fenómeno desde diferentes ángulos de visión, teniendo en cuenta el punto de vista filosófico, cultural, religioso, antropológico, sociológico, pedagógico y cristiano.
He utilizado, por una parte, la rica documentación y los estudios que existen sobre este tema, y por otra el contacto directo con las personas que viven el día a día de esa religiosidad popular.
Pretendo realizar una valoración de estas manifestaciones, verificando y contrastando los documentos con la realidad y estudiar sus valores y las carencias, para tenerlos en cuenta a la hora de ofrecer una educación adecuada para nuestro pueblo, especialmente desde las instituciones de la Iglesia Católica, ya que la mayoría de nuestros fieles están incardinados en alguna de sus hermandades y cofradías tanto pasionales como de gloria.
Intentare poner de relieve los elementos esenciales y vivenciales de la cultura religiosa de nuestros fieles que se manifiestan en su religiosidad popular a lo largo de su historia, realizando una reflexión racional sobre ellos, para reconocerlos y valorarlos y para purificarlos, de modo que puedan ser elementos claves de la aportación del colectivo de los católicos a la construcción de una Iglesia más libre, moderna y solidaria, sin necesidad de renunciar a sus raíces históricas y cristianas.
Intento contribuir a la erradicación de la crítica superficial, frívola y ligera de todo lo relacionado con este mundo de la religiosidad popular, que no se detiene en profundizar para descubrir la verdad que subyace en esa realidad y los valores positivos que encierra.
Pretendo igualmente ayudar a revisar actitudes que, desde la Iglesia, no siempre tienen en cuenta la complejidad de este fenómeno, poniendo de manifiesto el contraste de pareceres entre la jerarquía eclesiástica y los agentes de este fenómeno estudiado.
Finalmente, deseo vislumbrar un nuevo horizonte de la expresión religiosa del ser humano, señalando a los agentes de este fenómeno de la religiosidad popular hacia donde pueden ir caminando, ahondando en el fondo vital de la existencia humana y sus necesidades primarias y trascendentes y sugiriendo los cambios necesarios para conseguir, principalmente mediante un sólido compromiso solidario, una mayor autenticidad de llegar a ser cristiano, esto es, seguidores de Cristo. 
A partir de documentos y de bibliografía especializada que he consultado, he investigado lo que dicen los especialistas sobre el tema, para conocer el estado de la cuestión, tratando de resumir las ideas más comunes, las que presentaban un cierto consenso, aun cuando, naturalmente, encontramos matizaciones en cada uno de los autores. He intentado también sintetizar y valorar los planteamientos que existen en la actualidad sobre la fenomenología de la experiencia religiosa, poniendo de manifiesto los valores y los límites, las riquezas y los riesgos de la religiosidad popular.
Aunque en la reflexión abundan los criterios propios de la teología, ya que la religiosidad popular es, en nuestra tierra, fundamentalmente, un fenómeno religioso católico, y como dice Mircea Eliade, "no se nos revelará como tal más que a condición de que sea aprehendido en su modalidad propia, es decir, estudiado a escala religiosa"[3], dado que en él se manifiestan también elementos antropológicos, sociales, culturales e históricos,  he incorporado algunas aportaciones de estas ciencias y de sus métodos de investigación, para poder realizar una reflexión teológico - pastoral desde experiencias concretas de este fenómeno[4].
Estas aportaciones nos ayudan a comprender los orígenes de la religiosidad popular que explican no pocas realidades actuales, así como la evolución que ha sufrido a través de los siglos. La profundización y comprensión del pasado contribuye a explicar y evaluar el presente, y a buscar las líneas de actuación para el futuro.
Asimismo, estas aportaciones nos permiten elaborar una tesis que trata de poner de relieve los elementos esenciales y vivenciales de la fe de nuestro, pueblo a partir de su religiosidad popular y a lo largo de su Historia de la Salvación.
He analizado los documentos de la Iglesia sobre el tema, prestando especial interés al magisterio colegiado de los obispos del Sur quienes están más sensibilizados a esta problemática, en los que analizan las situaciones y necesidades y tratan de poner en marcha acciones pastorales  encaminadas a darles respuesta y de ofrecer soluciones concretas comunes. Tres de estos documentos se han dedicado a la religiosidad popular con el triple objetivo de promover la reflexión sobre la misma, de contribuir al descubrimiento de su significación, y de proponer líneas pastorales operativas.
El primero, publicado en la Navidad de 1975, se titula “El catolicismo popular en el Sur de España” Abordaba por vez primera una conceptualización pastoral de este fenómeno. Intentaba clarificar el "hecho religioso popular" desde la óptica eclesiástica, atendiendo siempre a las manifestaciones particulares andaluzas, y proponiéndose objetivos para llevar a cabo, por medio de él, una "educación popular de la fe".
En febrero de 1985 publican un segundo documento: “El catolicismo popular. Nuevas consideraciones pastorales”. En continuidad con el anterior, es una llamada a la comunión eclesial y a la obediencia religiosa, ante la descristianización y la liberalización ideológica de la sociedad, que se revelan para la Iglesia como una grave amenaza para la integridad religiosa.
Consideran que el documento de 1975 sigue siendo válido, pero, transcurridos más de nueve años y tras analizar la evolución de las expresiones de la piedad popular, ofrecen unas nuevas orientaciones pastorales, en línea de continuidad con las anteriores.
En octubre 1988 se publica el tercero y último de los documentos pastorales dedicados, hasta la fecha, al tema de la religiosidad popular: “Las Hermandades y Cofradías”  Carta Pastoral de los Obispos del Sur de España. Esta carta supone el mayor intento de oficialización de las mismas realizado por parte de la Iglesia, que trata de canalizar su enorme poder de convocatoria y su capacidad de interacción social. En sintonía con el anterior documento, se efectúa un llamamiento a la obediencia jerárquica, en aras del bien de la Iglesia, y para fortalecer los vínculos de comunión con ella. Igualmente se hace una llamada a un crecimiento en la formación cristiana de los cofrades, a los que se invita a una más activa participación en la vida litúrgica y pastoral.
Se las invita también, con carácter prioritario, a la colaboración para el sostenimiento económico de la Iglesia, a través de los recursos utilizados por ellas. Se incentivan los requisitos para pertenecer a las hermandades y cofradías, tratando de que sólo puedan hacerlo los que profesan la fe cristiana y buscan un mayor compromiso comunitario y apostólico. No se cierra la puerta a la participación de cualquier persona que se acerque a ellas, pero se deja claro que el contenido religioso tiene que prevalecer sobre cualquier consideración cultural, estética o tradicional[5].
También hacen alusión a la religiosidad popular los obispos del Sur en otros documentos publicados con motivo de diversas circunstancias. Sus reflexiones complementan lo que se dice en los tres anteriores, y nos ayudan a profundizar en el tema. Los cito a continuación:
La formación sacerdotal en los seminarios del sur de España, (octubre 1975). Este documento recoge el pensamiento de los obispos de la región sobre la formación de los futuros sacerdotes.
Las Iglesias diocesanas en Andalucía, (febrero 1980). Dedica los números 21 y 22 a reflexionar sobre las raíces cristianas del Pueblo de Dios en esta Andalucía, de historia milenaria y de un presente enormemente vivo. El número 23 y 24 habla de nuestra fisonomía como pueblo, y del catolicismo popular.
Discurso del Papa Juan Pablo II en la visita "ad limina" (marzo 1982). El Papa, al dirigirse a los obispos de una zona que representa aproximadamente la cuarta parte de la Iglesia de España, les recuerda que están en un momento particularmente importante, y les hace unas interesantes consideraciones sobre la religiosidad popular, a la que dedica el punto tercero de su alocución, alentando a fomentar y canalizar la devoción a Jesucristo en el misterio de su Pasión y en el sacramento de la Eucaristía, y la devoción a la Virgen en los misterios de gozo, dolor y gloria.
Algunas exigencias sociales de nuestra fe cristiana, (Declaración Pastoral de los Obispos de Andalucía. Cuaresma 1986). Me parece importante el análisis de la realidad andaluza que se hace en este documento, y que tiene una gran relación con las actitudes que se adoptan ante la religiosidad popular.
Andalucía en el camino de la nueva evangelización, (Carta Pastoral Colectiva, mayo 1995). Ofrece una reflexión y unas pistas de actuación que oriente la pastoral en Andalucía ante la llamada del Papa a la nueva evangelización.
Os anunciamos la vida eterna... para que vuestro gozo sea completo, (Carta Pastoral colectiva de los Obispos del Sur de España, noviembre 1998, con motivo de la llegada del III milenio). En ella se dan una serie de líneas de acción, y varias de ellas están relacionadas con el tema de la religiosidad popular.
Igualmente los obispos de la Archidiócesis de Granada escribieron en 1984 una carta pastoral sobre el tema: A propósito de la religiosidad popular. Reconocen que es un hecho básico y que está muy unida a la fiesta. Son conscientes de que, a la vez que expresiones religiosas, son expresiones culturales, lo que conlleva el peligro de un vaciamiento sus contenidos y sentimientos religiosos. Expresan su preocupación por conseguir los fines pastorales de estas ceremonias, y la autenticidad cristiana de sus contenidos. Recomiendan fomentar los medios para que sea auténtica y conduzca a los fieles a un compromiso con el mensaje evangélico, a un mejor conocimiento de Cristo y a una mayor comprensión cristiana de la vida personal y social.
A estos documentos añado otros dos, específicos de la Diócesis de Huelva, que tratan de regular la actuación de las Hermandades y Cofradías en la Diócesis:
Estatuto Marco de las Hermandades y Cofradías de la Diócesis de Huelva, (Secretariado Diocesano de Hermandades y Cofradías, Huelva, diciembre 1997).
Normas por las que han de regirse las hermandades y cofradías de la Diócesis de Huelva, (Msr. Ignacio Noguer Carmona, Huelva, Diciembre 1998).
De entre todas las manifestaciones de religiosidad popular que se dan en nuestra diócesis, he elegido para el estudio una muestra de las Hermandades y Cofradías de Semana Santa Diocesana de Valencia,  Cofradía de la Virgen de los Desamparados, patrona de la diócesis,  y los Altares Vicentinos.
Todas estas realidades tienen una especial importancia y riqueza entre la población y representan un conjunto de aspectos rituales y simbólicos considerables, tanto por la cantidad de personas que participan en ellas como por la significación y expresividad que alcanzan.
A través del método fenomenológico he descrito los elementos más importantes y significativos que conforman la religiosidad popular en esta ciudad, lo que me ha proporcionado un mejor conocimiento de la realidad y me ha ayudado a evitar generalizaciones e imprecisiones en el análisis posterior[6].
 

1 comentario:

  1. Muy interesante: lástima que, en el fondo, sea un plagio-resumen de la tesis doctoral de José Luis de Vicente Carmona para la Universidad de Huelva: http://rabida.uhu.es/dspace/bitstream/handle/10272/5367/b15962775-1.pdf?sequence=2

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