FCM.- El pasado viernes en el templo parroquial de Santa Maria del Mar. Jorge Bellver, desgranó un social, documentado, histórico y sentido pregón lleno de historia grauera, pero sobre todo con mucha fe y devoción recordando:" Por este puerto y esta mar
llegó el Cristianismo, el Renacimiento, los avances de la industria y el
comercio y, cómo no, llegó el Santísimo Cristo del Grao al que hoy rendimos
merecido homenaje".
Antonio
Romero, uno de los componentes de la comisión gestora, presentó el acto y el
presidente perpetuo de la M.I. Hermandad, nuestro amigo, Ramiro Martín Pescador
glosó la brillante trayectoria política del actual Síndic del Partido
Popular en Las Cortes Valencianas.Entre las autoridades, asistentes el
presidente de la APV, Rafael Aznar; el concejal de Fiestas, Francisco Lledó, el
edil de Deportes y teniente de alcalde, Cristóbal Grau; el fiel colaborador de Jorge y actual edil Carlos Mundina;
del grupo socialista, Pedro Sánchez
lel diputado y portavoz adjunto popular, y que fue alcalde deSagunto, Alfredo Castello;el Director General de la Conselleria de Infraestructuras, Vicente Dómine; el Comandante Naval de Valencia, y el
Capitán del Cuartel de Cantarranas, responsable del puerto y aeropuerto;
el presidente de la Junta Mayor de la Semana Santa Marinera de Valencia, el amigo Francisco Carles Salvador, y el
de la JHSSDV, Antonio Atienza además del vicepresidente de la Junta Central
Vicentina, Santiago Ruiz, Mari Carmen Serra, secretaria de la Cofradía del Carmen del Grao, Luis Timón en su calidad de vicepresidente del Consejo general de Reales Academias e Institutos de España, y representantes de los colectivos semanasanteros del Grao, y de Alboraya la presidente de la Real Cofradía de Jesús en la Columna del Cabañal, entre otros.
El magnífico concierto de la banda sinfónica del Ateneo Musical del Puerto, dirigido por su titular, el gran Isidro Coll Ballesteros dieron un brillante inicio a las fiestas de la Cruz 2015 en honor al SANTISIMO CRISTO DEL GRAO. Ya que interpretaron magistralmente y con una excelente afinación.marchas procesionales
de autores valencianos. Así nos deleitaron con el “Santo Silencio” de Juan Carlos
García; “El Paso de la Verónica”, Julio Ribelles; “Hermandad del Cristo del
Salvador”, de Bernardo Adam; “Al Peu de la Creu”, Pedro José Viso Roger y Crist del
Grau de “José Fernando Cuadrado”.
Y este VESTA, junto a Luisito y Chimo, no acudimos a apoyar a nuestro LEVANTE UD, que jugaba en casa y consiguió un meritorio empate a dos, y estuvimos en el Grao.
Y con las instantáneas de Rafa Montesinos que captó distintos rostros y momentos del sentido Pregón de Jorge, y del referido concierto, los que no pudisteis asistir EOS os ofrece el parlamento completo de JORGE BELLVER CASAÑA al que acompañaron su encantadora esposa Alicia y sus hijas.
“Oh Cristo crucificado y
victorioso, tu Vía Crucis es la síntesis de tu vida, es el icono de tu
obediencia a la voluntad del Padre, es la realización de tu infinito amor por
nosotros pecadores, es la prueba de tu misión, es el cumplimiento definitivo de
la Revelación y de la historia de la salvación”.
Distinguidas autoridades,
ilustres cofrades de la Hermandad del Santísimo Cristo del Grao, reverendo
señor don Antonio Díaz Tortajada, señoras y señores...
Estimados graueros y
graueras devotos del Negret.
Con estas emotivas palabras
comenzó, el pasado Viernes Santo, su oración al Señor el Papa Francisco,
después del Vía Crucis. Y bajo su intercesión permitidme que me ponga para
intentar estar hoy a la altura del honor y la gran responsabilidad que supone
para mí hilar un Pregón del Santísimo Cristo del Grao que cumpla con sus
expectativas.
Gracias
por permitirme participar, en primera persona, de la devoción que el pueblo del
Grao profesa a esta imagen, predestinada hace más de 600 año, porque a ustedes
llegó por el Mediterráneo y a su orilla del Turia se arrimó para quedarse
Porque en el Grao era donde
este Cristo quería reposar, para bendeciros y protegeros.
Para seguir enseñándonos,
desde la humildad y fortaleza de la cruz, que su sacrificio no fue en balde. «Dios
no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él».
Para recordarnos, cada hora
de cada día, que la humanidad merece la pena, y que la vida humana es lo más
valioso del mundo.
Porque por nosotros dio su
vida Jesucristo.
¡Cuánta importancia da Dios
a la vida de los hombres, que ofrece a su hijo como sacrificio, y qué poca
importancia le damos nosotros en cambio! Asistimos atónitos, en ocasiones
vergonzosamente impertérritos, a masacres de jóvenes condenados sólo por el
hecho de ser cristianos. Al bombardeo de pueblos y ciudades, que no distinguen
entre buenos y malos, a la matanza de niños, al secuestro de mujeres y niñas...
al hambre, la desesperación, el dolor y la muerte de inocentes a manos de
quienes, procedentes de cualquier país, raza o credo creen tener el poder de
decidir quien vive y quien muere.
No en vano el Papa
Francisco en su oración de Pascua decía: “En ti, divino amor, vemos aún hoy a
nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en Ti, ante
nuestros ojos y con frecuencia con nuestro silencio cómplice.”
Algunos pecados capitales
como la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira y la envidia se han
convertido por desgracia en protagonistas de la telenovela de esta realidad que
vivimos, que en muchas ocasiones nos gustaría que fuera fantasía.
Si a ellos le sumamos la
indiferencia y el egoísmo, nos podemos encontrar de repente con una sociedad
que ha olvidado sus principios, que ha perdido sus valores... Y eso, amigos y
amigas, no deberíamos consentirlo.
Porque una sociedad sin
principios es la que olvida de dónde viene y a dónde va. Es un pueblo perdido,
un pueblo sin alma, un pueblo sin vida...
Pero afortunadamente hay
momentos y lugares que irradian el poder y la fuerza de la vida. Mucho poder.
Es un impulso que se percibe casi al instante. Y aunque cambian mucho las
circunstancias de cada situación y de cada sitio, la sensación, al menos para
este pregonero que hoy tiene el inmenso honor de ser heraldo de la fiesta del
Santísimo Cristo del Grao, siempre es la misma. Aunque me ha ocurrido en muchas
ocasiones, he detectado que son los lugares sagrados, como la Basílica de San
Pedro del Vaticano, donde el Papa celebra sus homilías, los que me transmiten
esa sensación que es, a la vez, reconfortante e inquietante.
Esta tarde estoy en uno de
esos sitios con poder. Con poder, además, por partida doble:
Por un lado, esta Iglesia
de Santa María del Mar es un recinto sacro donde, generación tras generación,
miles de personas han depositado su fervor y su esperanza, en los buenos y en
los malos momentos.
Ha sido aquí donde, bajo
mil y una circunstancias, los ciudadanos, vecinos o no del Grao, han encontrado
consejo, consuelo y afecto, compartido tanto por Dios como por la comunidad
cristiana que aquí se ha reunido desde hace siglos, como más tarde mencionaré.
Y, además, estamos aquí
todos juntos en un lugar que rezuma abolengo y valencianía por los cuatro
costados. Porque esta iglesia, y lo que representa, puede figurar con orgullo
entre los hitos de la Historia de los valencianos y, como tal, ha sido una de
las piedras angulares sobre las que nos hemos desarrollado como sociedad.
Los valencianos, como
pueblo diferente y diferenciado, empezamos a andar hace siete siglos y medio.
Pues bien, la imagen del Santísimo Cristo del Grao y el fervor que por el
Negret sienten los habitantes del Grao de Valencia, se ha conservado en manos
de este, su pueblo, durante más de seis siglos.
Así que, entre otros muchos
motivos de orgullo, los graueros pueden presumir de haber mantenido en pie una
tradición, con tanta solera y antigüedad como el Misteri d’Elx.
Y con
ella, como es lógico, han ayudado a que lo valenciano y la manera de ver la
vida de los valencianos haya llegado al siglo XXI viva y útil.
Imagino que la historia es
conocida por todos los que están aquí esta tarde. Pero, precisamente en un día
como el de hoy, es cuando cobra más sentido recordarla y conmemorarla.
Porque las historias y
tradiciones que conforman la conciencia de un pueblo se deben repetir muchas
veces. Todas las que haga falta. Para que jamás se olviden. Porque la cultura y
la tradición que se convierte en un fósil, tarde o temprano –como le pasa a los
fósiles– se convertirán en polvo. Y luego, en la nada.
Por ese motivo, y porque
creo que es mi privilegio y mi responsabilidad como pregonero, quiero narrar
esta historia delante de su protagonista y de aquellos –todos ustedes– que son
sus guardianes y custodios para ésta y las próximas generaciones, y poner así
mi granito de arena al mantenimiento de esta tradición tan auténtica y, sobre
todo, tan nuestra.
Decía antes que el fervor
al Negret es una de las fiestas más antiguas de la Comunidad Valenciana, y
también de las más ilustres, por la cantidad y calidad de los personajes
históricos que se vieron envueltos en ella desde el principio.
Y
decía que, de los siete siglos y medio que hace desde que los valencianos
empezamos a transitar por la Historia, el Negret ha caminado con nosotros desde
hace seis.
Así que pocas tradiciones
pueden presumir de habernos servido de guía espiritual y ejemplo durante tanto
tiempo. Y además haberlo hecho tan bien.
Y es que estamos hablando
de una tradición cuya partida de nacimiento se remonta, exactamente, al 15 de
agosto de 1411. Se cuenta que aquel día, Fiesta de la Asunción, comenzó a sonar
la campana de la Porta de la Mar de la Torre del Vigía de la Playa, cuando la
gente de lo que entonces era la Vila Nova del Grao, se empezó a congregar
entorno a este lugar.
Y se maravillaron al ver
que nadie tiraba de las cuerdas que hacían cantar las campanas. Un asombro que
se vio engrandecido en el momento en que, como siempre, volvieron la mirada a
la mar. Y comprobaron que en el horizonte se recortaba la silueta de lo que, en
un principio, tomaron como los mástiles de una embarcación, que resultó no ser
tal, sino un Cristo crucificado sobre el madero y una escalera de 33 peldaños.
Un Cristo que, majestuosamente, se acercaba a la orilla, mecido por las olas de
nuestro querido mar Mediterráneo.
La gente que contempló la
llegada del Cristo, y escuchó el ruido de campanas, se acercó a la ribera,
recogió la talla y la trajo hasta aquí.
Entonces, esta Iglesia era
diferente. Bastante más pequeña.
Pero lo ocurrido no sería
una historia de hondas raíces valencianas si no tuviera, como casi siempre en
la Historia, una disputa ancestral.
Recopiladores de las
tradiciones valencianas, como el padre Juan Luis Corbín, o el historiador
Cubero Sebastián, coinciden en relatar que el arribo de la imagen se produjo en
la desembocadura del Turia, cuya ribera derecha estaba bajo la jurisdicción de
la parroquia de San Valero y San Vicente del barrio de Ruzafa. Ellos vieron
venir también la talla flotando por las aguas y, al día siguiente, un grupo de
ellos se presentó aquí para reclamar la imagen. Por las buenas o por las malas.
Los valencianos tenemos
cierta tendencia a pelearnos, sí, pero, también es cierto que rara vez ha
llegado la sangre al río.
Antes de que la cosa fuera
a mayores y alguien hiciera alguna estupidez, el cura párroco de esta iglesia
decidió constituir una comisión y exponer el caso al gobernador general de
Valencia y al obispo de la capital.
Las autoridades, en un
gesto de inteligencia, decidieron dejar al Cristo la decisión, y una
embarcación de ocho remeros lo llevó a una legua de la costa y lo dejó en alta
mar.
Rápidamente, el Cristo y la
escala de treinta y tres peldaños se elevaron sobre las aguas y volvió hacia la
desembocadura del Turia donde, en la ribera de Ruzafa, sus habitantes se
echaron al agua enarbolando ganchos para intentar atrapar la imagen que, con
una fuerza incuestionable, se fue hacia la orilla del Grao.
Porque el Negret, simplemente,
quería ser grauero.
Ante tal inapelable
resultado, los habitantes de la Vila Nova estallaron en júbilo y trajeron a su
Cristo a este recinto en una gran procesión.
Con todo, creo que es justo
recordar en este momento que el Negret, claramente grauero, nunca ha olvidado
al pueblo de Ruzafa, tierra del gancho, pues allí son grandes devotos del
Santísimo Cristo.
Y por eso quiso estar con
ellos físicamente con motivo de la celebración del 600 aniversario, en la que
además, se produjo la firma del protocolo de hermanamiento de las dos
parroquias, la de Santa María del Mar y la de San Valero.
No seré yo, no obstante,
quien intente glosar el momento en que el Negret entró en San Valero, pues eso
nadie lo puede hacer con la pasión, la emoción y la fe con que lo hace mi
amigo, nuestro amigo y presidente honorifico de esta vuestra Ilustre Hermandad,
Ramiro Martín. Un creyente ejemplar, y una excelente persona, como sabéis.
Pero volviendo a la Historia, y como les decía, los vecinos de la Vilanova tras la gran procesión celebraron una misa de acción de gracias cuya homilía corrió a cargo de uno de los valencianos más universales: San Vicente Ferrer.
Y con la intervención del
gran santo valenciano –cuyo pregón de sus fiestas, casualmente, este portavoz
que hoy les habla, también tuvo el honor de poder hacer el año pasado– digo que
con su intervención, la historia se fue enriqueciendo.
Dijo Sant Vicent en su
homilía que sabía de donde venía el Cristo. Que había sido arrojado al río
Segre a su paso por Lérida y que, desde allí, había pasado al cauce del Cinca;
y del Cinca al Ebro; y del Ebro, por Tortosa, al Mediterráneo, hasta llegar
hasta donde quería tener su hogar. Usando las palabras del propio Sant Vicent:
“Com fil desamparat, ha
vingut en busca de sa mare que està en la Vila Nova de Santa Maria perquè ací
saben tractar bé a sa Mare i sap que el tractaran bé a d’ell”.
Sabido esto, por supuesto,
llegó otro problema. Porque, cuando los de Lérida se enteraron, también
reclamaron el Cristo. No iba a ser la primera ni la última vez que, desde
Cataluña, reclamaban a los valencianos algo que no les pertenecía… pero bueno…
Y Benedicto, que para
permanecer en sus trece fue único en la Historia, como todo el mundo sabe,
finalmente decretó que el Cristo del Grao pertenecía al Grao.
Y en el Grao se quedó, en
el Grao sigue y en el Grao continuará.
Pero como casi todo lo que
tiene solera, también ha tenido que padecer vicisitudes de todo tipo. Nuestro
Negret no siempre ha estado aquí en su casa. De 1808 a 1812 estuvo en Ibiza,
evacuado para protegerlo de los estragos de la Guerra de la Independencia. Y
fue precisamente por ello, para reconciliarse con el pueblo marinero de
Valencia, que aquel rey impuesto por Napoleón, José Bonaparte, ordenó que se
rindieran honores militares a las imágenes de la Semana Santa Marinera
iniciando así la tradición de las Corporaciones de Granaderos que, hoy en día,
siguen escoltando a los tronos-anda de nuestra Semana Santa.
No sería la última vez que
el Negret tendría que partir hacia el exilio, aunque esta vez estuvo más cerca.
Durante la Guerra Civil, la Imagen compartió armario y escondite con la
Geperudeta en el Archivo Histórico del Ayuntamiento de Valencia. Allí estuvo
hasta que el episodio más negro de la Historia de España del siglo XX concluyó,
y el Cristo tuvo su regreso solemne en una gran misa que se celebró el 2 de
mayo de 1940.
Desde
entonces, aquí ha estado, aquí está y aquí estará.
Y estará, a partir de ahora, mejor de lo que ha estado nunca. Porque, gracias al trabajo que se ha realizado en les Corts Valencianes, el Santísimo Cristo del Grao, el entrañable Negret de la Valencia marinera, podrá ser considerado como un elemento a proteger por la nueva Ley de Señas de Identidad.
El Gobierno valenciano
tiene muy claro que los valencianos somos lo que somos gracias a un buen número
de circunstancias históricas, económicas y sociales. Pero también porque hemos
sabido mantener tradiciones y costumbres desde hace siglos.
Estamos hablando de un
enorme conglomerado que va desde nuestra lengua valenciana a los deportes
autóctonos, y también de tradiciones, actos de fe, costumbres, fiestas y
elementos que conforman un tesoro que hemos de proteger.
Gracias a la nueva Ley de
Señas de Identidad, que tuve la satisfacción de defender personalmente, el
Santísimo Cristo del Grao, el Negret, cuenta con un instrumento legislativo de
primer orden para que esta tradición, esta advocación, este signo de identidad
cristiana y valenciana encare los retos del siglo XXI con mayor seguridad.
Gracias
a la Ley de Señas de Identidad valencianas que ha impulsado el Consell, el
Cristo del Grao tendrá la máxima consideración legislativa e institucional y
será responsabilidad de la Generalitat velar para su mantenimiento y promoción.
No se puede querer lo que
no se conoce. Y aunque, aquí y hoy, todos los que estamos, sabemos y apreciamos
lo que esta fiesta significa, tenemos la obligación de legar a nuestros hijos
lo mejor que nos dejaron nuestros padres.
Tenemos el deber de ceder
esta celebración a las nuevas generaciones que nos siguen, pues solo ellas
pueden garantizar su futuro.
Tenemos la responsabilidad
de hacerles entender que, hablar del Cristo del Grao es hablar de lo mejor que
somos capaces como pueblo.
Tenemos que asumir el
compromiso de educarlos en el convencimiento de que querer al Cristo del Grao
es querer a Valencia.
Una Valencia marítima, y
por tanto, marinera y abierta. Podemos decir con orgullo que hemos sido una de
las puertas de España para casi todo lo que nos ha hecho ser como somos.
Y
gracias a esta condición de ciudad abierta y acogedora, por aquí ha entrado
todo lo bueno –y algunas cosas malas– que nos han permitido prosperar. Llegaron
aquí los fenicios y se quedaron para darnos nuestro carácter de astutos
mercaderes; los griegos que aquí se instalaron nos aportaron nuestro aprecio
por la belleza y la alegría de vivir. Con los romanos llegó la fundación de
esta ciudad y también el Derecho y nuestro gusto por la Ley. De nuestra
herencia árabe mostramos nuestra laboriosidad y prosperidad de orgullosos
labradores de la mejor Huerta de Europa.
Por este puerto y esta mar
llegó el Cristianismo, el Renacimiento, los avances de la industria y el
comercio y, cómo no, llegó el Santísimo Cristo del Grao al que hoy rendimos
merecido homenaje.
Por este puerto y por esta
mar han de venir todavía muchas cosas buenas, pero también ha de salir todo lo
bueno que tenemos los valencianos que ofrecer al mundo de la era de la
globalización. Y entre ellas, hemos de saber exportar nuestras fiestas y
nuestras tradiciones, como la del Negret.
Hoy más que nunca
necesitamos estar unidos entorno a lo que somos, a lo que sentimos, a lo que
defendemos y a lo que aspiramos ser y mantener en el futuro.
Para ello, necesitamos la
fe del pueblo valenciano en sus propias capacidades, su firme propósito de
permanecer unido cuando el interés general reclame este consenso, y la enorme
responsabilidad que siempre ha demostrado, para seguir defendiendo y
reivindicando nuestras creencias, nuestras raíces, nuestra lengua, nuestra
cultura y nuestras tradiciones.
Nuestro queridísimo y
admirado San Vicente Ferrer, primer Hermano Mayor de la Hermandad del Santísimo
Cristo del Grao aseguró en uno de sus sermones: "A los ojos de Dios, no
hay mas que hombres con vocaciones diferentes, sin duda, pero todos iguales en
los méritos de Cristo crucificado".
Todos iguales y todos
juntos conseguiremos lo que nos propongamos, como el gran pueblo que somos.
Por supuesto, con la ayuda
del Santísimo Cristo del Grao, a qui ara em dirigisc en la nostra benvolguda
llengua valenciana, per acabar en este pregó. I ho faig en la mateixa oració en
la que els grauers es dirigiu a ell.
Per agraïr que jo també,
des hui mateixa, soc grauer per l’honor que m’han fet des de la Hermandat de
nomenar-me pregoner, i per a que continue cuidant-mos a tots els Valencians.
Per aixó, pregue al Santísim Cristo del Grau:
Sembrant la pietat i la pau
A nostra platja arribares
Als teus fills no
desampares
Santísim Cristo del Grau
Vixca el Santisim Cristo
del Grau!
Vixca València!"
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