martes, 21 de abril de 2015

EL VESTA:JORGE BELLVER, "POR ESTE PUERTO Y POR ESTA MAR HAN DE VENIR TODAVÍA MUCHAS COSAS BUENAS, PERO TAMBIÉN HA DE SALIR TODO LO BUENO QUE TENEMOS LOS VALENCIANOS QUE OFRECER AL MUNDO DE LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN. Y ENTRE ELLAS, HEMOS DE SABER EXPORTAR NUESTRAS FIESTAS Y NUESTRAS TRADICIONES, COMO LA DEL NEGRET "

FOTOS  RAFA MONTESINOS
FCM.- El pasado viernes en el templo parroquial de Santa Maria del Mar. Jorge Bellver, desgranó un social, documentado, histórico y sentido pregón lleno de historia grauera, pero sobre todo con mucha fe y devoción recordando:" Por este puerto y esta mar llegó el Cristianismo, el Renacimiento, los avances de la industria y el comercio y, cómo no, llegó el Santísimo Cristo del Grao al que hoy rendimos merecido homenaje". 
Antonio Romero, uno de los componentes de la comisión gestora, presentó el acto y el presidente perpetuo de la M.I. Hermandad, nuestro amigo, Ramiro Martín Pescador glosó la brillante trayectoria política del actual Síndic del Partido Popular en Las Cortes Valencianas.Entre las autoridades, asistentes el presidente de la APV, Rafael Aznar; el concejal de Fiestas, Francisco Lledó, el edil de Deportes y teniente de alcalde, Cristóbal Grau; el fiel colaborador de Jorge y actual edil Carlos Mundina; del grupo socialista, Pedro Sánchez lel diputado y portavoz adjunto popular, y que fue alcalde deSagunto, Alfredo Castello;el Director General de la Conselleria de Infraestructuras, Vicente Dómine; el Comandante Naval de Valencia, y el Capitán del Cuartel de Cantarranas, responsable del puerto y aeropuerto; el presidente de la Junta Mayor de la Semana Santa Marinera de Valencia, el amigo Francisco Carles Salvador, y el de la JHSSDV, Antonio Atienza además del vicepresidente de la Junta Central Vicentina, Santiago Ruiz, Mari Carmen Serra, secretaria de la Cofradía del Carmen del Grao, Luis Timón en su calidad de vicepresidente del Consejo general de Reales Academias e Institutos de España, y representantes de los colectivos semanasanteros del Grao, y de Alboraya la presidente de la Real Cofradía de Jesús en la Columna del Cabañal, entre otros.


 El magnífico concierto de la banda sinfónica del Ateneo Musical del Puerto, dirigido por su titular, el gran Isidro Coll Ballesteros dieron un brillante inicio a las fiestas de la Cruz 2015 en honor al SANTISIMO CRISTO DEL GRAO. Ya que interpretaron magistralmente y con una excelente afinación.marchas procesionales de autores valencianos. Así nos deleitaron con el “Santo Silencio” de Juan Carlos García; “El Paso de la Verónica”, Julio Ribelles; “Hermandad del Cristo del Salvador”, de Bernardo Adam; “Al Peu de la Creu”, Pedro José Viso Roger y Crist del Grau de “José Fernando Cuadrado”. 
Y este  VESTA, junto a Luisito y Chimo, no acudimos a apoyar a nuestro LEVANTE UD, que jugaba en casa y consiguió un meritorio empate a dos, y estuvimos en el Grao.
 Y con las instantáneas de Rafa Montesinos que captó distintos rostros y momentos del sentido Pregón de Jorge, y del referido concierto, los que no pudisteis asistir EOS os ofrece el parlamento completo de JORGE BELLVER CASAÑA al que acompañaron su encantadora esposa Alicia y sus hijas.
 “Oh Cristo crucificado y victorioso, tu Vía Crucis es la síntesis de tu vida, es el icono de tu obediencia a la voluntad del Padre, es la realización de tu infinito amor por nosotros pecadores, es la prueba de tu misión, es el cumplimiento definitivo de la Revelación y de la historia de la salvación”.
Distinguidas autoridades, ilustres cofrades de la Hermandad del Santísimo Cristo del Grao, reverendo señor don Antonio Díaz Tortajada, señoras y señores...
 Estimados graueros y graueras devotos del Negret.
Con estas emotivas palabras comenzó, el pasado Viernes Santo, su oración al Señor el Papa Francisco, después del Vía Crucis. Y bajo su intercesión permitidme que me ponga para intentar estar hoy a la altura del honor y la gran responsabilidad que supone para mí hilar un Pregón del Santísimo Cristo del Grao que cumpla con sus expectativas.

Gracias por permitirme participar, en primera persona, de la devoción que el pueblo del Grao profesa a esta imagen, predestinada hace más de 600 año, porque a ustedes llegó por el Mediterráneo y a su orilla del Turia se arrimó para quedarse  

 Porque en el Grao era donde este Cristo quería reposar, para bendeciros y protegeros.
Para seguir enseñándonos, desde la humildad y fortaleza de la cruz, que su sacrificio no fue en balde. «Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».
Para recordarnos, cada hora de cada día, que la humanidad merece la pena, y que la vida humana es lo más valioso del mundo.
Porque por nosotros dio su vida Jesucristo.
 ¡Cuánta importancia da Dios a la vida de los hombres, que ofrece a su hijo como sacrificio, y qué poca importancia le damos nosotros en cambio! Asistimos atónitos, en ocasiones vergonzosamente impertérritos, a masacres de jóvenes condenados sólo por el hecho de ser cristianos. Al bombardeo de pueblos y ciudades, que no distinguen entre buenos y malos, a la matanza de niños, al secuestro de mujeres y niñas... al hambre, la desesperación, el dolor y la muerte de inocentes a manos de quienes, procedentes de cualquier país, raza o credo creen tener el poder de decidir quien vive y quien muere.
No en vano el Papa Francisco en su oración de Pascua decía: “En ti, divino amor, vemos aún hoy a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en Ti, ante nuestros ojos y con frecuencia con nuestro silencio cómplice.”
 Algunos pecados capitales como la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira y la envidia se han convertido por desgracia en protagonistas de la telenovela de esta realidad que vivimos, que en muchas ocasiones nos gustaría que fuera fantasía.
Si a ellos le sumamos la indiferencia y el egoísmo, nos podemos encontrar de repente con una sociedad que ha olvidado sus principios, que ha perdido sus valores... Y eso, amigos y amigas, no deberíamos consentirlo.
Porque una sociedad sin principios es la que olvida de dónde viene y a dónde va. Es un pueblo perdido, un pueblo sin alma, un pueblo sin vida...
 Pero afortunadamente hay momentos y lugares que irradian el poder y la fuerza de la vida. Mucho poder. Es un impulso que se percibe casi al instante. Y aunque cambian mucho las circunstancias de cada situación y de cada sitio, la sensación, al menos para este pregonero que hoy tiene el inmenso honor de ser heraldo de la fiesta del Santísimo Cristo del Grao, siempre es la misma. Aunque me ha ocurrido en muchas ocasiones, he detectado que son los lugares sagrados, como la Basílica de San Pedro del Vaticano, donde el Papa celebra sus homilías, los que me transmiten esa sensación que es, a la vez, reconfortante e inquietante.
Esta tarde estoy en uno de esos sitios con poder. Con poder, además, por partida doble:
 Por un lado, esta Iglesia de Santa María del Mar es un recinto sacro donde, generación tras generación, miles de personas han depositado su fervor y su esperanza, en los buenos y en los malos momentos.
Ha sido aquí donde, bajo mil y una circunstancias, los ciudadanos, vecinos o no del Grao, han encontrado consejo, consuelo y afecto, compartido tanto por Dios como por la comunidad cristiana que aquí se ha reunido desde hace siglos, como más tarde mencionaré.

 Y, además, estamos aquí todos juntos en un lugar que rezuma abolengo y valencianía por los cuatro costados. Porque esta iglesia, y lo que representa, puede figurar con orgullo entre los hitos de la Historia de los valencianos y, como tal, ha sido una de las piedras angulares sobre las que nos hemos desarrollado como sociedad.
 Los valencianos, como pueblo diferente y diferenciado, empezamos a andar hace siete siglos y medio. Pues bien, la imagen del Santísimo Cristo del Grao y el fervor que por el Negret sienten los habitantes del Grao de Valencia, se ha conservado en manos de este, su pueblo, durante más de seis siglos.
 Así que, entre otros muchos motivos de orgullo, los graueros pueden presumir de haber mantenido en pie una tradición, con tanta solera y antigüedad como el Misteri d’Elx.

Y con ella, como es lógico, han ayudado a que lo valenciano y la manera de ver la vida de los valencianos haya llegado al siglo XXI viva y útil. 

 Imagino que la historia es conocida por todos los que están aquí esta tarde. Pero, precisamente en un día como el de hoy, es cuando cobra más sentido recordarla y conmemorarla. 
 Porque las historias y tradiciones que conforman la conciencia de un pueblo se deben repetir muchas veces. Todas las que haga falta. Para que jamás se olviden. Porque la cultura y la tradición que se convierte en un fósil, tarde o temprano –como le pasa a los fósiles– se convertirán en polvo. Y luego, en la nada. 
 Por ese motivo, y porque creo que es mi privilegio y mi responsabilidad como pregonero, quiero narrar esta historia delante de su protagonista y de aquellos –todos ustedes– que son sus guardianes y custodios para ésta y las próximas generaciones, y poner así mi granito de arena al mantenimiento de esta tradición tan auténtica y, sobre todo, tan nuestra.
 Decía antes que el fervor al Negret es una de las fiestas más antiguas de la Comunidad Valenciana, y también de las más ilustres, por la cantidad y calidad de los personajes históricos que se vieron envueltos en ella desde el principio.

Y decía que, de los siete siglos y medio que hace desde que los valencianos empezamos a transitar por la Historia, el Negret ha caminado con nosotros desde hace seis.

 Así que pocas tradiciones pueden presumir de habernos servido de guía espiritual y ejemplo durante tanto tiempo. Y además haberlo hecho tan bien.
Y es que estamos hablando de una tradición cuya partida de nacimiento se remonta, exactamente, al 15 de agosto de 1411. Se cuenta que aquel día, Fiesta de la Asunción, comenzó a sonar la campana de la Porta de la Mar de la Torre del Vigía de la Playa, cuando la gente de lo que entonces era la Vila Nova del Grao, se empezó a congregar entorno a este lugar.
 Y se maravillaron al ver que nadie tiraba de las cuerdas que hacían cantar las campanas. Un asombro que se vio engrandecido en el momento en que, como siempre, volvieron la mirada a la mar. Y comprobaron que en el horizonte se recortaba la silueta de lo que, en un principio, tomaron como los mástiles de una embarcación, que resultó no ser tal, sino un Cristo crucificado sobre el madero y una escalera de 33 peldaños. Un Cristo que, majestuosamente, se acercaba a la orilla, mecido por las olas de nuestro querido mar Mediterráneo.
La gente que contempló la llegada del Cristo, y escuchó el ruido de campanas, se acercó a la ribera, recogió la talla y la trajo hasta aquí.
Entonces, esta Iglesia era diferente. Bastante más pequeña. 
 Pero, lo importante no es el aspecto o el tamaño que tuviera la Iglesia entonces, sino que ya estaba aquí, construida bajo la advocación de la Asunción de la Virgen, todo y que, ya a principios del siglo XIV, era conocida con su nombre actual: Santa María del Mar.
Pero lo ocurrido no sería una historia de hondas raíces valencianas si no tuviera, como casi siempre en la Historia, una disputa ancestral.
Recopiladores de las tradiciones valencianas, como el padre Juan Luis Corbín, o el historiador Cubero Sebastián, coinciden en relatar que el arribo de la imagen se produjo en la desembocadura del Turia, cuya ribera derecha estaba bajo la jurisdicción de la parroquia de San Valero y San Vicente del barrio de Ruzafa. Ellos vieron venir también la talla flotando por las aguas y, al día siguiente, un grupo de ellos se presentó aquí para reclamar la imagen. Por las buenas o por las malas.
Los valencianos tenemos cierta tendencia a pelearnos, sí, pero, también es cierto que rara vez ha llegado la sangre al río.
Antes de que la cosa fuera a mayores y alguien hiciera alguna estupidez, el cura párroco de esta iglesia decidió constituir una comisión y exponer el caso al gobernador general de Valencia y al obispo de la capital.
Las autoridades, en un gesto de inteligencia, decidieron dejar al Cristo la decisión, y una embarcación de ocho remeros lo llevó a una legua de la costa y lo dejó en alta mar. 
Rápidamente, el Cristo y la escala de treinta y tres peldaños se elevaron sobre las aguas y volvió hacia la desembocadura del Turia donde, en la ribera de Ruzafa, sus habitantes se echaron al agua enarbolando ganchos para intentar atrapar la imagen que, con una fuerza incuestionable, se fue hacia la orilla del Grao.
Porque el Negret, simplemente, quería ser grauero.
Ante tal inapelable resultado, los habitantes de la Vila Nova estallaron en júbilo y trajeron a su Cristo a este recinto en una gran procesión.
Con todo, creo que es justo recordar en este momento que el Negret, claramente grauero, nunca ha olvidado al pueblo de Ruzafa, tierra del gancho, pues allí son grandes devotos del Santísimo Cristo.
Y por eso quiso estar con ellos físicamente con motivo de la celebración del 600 aniversario, en la que además, se produjo la firma del protocolo de hermanamiento de las dos parroquias, la de Santa María del Mar y la de San Valero. 
 
No seré yo, no obstante, quien intente glosar el momento en que el Negret entró en San Valero, pues eso nadie lo puede hacer con la pasión, la emoción y la fe con que lo hace mi amigo, nuestro amigo y presidente honorifico de esta vuestra Ilustre Hermandad, Ramiro Martín. Un creyente ejemplar, y una excelente persona, como sabéis. 
  Pero volviendo a la Historia, y como les decía, los vecinos de la Vilanova tras la gran procesión celebraron una misa de acción de gracias cuya homilía corrió a cargo de uno de los valencianos más universales: San Vicente Ferrer.
Y con la intervención del gran santo valenciano –cuyo pregón de sus fiestas, casualmente, este portavoz que hoy les habla, también tuvo el honor de poder hacer el año pasado– digo que con su intervención, la historia se fue enriqueciendo.

 Dijo Sant Vicent en su homilía que sabía de donde venía el Cristo. Que había sido arrojado al río Segre a su paso por Lérida y que, desde allí, había pasado al cauce del Cinca; y del Cinca al Ebro; y del Ebro, por Tortosa, al Mediterráneo, hasta llegar hasta donde quería tener su hogar. Usando las palabras del propio Sant Vicent:

 “Com fil desamparat, ha vingut en busca de sa mare que està en la Vila Nova de Santa Maria perquè ací saben tractar bé a sa Mare i sap que el tractaran bé a d’ell”.
Sabido esto, por supuesto, llegó otro problema. Porque, cuando los de Lérida se enteraron, también reclamaron el Cristo. No iba a ser la primera ni la última vez que, desde Cataluña, reclamaban a los valencianos algo que no les pertenecía… pero bueno…

 El caso es que, al final, fue el papa de Peñíscola, el Papa Luna, el que tuvo que enderezar el entuerto, como decía don Quijote. 
Y Benedicto, que para permanecer en sus trece fue único en la Historia, como todo el mundo sabe, finalmente decretó que el Cristo del Grao pertenecía al Grao.
Y en el Grao se quedó, en el Grao sigue y en el Grao continuará. 
 Pero como casi todo lo que tiene solera, también ha tenido que padecer vicisitudes de todo tipo. Nuestro Negret no siempre ha estado aquí en su casa. De 1808 a 1812 estuvo en Ibiza, evacuado para protegerlo de los estragos de la Guerra de la Independencia. Y fue precisamente por ello, para reconciliarse con el pueblo marinero de Valencia, que aquel rey impuesto por Napoleón, José Bonaparte, ordenó que se rindieran honores militares a las imágenes de la Semana Santa Marinera iniciando así la tradición de las Corporaciones de Granaderos que, hoy en día, siguen escoltando a los tronos-anda de nuestra Semana Santa.

 No sería la última vez que el Negret tendría que partir hacia el exilio, aunque esta vez estuvo más cerca. Durante la Guerra Civil, la Imagen compartió armario y escondite con la Geperudeta en el Archivo Histórico del Ayuntamiento de Valencia. Allí estuvo hasta que el episodio más negro de la Historia de España del siglo XX concluyó, y el Cristo tuvo su regreso solemne en una gran misa que se celebró el 2 de mayo de 1940.

Desde entonces, aquí ha estado, aquí está y aquí estará. 

 Y estará, a partir de ahora, mejor de lo que ha estado nunca. Porque, gracias al trabajo que se ha realizado en les Corts Valencianes, el Santísimo Cristo del Grao, el entrañable Negret de la Valencia marinera, podrá ser considerado como un elemento a proteger por la nueva Ley de Señas de Identidad.
El Gobierno valenciano tiene muy claro que los valencianos somos lo que somos gracias a un buen número de circunstancias históricas, económicas y sociales. Pero también porque hemos sabido mantener tradiciones y costumbres desde hace siglos.
Estamos hablando de un enorme conglomerado que va desde nuestra lengua valenciana a los deportes autóctonos, y también de tradiciones, actos de fe, costumbres, fiestas y elementos que conforman un tesoro que hemos de proteger.
Gracias a la nueva Ley de Señas de Identidad, que tuve la satisfacción de defender personalmente, el Santísimo Cristo del Grao, el Negret, cuenta con un instrumento legislativo de primer orden para que esta tradición, esta advocación, este signo de identidad cristiana y valenciana encare los retos del siglo XXI con mayor seguridad.

Gracias a la Ley de Señas de Identidad valencianas que ha impulsado el Consell, el Cristo del Grao tendrá la máxima consideración legislativa e institucional y será responsabilidad de la Generalitat velar para su mantenimiento y promoción. 

 No se puede querer lo que no se conoce. Y aunque, aquí y hoy, todos los que estamos, sabemos y apreciamos lo que esta fiesta significa, tenemos la obligación de legar a nuestros hijos lo mejor que nos dejaron nuestros padres.
Tenemos el deber de ceder esta celebración a las nuevas generaciones que nos siguen, pues solo ellas pueden garantizar su futuro.
Tenemos la responsabilidad de hacerles entender que, hablar del Cristo del Grao es hablar de lo mejor que somos capaces como pueblo.
Tenemos que asumir el compromiso de educarlos en el convencimiento de que querer al Cristo del Grao es querer a Valencia.
Una Valencia marítima, y por tanto, marinera y abierta. Podemos decir con orgullo que hemos sido una de las puertas de España para casi todo lo que nos ha hecho ser como somos.

Y gracias a esta condición de ciudad abierta y acogedora, por aquí ha entrado todo lo bueno –y algunas cosas malas– que nos han permitido prosperar. Llegaron aquí los fenicios y se quedaron para darnos nuestro carácter de astutos mercaderes; los griegos que aquí se instalaron nos aportaron nuestro aprecio por la belleza y la alegría de vivir. Con los romanos llegó la fundación de esta ciudad y también el Derecho y nuestro gusto por la Ley. De nuestra herencia árabe mostramos nuestra laboriosidad y prosperidad de orgullosos labradores de la mejor Huerta de Europa. 

 Por este puerto y esta mar llegó el Cristianismo, el Renacimiento, los avances de la industria y el comercio y, cómo no, llegó el Santísimo Cristo del Grao al que hoy rendimos merecido homenaje.
 Por este puerto y por esta mar han de venir todavía muchas cosas buenas, pero también ha de salir todo lo bueno que tenemos los valencianos que ofrecer al mundo de la era de la globalización. Y entre ellas, hemos de saber exportar nuestras fiestas y nuestras tradiciones, como la del Negret.
 No tengamos miedo en intentar ampliar lo que saben de nosotros los otros pueblos. Para eso tenemos tradiciones tan auténticas y tan arraigadas como el fervor al Cristo del Grao, y para eso contamos con instrumentos como la nueva Ley de Señas de Identidad. Para, al menos, intentarlo.
 Amigas y amigos,
Hoy más que nunca necesitamos estar unidos entorno a lo que somos, a lo que sentimos, a lo que defendemos y a lo que aspiramos ser y mantener en el futuro.
Para ello, necesitamos la fe del pueblo valenciano en sus propias capacidades, su firme propósito de permanecer unido cuando el interés general reclame este consenso, y la enorme responsabilidad que siempre ha demostrado, para seguir defendiendo y reivindicando nuestras creencias, nuestras raíces, nuestra lengua, nuestra cultura y nuestras tradiciones. 

Nuestro queridísimo y admirado San Vicente Ferrer, primer Hermano Mayor de la Hermandad del Santísimo Cristo del Grao aseguró en uno de sus sermones: "A los ojos de Dios, no hay mas que hombres con vocaciones diferentes, sin duda, pero todos iguales en los méritos de Cristo crucificado". 
 Todos iguales y todos juntos conseguiremos lo que nos propongamos, como el gran pueblo que somos.
Por supuesto, con la ayuda del Santísimo Cristo del Grao, a qui ara em dirigisc en la nostra benvolguda llengua valenciana, per acabar en este pregó. I ho faig en la mateixa oració en la que els grauers es dirigiu a ell.

 Per agraïr que jo també, des hui mateixa, soc grauer per l’honor que m’han fet des de la Hermandat de nomenar-me pregoner, i per a que continue cuidant-mos a tots els Valencians. Per aixó, pregue al Santísim Cristo del Grau:

Sembrant la pietat i la pau
A nostra platja arribares
Als teus fills no desampares
Santísim Cristo del Grau
Vixca el Santisim Cristo del Grau!
Vixca València!"

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