lunes, 24 de noviembre de 2014

LA COLUMNA DE JOVIHA EN EOS:CRISTIANISMO Y EL ARTE, REPRESENTACIONES CURIOSAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

José Vilaseca Haro es un escritor, hijo del que fuera Secretario General de nuestra Junta Mayor, Pepe Vilaseca Pizá.-JOVIPI.Cuyo galardón en su recuerdo otorgamos cada tres años a personas o entidades que difundan nuestra Semana Santa Marinera.

La obra creativa de JOVIHA comenzó en 1998.A lo largo de los años, ha participado en diversos certámenes literarios locales, hasta que, decantado definitivamente por la novela, en 2007 presentó su obra Llamadme Monstruo al Premio Planeta. Probó suerte de nuevo con la obra Padre Muerte, en la edición de 2008 , que finalmente publicaría en 2009, y en la última edición de dicho certamen participó con Los últimos días.En 2011, quedó finalista del VII Certamen de Novela Histórica "Ciudad de Valeria", con su novela Gladius Hispaniensis. En 2012 se alzó con el VIII Certamen de Novela Histórica "Ciudad de Valeria" con su novela Sidi: Mi señor, ambientada al final de la Primera Cruzada.
El pasado año 2013 fue el encargado de realizar el “introito” en el Sopar de la Creu Marinera, y ahora sigue compartiendo con los lectores de este blog una serie de artículos de su cosecha.Aqui teneis uno nuevo, hoy CRISTO Y EL ARTE.
FOTOS  ARCHIVO 

CRISTIANISMO Y EL ARTE, REPRESENTACIONES CURIOSAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Por José Vilaseca Haro

Escritor
Lo cierto es que me ha costado bastante empezar esta reseña de blog. En primer lugar, porque debía tener mucha precaución con el tono de la misma: Demasiado desenfadada podría interpretarse como irrespetuosa, mientras que excesivamente rígida animaría al aburrimiento. Así que vamos a intentar tirar por la calle del medio, y rogaremos a la imagen del Cristo que reverenciamos para que nos guíe.

Pues de eso precisamente vengo a hablarles hoy, queridos amigos del blog de EOS: De imágenes de Cristo. Pero no cualquier imagen, sino aquellas particularmente llamativas y curiosas, que de algún modo nos llaman la atención y, de paso, hacer una lectura de si su visión del momento de la vida de nuestro Señor (flagelado, coronado, crucificado o yacente), puede interpretarse como históricamente correcta.

El motivo por el cual quiero compartir este pequeño artículo son dos imágenes de nuestra Semana Santa y nuestras Parroquias, que me llamaron la atención: La primera, una fotografía aparecida en este blog de EOS en la que, no sé bien el motivo, la imagen titular de la Hermandad de Jesús con la Cruz... ¡aparecía sin cruz! Así, la posición de Jesús cargando un peso invisible resulta, cuanto menos, llamativa.

La segunda es una estampa que se entregó durante la festividad de Todos los Santos en la Parroquia de Santa María del Mar. Se trata de una pintura de un Cristo crucificado sin perizorium (paño de pureza atado a la cintura y cubriéndole los genitales), por lo que dicha zona aparece difuminada.
.
Quisiera empezar precisamente por aquí, haciendo un breve recorrido por las representaciones de Jesucristo desnudo como forma de iniciar esas “curiosidades”

1. LA DESNUDEZ DE CRISTO

A pesar de que todavía nos resulta chocante, las pinturas o esculturas de Nuestro Señor tal y como su madre lo trajo al mundo no son precisamente una creación nueva, ultramoderna y transgresora, ni se limitan exclusivamente al momento de la crucifixión.

El bautismo de Cristo por parte de Juan el Bautista aporta alguna de las primeras imágenes de Jesús desnudo. Parcial o totalmente sumergido en las aguas del río Jordán, aparece desprovisto de todo ropaje en un fresco del Baptisterio neoniano de Rávena, en ltalia, nada menos que en el siglo IV.

 así como en el Monasterio de Daphni en Grecia, del siglo VI (construido, curiosamente, en el mismo lugar en que los godos arrasaron el templo de Apolo), siendo la iglesia principal del siglo XI.
 Evidentemente, y siendo el elemento central de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, encontramos muchos ejemplos de desnudez en la Crucifixión. Quizá tenga sentido histórico debido a que la exposición del cuerpo del reo tenía un componente de vergüenza y humillación pública importante. Varios autores (como Dionisio de Halicarnaso), hablan de que antes de ser clavados en la cruz, los cuerpos de los condenados se desnudaban por completo.

Incluso en los Evangelios hay una referencia inequívoca a la posible desnudez de Cristo en su última hora (en todos se habla de que “se repartieron la ropa echándolo a suertes” como era costumbre entre los legionarios romanos, siendo en Juan 19, 23 y 24 donde se explica de forma más extensa).

Es curioso que la imagen del paño de pureza o “perizoma” (que, como reliquia, se venera en la catedral de Aquisgrán), el pedazo de lienzo que cubre las vergüenzas de Nuestro Señor en muchas imágenes, no aparece en los evangelios canónicos sino en los apócrifos, en el de Nicodemo, donde leemos “Y cuando llegó al lugar que se llama Gólgota, los soldados lo desnudaron de sus vestiduras y le ciñeron un lienzo”

Cristo crucificado desnudo aparece en la escultura, como en esta obra de Cellini de 1562
 o en la pintura, en esta copia casi perfecta del Cristo de Velázquez, por parte del artista chileno Sebastián Errazuriz
 o, yéndonos más atras, un par de ejemplos más antiguos del artista holandés Van Eyck (en el siglo XIV), donde el perizoma se muestra de forma casi transparente:

 pudiendo encontrar una miríada de ejemplos de mayor o menor acierto, como este Cristo de Miguel Ángel Buonarotti, en la época de los Medici, una escultura muy temprana en la obra del autor italiano.
 Pero no solo en la Santa Cruz encontramos a Cristo desnudo. Incluso en la representación imaginada de su encuentro con la Parca llega a aparecer en cueros, como este “Cristo en brazos de la Muerte” del zamorano Ricardo Flecha (que, envuelto en gran polémica, procesionó por Medina del Campo en abril de 2011 con un improvisado paño de pureza cubriendo sus genitales)

 o, en su momento de mayor esplendor, recién resucitado, de nuevo Miguel Ángel lo esculpe sin pudor ni recato, en esta magnífica obra que se conserva en el Monasterio de San Vicente en Roma,
 o, volviendo a nuestro país, este Cristo Resucitado de El Greco
 Si nos resulta difícil observar estas imágenes en momentos tan señalados de la Muerte de Nuestro Señor, quizá nos parezca poco menos que chocante esta obra que recrea un instante fundamental de su Pasión, precisamente la de la Flagelación (en nuestra Semana Santa podemos disfrutar de una bellísima talla venerada en el Grao, y esperamos que pronto restaurada por una Hermandad a la que tengo un particular afecto), y que no solo reúne una gran cantidad de curiosidades, sino que nos va a servir para comenzar un nuevo capítulo:

2. EXTRAÑAS FLAGELACIONES

Esta imagen del Flagelado del escultor Paco Malo (que no hace honor a su apellido, pues cuenta con un buen número de esculturas de corte religioso de gran belleza):
 rompe con la imagen del flagelado clásico: El Nazareno se encuentra desnudo y sentado junto a la columna, con el cuerpo completamente cubierto de señales del látigo. La propia columna se presenta generosamente salpicada de sangre y su rostro ofrece una gran angustia.

Otro de los escultores patrios que han recreado el flagelado de forma más realista sea particularmente conocido para los cofrades de la Hermandad de la Coronación de Espinas, siendo autor del elemento central de su trono-anda, el sevillano Juan Manuel Miñarro:
 aunque no nos centraremos en esta bella imagen, sino en la escultura que talló en madera de cedro para el estudio que se realizó sobre la Sábana Santa (que incluyó exposición itinerante), donde, como en el flagelado de Paco Malo, todo el cuerpo resulta afectado por los efectos del flagrum:

 no sabemos si la tremenda escena del film de Mel Gibson, “La Pasión de Cristo” habrá influido en estos autores, pero para muchos siguen resultando chocantes estas representaciones tan realistas, en las que las sagradas espaldas de Cristo parecen haber sufrido una ráfaga de ametralladora en lugar de los golpes de un látigo.

Detalle de flagelación de Cristo de la Hermandad Universitaria de Córdoba, también de Miñarro
 Talla del Santísimo Cristo de la Victoria en Serradilla, Cáceres:
O esta obra de tremenda crudeza, cuyo autor no he conseguido identificar (aunque la mayoría de las referencias de la misma son de páginas web portuguesas):
 3. CRISTOS DE COLOR

Cantaba Antonio Machín, allá por los cuarenta, aquel precioso bolero Angelitos Negros, donde apelaba al pintor a que oscureciese la piel de algunos angelotes pues, al fin y al cabo, también los quiere Dios. No sé si el Todopoderoso, en su infinita bondad, tendrá querubines azabache entre su Corte Celestial, pero lo que sí es cierto es que muchos autores han representado a su Hijo, Jesucristo, con un tono de piel más cercano al ébano que al marfil.

A pesar de que las referencias que tenemos de la vida de Nuestro Señor apenas describen sus facciones y características, y buena parte de las representaciones modernas se basan en la huella de la Santa Síndone de Turín (que representan a un hombre de rasgos hebreos, con barba apuntada, de complexión fibrosa y elevada estatura), en ningún momento de las Sagradas Escrituras se hace referencia a que su piel fuera más o menos bronceada.

En nuestros queridos Poblados Marítimos tenemos un ejemplo centenario, el Santísimo Cristo del Grao, llamado tradicionalmente El Negret:
 Sin embargo, no es ni mucho menos el más moreno entre los Cristos morenos, perdónenme el juego de palabras. Muchos, generalmente tallas y esculturas que tienen su origen en África, nos muestran a un Nazareno con facciones, complexión y, por supuesto tez oscura, más cercana a un zulú que a un judío:



 O, por qué no reseñarlo, un sencillo y curioso Vía Crucis con imágenes de un Cristo muy “racial”, que incluye una Verónica igualmente africana:


 Aunque, sin necesidad de viajar al continente africano, existen muchas tallas de Cristo prácticamente negras que se veneran en nuestro propio país o en Sudamérica, como el Cristo Negro de Guatemala:
 el Cristo Negro de San Román, en Campeche (México)
 o el Cristo Negro de Cáceres, muy íntimamente ligado a la Semana Santa de la capital extremeña:
 Pero, como comentaba anteriormente, la falta de referencias de la complexión de Jesús de Nazaret, unido a la imaginación del autor y, en ocasiones, a circunstancias imprevisibles, han conseguido que la imaginería referida a Cristo nos ofrezca algunas estampas poco más que curiosas

y 4. EL GRAN CAJÓN DESASTRE DE NUESTRO SEÑOR

Como he comentado, una de las referencias válidas que tenemos para imaginar a Cristo es la Sábana Santa de Turín, que nos dibuja (nunca mejor dicho) sobre el tejido de lino, a un varón de complexión fuerte, incluso musculoso. En Lucas, 2, se nos habla de que Jesús “crecía en sabiduría y en estatura”... ¡pero no en anchura! Sin embargo, el colombiano Fernando Botero no quiso perder la oportunidad de ofrecernos un Jesucristo desde su particular (y amplísimo), sentido de la perspectiva, prendido, crucificado, resucitado...



 de esta última imagen, me cabe la duda de saber si se trata de Jesucristo o de El Increíble Hulk, debido a ese extravagante color verde...

Pero, si el Cristo de Botero representa el exceso (de carne, se entiende), hay otros que ofrecen defecto o carencia. El Cristo Roto de la Isla, una enorme escultura de 25 metros en San José de Gracia, México, nos ofrece la imagen de un Cristo crucificado sin cruz, sin pierna ni brazo derecho.
 Más cerca nos pilla el Santísimo Cristo Mutilado de Málaga, con cofradía propia. Fue una de las muchas imágenes religiosas que sufrieron daños durante la Guerra Civil; en este caso, a pesar de librarse del fuego que azotó a la Iglesia del Sagrario, recibió los golpes de un hacha que le hicieron perder el pie izquierdo y la pierna derecha a la altura del muslo.
 O, si cambiamos las extremidades inferiores por las superiores, nos encontramos este ejemplo de talla tardogótica en Puerto de la Cruz, Tenerife
 o este Cristo románico, ubicado en la Catedral de Zamora
 aunque no sé si siempre es mejor esto, que el pincel del pintor obligue a Nuestro Señor a mirar a dos lugares al mismo tiempo (algo que solía ocurrir en muchos Pantocrator, como este de Ravenna, en Italia), donde los enormes ojos parecen confirmar que

 o sufrir los irreparables daños de una restauración demasiado “alegre”, como el popular Ecce Homo de Borja:
 o, para terminar con una sonrisa, podemos compartir la visionaria imagen del cineasta Kevin Smith que, en su película “Dogma”, nos descubría un (imaginado) intento de la Iglesia por actualizar la imagen de Jesucristo y hacerla accesible a las nuevas generaciones, alejando la cruz y el rostro angustiado. Les presento al Cristo Colega:
Quedan muchas imágenes en el tintero, pero no es mi intención cansarles. Me despido con esta pequeña broma cinematográfica y les emplazo a nuestro próximo encuentro. Muy agradecido y hasta pronto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario