SEAMOS LEVADURA EN LA MASA
Sacerdote-periodista
Querido cofrade:
Muchas
veces la Iglesia
siente la tentación de medir la eficacia de su acción simplemente a través del
número de sus fieles. Ahora se cuenta hasta el número de seguidores del papa
Francisco en las redes sociales. De esa manera la Iglesia corre el peligro de
asimilarse a los poderes de este mundo cuyo poder se mide por el número de
votos, o por las cifras del dinero que tienen.
Lo
que cuenta, en cambio en la
Iglesia es su fidelidad a Cristo y a su evangelio. Eso es lo
que le da identidad. Jesús describe el Reino de Dios como una realidad
diferente a las de nuestro mundo, pero que tiene una importancia decisiva para
el hombre y la sociedad. La
Iglesia no es el Reino, sino que está al servicio del Reino y
debe dejarse también ella modelar por los valores del Reino.
Hoy
día en los países de vieja cristiandad nos desanimamos ante las dificultades
que encontramos en la evangelización. Nos gustaría ver el fruto de nuestros
trabajos y que nuestras iglesias estuvieran llenas de jóvenes, no sólo con
motivo de acontecimientos excepcionales. Hay que tener paciencia y saber
esperar, como Dios no se desanimó ante tantas negativas humanas. Supo usar
siempre de moderación y no quiso imponer su Reino por la violencia (Sab
12.13.16-19). Lo nuestro es sembrar. Ya otros recogerán los frutos. El Reino,
como la siembra tiene sus ritmos, que hay que respetar. En el mundo de la
técnica estamos, en cambio, habituados a apretar un botón y ver cumplidos
nuestros deseos.
El
Reino tiene siempre unos comienzos pequeños. Todo empezó con un pequeño grupo
en torno a Jesús. Toda la fuerza del Reino le viene de Dios y de su Espíritu.
Así también a la Iglesia.
Su misión es ser levadura en la masa. Lo importante es la
masa, el que la masa fermente (Mt 13,24-43). Uno no utiliza toneladas de
levadura. Para que la levadura realice su efecto tiene que desaparecer en la
masa, ciertamente sin perder su condición de levadura que le da eficacia.
Los
cristianos no vivimos en un mundo aparte, ni habitamos en países propios.
Vivimos con todos los hombres, utilizamos la misma lengua y cultura, aunque
cultivamos una serie de valores que nos vienen del evangelio y que creemos que
son importantes para todos los hombres y para la sociedad. Sólo conviviendo con
los demás hombres, acompañando su peregrinar hacia Dios, la Iglesia puede realizar su
misión. Ciertamente no todo en el mundo, pero tampoco todo en la Iglesia , es trigo limpio.
Por eso es necesario un discernimiento continuo y un saber esperar y confiar en
el hombre. La luz necesaria para ese discernimiento nos viene siempre del
Espíritu (Rm 8,26-27) que viene siempre en nuestra ayuda. Él está actuando
siempre en nuestro mundo y tenemos que saber discernir los signos de los
tiempos.
Cordialmente,
Antonio
DÍAZ TORTAJADA
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