Un
grande del periodismo festivo en nuestra ciudad, santo y seña de LAS PROVINCIAS
de su época, como es mi amigo MANUEL ANDRES FERREIRA, continua con LA TRONERA en EOS.
¿Estamos
en Navidad?
¿Estamos
ya en Navidad? Esta era la pregunta que insistentemente me hice ayer durante
unas compras por un centro comercial y su hipermercado. A cada paso que daba
gigantescas torres de turrones, panettones y todo tipo de frutos secos y dulces
escarchados, unos de venta a granel y otros empaquetados, impedían mi libre circulación junta a las
llamativas cestas de navidad y una ristra de jamones colgados con guirnaldas.
A
todo ello hay que unir la iluminación navideña y la decoración de los
escaparates en las tiendas que se convierten en reclamo para el viandante; ornamentación
que, por otra parte, ya se contempla en algunas viviendas con muñecos de Papá
Noel escalando por balcones y ventanas.
Los
días de navidad en su mes correspondiente se han perdido como han desaparecido
también las estaciones del año por culpa del cabreo que tiene la climatología
harta ya de soportar las agresiones de los humanos. Aquello de distinguir entre
primavera, verano, otoño e invierno es historia que algunos que peinamos canas
hemos tenido la suerte de disfrutar. Ahora, ese cambio estacional casi ni existe.

Con
todo ello queda más que demostrado que la navidad que tenía un marcado carácter
religioso durante siglos ha cambiado en las últimas décadas pasando a convertirse
en un reclamo de tipo comercial y consumista, por encima de reflexiones de tipo
ecuménico. ¿Qué ocurre con todo ello? La aparición de una tensión entre lo
profano y lo religioso, aunque cada uno es libre de pensar y obrar como quiera.
Faltaría más.
En
resumen, hemos convertido la Navidad en una celebración consumista de orimer
orden, una celebración que ni interpela ni cuestiona la conciencia; una
celebración que adormece el espíritu con sus luces y champán; una fiesta que
satisface a los afortunados, consuela a los pobres y contenta a todos.
Un
fenómeno a destacar es que la proximidad a la navidad provoca la aparición de
millares de personas solidarias que se plantean nuevos propósitos. Aumentan los
anuncios de la ong’s y, sobre todo, las buenas palabras. ¿Qué pasa? ¿Qué somos
buenos y comprensivos en navidad y durante año pasamos olímpicamente del
necesitado? ¿Nos ponemos tiernos porque deseamos que se nos perdonen nuestras
culpas? Simplemente patético con una gran carga de hipocresía. El tema es ser
buena gente durante todo el año.
Algo
puntual que se repite cada navidad son los mismos mensajes, argumentos y
parafernalia subjetiva. El ímpetu de las buenas obras choca con la necesidad
alarmante de la población y el umbral de la pobreza que soportan algunos
sectores de la población.
Y
en todo este batiburrillo ¡ menos mal que el belén aún goza de buena salud !La
representación del nacimiento de Jesús y los diversos hechos que lo rodean,
como la adoración de los Reyes o la Anunciación a los pastores, sigue siendo un referente
fundamental y básico en la conciliación de las familias que aún continúan
montando en los hogares, a pesar del protagonismo cada vez mayor de Papá Noel y
de la consolidación del árbol de Navidad que no es ni tradicional ni nuestro.
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