FOTO RAFA MONTESINOS
Carta a un cofrade
LLAMADOS
AL SEGUIMIENTO DE CRISTO
Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista
Querido cofrade:
Hace
treinta años era todavía relativamente fácil encontrar el trabajo para el que uno
se había preparado porque le gustaba. Entonces la profesión era una especie de
vocación. Hoy día cada vez más hay que aceptar trabajos que no le acaban de
satisfacer a uno. Es muy difícil poder tener la iniciativa y elegir. En la
misión de Jesús, es Él el que llama e invita a seguirlo. No es pues un puro
proyecto humano en el que uno pueda tener la iniciativa. Ser elegido es un
signo de la predilección y del amor de Jesús. Las cualidades y la preparación
cuentan poco. Jesús llama y no deja poner condiciones. Éstas no tienen tanto
que ver con el trabajo a realizar sino con la forma de vida que hay que seguir.
Ser discípulo de Jesús no es tanto hacer cosas sino una manera de ser, de
vivir, de actuar, de ver el mundo. En el fondo se trata de hacer presente el
Reino mediante el amor cristiano. Todos los otros métodos pueden resultar
destructivos.
Los
discípulos pueden pensar que se trata ante todo de establecer el Reino y la
justicia de Dios a cualquier precio, incluso con el fuego de Dios. Jesús no
tiene más remedio que reprender a Santiago y Juan, personas por lo demás
ambiciosas, que tienen pocos escrúpulos a la hora de buscar los medios y los
métodos. Jesús no acepta tampoco por las buenas a todos los que se ofrecen
espontáneamente a seguirle.
A
estas personas generosas y bien intencionadas, que vienen ya con su proyecto
propio, Jesús les hace ver que es Él el que puede poner condiciones y no los
que quieren seguirle. Para que nadie se haga ilusiones de que el seguimiento de
Jesús le va a traer ventajas materiales, Jesús pone delante de la persona las
condiciones extremas en las que vive el grupo. Es una vida itinerante a la
intemperie. No hay un refugio permanente, cosa que hasta los animales tienen.
El
seguimiento de Jesús parece saltarse a la torera las obligaciones más sagradas,
como el enterrar a los padres. Jesús trae una novedad tal, sitúa a la persona
en el Reino de la vida, de manera que no puede uno seguir ocupándose de los
muertos. Ya habrá otros que se ocupen de ellos. El discípulo está llamado a anunciar
el Reino y no puede perder el tiempo en otras actividades, por más sagradas que
parezcan.
La
venida del Reino trae la relativización de todos los valores, incluso de los
más divinos. Jesús y los primeros cristianos saben bien que esas realidades, como
la familia, que tanto sacralizamos, pueden ser un obstáculo para la fe y para
su seguimiento. Pensar aunque nada más sea en despedirse de la familia para
quedar bien con ella es seguir mirando hacia atrás, hacia el pasado. Ese tipo
de persona no vale para el Reino de Dios. El creyente mira hacia el futuro del
Reino que viene y no se preocupa de lo que queda atrás.
Todo
esto parece exagerado, pero es la única manera de no convertir el Reino de Dios
en una “gracia barata”, que se puede adquirir sin renuncia. Hay que hacer como
Eliseo, obedecer prontamente, sacrificar lo que uno tiene y celebrar un
banquete con motivo de la lotería que a uno le ha tocado: ser llamado al
servicio del Reino.
Que
el seguimiento de Cristo nos abra hacia el futuro de Dios de manera que no
volvamos la vista atrás.
Cordialmente,
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