DIOS PERDONA SIEMPRE
Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
Querido cofrade:
El
problema de las deudas tiene atenazados a cientos de miles de
personas que compraron a plazos y ahora no pueden pagar. Las
situaciones son trágicas porque a veces está en juego la propia
vivienda. Pero no sólo las personas, también muchos países no
levantan cabeza a causa de la deuda externa.
En
el Reino del que habla Jesús se sigue una contabilidad muy especial,
que sin duda provocaría la ruina de las instituciones bancarias. No
es que los bancos que han quebrado o tienen dificultades hayan
seguido el sistema de Jesús o las recomendaciones de la doctrina
social de la Iglesia. Es más bien la especulación y el afán de
lucro los que han provocado los problemas.
En
el Reino de Jesús se condonan con la misma facilidad unos cuantos
euros o varios millones. Por eso en el Reino, que anuncia Jesús, se
habla tanto del perdón, y se hace realidad en la vida de muchas
personas.
Frente
a posturas un tanto intransigentes que rebrotan en ciertos ambientes
eclesiales, el papa Francisco ha recordado que Dios no condena nunca,
que Dios perdona siempre. Los ejemplos de las lecturas de hoy son
bien significativos. David se considera a sí mismo como una persona
justa, que por eso puede dictar justicia. En realidad su conciencia
estaba un tanto aletargada. Veía claramente el pecado de los demás
y no reconocía las barbaridades que él había cometido. David
recibe el perdón cuando él mismo ha sentenciado que el crimen que
ha hecho merece la muerte. Basta reconocer el pecado y obtendrá el
perdón
De
la pecadora del evangelio no conocemos muchos detalles pero no cabe
duda de que era una persona considerada pecadora pública por parte
de la gente bien. El hecho de que para acercarse a Jesús haya sido
capaz de entrar en casa de un fariseo y que no la hayan echado a
patadas habla de la confianza que tenía en Jesús y del respeto que
tenían por Jesús los fariseos.
La
pecadora muestra su amor por Jesús y su arrepentimiento a través de
las lágrimas. Su gesto constituye una especie de sacramento de
reconciliación, que purifica totalmente su vida y la salva. Jesús
confirma ese perdón y declara que es la fe la que la ha salvado. Es
la fe como adhesión amorosa a la persona de Jesús la que ha hecho
que esa persona reconstruya su vida. Esa fe y esos gestos brotaban
del amor que es lo que purifica y salva. Jesús dice que se le han
perdonado sus muchos pecados porque ha amado mucho. Pero concluye de
manera sorprendente: al que poco se le perdona poco ama.
Las
personas “buenas”, al estilo de los fariseos, aman poco porque no
han experimentado el perdón en sus vidas. No lo han experimentado
porque se creen buenos, sin pecados, y no necesitan el perdón. Así
se pierden la gran oportunidad en la vida de encontrarse con el Dios
que perdona. Hoy día casi todos somos fariseos. Nos cuesta
reconocernos pecadores ante Dios. Nos consideramos personas buenas,
sobre todo en comparación a lo que hay por el mundo.
Pablo,
en cambio, antiguo fariseo, quedó profundamente conmovido por la
experiencia no sólo de haber sido perdonado por Cristo sino también
por haber sido llamado a ser apóstol suyo. Experimentó en su propia
carne que el hombre no se justifica por cumplir la ley, sino por
creer en Cristo Jesús. La religión no es un hacer cosas sino un
creer y amar a una persona, la persona de Jesús como revelación del
amor del Padre. Este amor se ha mostrado, ante todo, como perdón.
Éramos enemigos de Dios que, sin embargo, nos ha tendido su mano y
nos ha hecho hijos suyos.
Cordialmente,
ADT
No hay comentarios:
Publicar un comentario