FOTOS MANOLO GUALLART
CREER
SIN MIEDO
Sacerdote-periodista
Querido cofrade:
Algo
se está moviendo en la Iglesia desde la renuncia del papa Benedicto y la
elección del Papa Francisco. Parece que el Espíritu ha empezado a soplar y
abrir nuevos derroteros para la Iglesia. Es evidente que nuestro tiempo
necesita más Espíritu y no simplemente más y mejores estructuras. La crisis que
estamos viviendo es una crisis eminentemente espiritual y no sólo económica y
social. Por eso las soluciones tienen que venir del ámbito del espíritu.
La
Iglesia y los cristianos no tenemos el monopolio del Espíritu, que sopla donde
quiere, pero sin duda habita de manera especial en la Iglesia y en los
creyentes. Por eso estamos llamados a hacer una contribución especial en este
momento delicado de la historia. Todos en efecto estamos en la misma barca y compartimos
la misma aventura espiritual. Puesto que el Espíritu y la Trinidad habitan en
el corazón del creyente, todos podemos aportar algo a la construcción del
mundo. La nueva Jerusalén es sin duda un regalo de Dios, pero es también
construcción de las generaciones de hombres y mujeres que se abren al amor
de Dios. Es necesario dar la palabra no sólo a los poderosos e inteligentes
sino que hay que escuchar también a los pobres y a los sencillos, a los que
normalmente no tienen voz e incluso se abstienen en las elecciones.
El
Espíritu es presentado como el Abogado, como el Defensor, como el
Consolador, como el Paráclito. Todo eso significa esta última palabra tomada
del griego. No cabe duda que el gran Consolador de los discípulos, mientras
vivió con ellos, era el mismo Jesús. Al marcharse, los discípulos se quedan
desconsolados, pero se les promete un consolador en la persona del Espíritu. Él
sabrá infundirles el consuelo que necesitarán en los momentos difíciles. Cuando
un niño se cae y se hace daño, basta que la madre le dé un beso en la parte
herida y le diga “ya sanó”, para que el niño deje de llorar. El Espíritu sabe
poner esa caricia en nuestras heridas de manera que no nos hundan en la
desesperación. El Espíritu es esa presencia espiritual de Jesús Resucitado en
medio de la comunidad. Como los discípulos estarán sometidos a las
persecuciones delante de los tribunales, el Espíritu es el Abogado
Defensor, que habla a favor de ellos, de manera que éstos no tienen que
preocuparse de la propia defensa.
En
realidad en este pasaje el Espíritu aparece como el Maestro que nos va
enseñando todo y nos va recordando lo que Jesús nos dijo. Hay una continuidad
entre la acción del Espíritu y la acción de Jesús. El Espíritu hace que las
enseñanzas de Jesús no sean simplemente un libro cerrado sino una realidad
vivadonde el creyente encuentra vida. De esa manera la Iglesia no repite
mecánicamente lo que recibió de Jesús sino que mediante el Espíritu va
penetrando cada vez más en la revelación de Dios. No se trata de una comprensión
puramente intelectual sino más bien de una realidad vivida según las exigencias
de cada época, de manera que el Evangelio sea siempre Buena Nueva para cada
pueblo, cada cultura y cada situación histórica. Cada uno de los creyentes, a
través de su propia experiencia vital de encuentro con Cristo, va enriqueciendo
la realidad de la fe cristiana, que es capaz de inculturarse en todas las
culturas.
Gracias a la acción del Espíritu la Iglesia supo abrirse y
acoger a los paganos que se convertían.
El
Espíritu nos enseña a través de las acciones de Jesús que actualizamos en la
celebración de la Eucaristía. Pidámosle que Él nos introduzca en el misterio de
Cristo para que lo podamos vivir y hacer presente en nuestro mundo.
Cordialmene,
ADT
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