SENTIDO
RELIGIOSO DE LA
ABSTINENCIA CUARESMAL
Sacerdote-periodista
Querido
cofrade:
He
recibido tu tarjetón para la cena de las “fiestas del pueblo”. Estoy como predicador
en la “Misión Diocesana: Porta Fidei”. ¡Disculpame!. Además estoy a dieta de
adelgazamiento. Y ya sabes que las dietas de adelgazamiento están a la orden
del día. Muchas personas comen poco o se privan de alimentos --apetitosos pero
ricos en calorías-- para mantener un cuerpo bello.
El
cristianismo conoce esta práctica desde hace muchos siglos. De hecho, cuando
llegaba la Cuaresma,
la Iglesia
recomendaba comer menos y, en ciertos días, abstenerse de la carne o hacer una
sola comida al día. Es lo que lo se llamaba guardar la abstinencia y el ayuno.
Ahora
bien, la privación o abstención cristiana de alimentos no es de tipo medicinal
o estético. Incluso va más allá de la moral y filosofía estoicas, pues su
horizonte último no es el dominio del propio cuerpo. Uno se modera o se priva
de alimentos para amar más a Dios y, a la vez, para ayudar a los demás. Por
tanto, el ayuno y la abstinencia tienen un sentido religioso.
Después
del concilio Vaticano II, la
Iglesia realizó una profunda reflexión sobre la práctica del
ayuno y de la abstinencia, especialmente durante el pontificado de Pablo VI. El
resultado fue, por una parte, que asumiera el cambio de mentalidad y situación
que han tenido lugar en los últimos tiempos y, por otra, que se ratificara en
la práctica tradicional del ayuno y la abstinencia, aunque insistiendo en su
dimensión espiritual y caritativa.
Fruto
de la aceptación de los cambios sociales fue la incorporación de nuevos modos
de penitencia. Por ejemplo, la aceptación del sacrificio que comporta la
fidelidad perseverante a los deberes del propio estado, la aceptación de las
dificultades que originan el trabajo propio y la convivencia humana, el
sufrimiento paciente de las pruebas de la vida, etc. Igualmente, los miembros
de la Iglesia
que padecen enfermedad, pobreza o son perseguidos por seguir a Jesucristo son
invitados a unir esos sufrimientos a los de Cristo. Los sacerdotes y almas
consagradas han de sacrificarse más por sus hermanos.

En
cuanto al ayuno y la abstinencia, la
Iglesia insiste en la necesidad de vincularlos con la
imitación a Jesucristo: nosotros ayunamos, porque Jesucristo también ayunó
durante los cuarenta días que estuvo en el desierto y para ser más generosos
con los necesitados. Además, es evidente que el ayuno y la abstinencia
facilitan la conversión del corazón, el arrepentimiento de los propios pecados,
la expiación de los pecados ajenos y la práctica de la limosna al prójimo.
La
legislación actual de la
Iglesia es ésta. Son días de abstinencia todos los viernes
del año que no sean solemnidad y obliga a los que han cumplido catorce años;
son días de ayuno y abstinencia el miércoles de ceniza y el viernes santo, y
obliga a los mayores de edad hasta que cumplan los cincuenta y nueve.
La
Conferencia Episcopal
Española permite cambiar la abstinencia de carne de los viernes que no sean los
de cuaresma por una limosna --cuya cuantía se deja a la conciencia de cada
uno--, la lectura de la
Sagrada Escritura, y obras de misericordia (visita a enfermos
o atribulados), mortificaciones corporales, obras de piedad (como la Eucaristía, el rezo del
santo rosario, etc.).
Me
gustaría subrayar que el ayuno y la abstinencia no son un tranquilizante para
cohonestar una vida al margen de los mandamientos. Al contrario, son un acicate
para el cumplimiento de la voluntad de Dios y para ayudar al prójimo
necesitado.
Porque
el ayuno que Dios quiere es, sobre todo, que vivamos el amor hacia él y hacia
los demás. La crisis económica actual --que está llevando al umbral del hambre
y de la pobreza a tantas personas-- puede convertirse en un cauce eficaz para
que salgamos a su encuentro y seamos más generosos en la limosna. ¿No es bonito
privarse de alimentos, sobre todo de alimentos costosos, para ayudar a los
demás por amor a Dios? ¿No podríamos realizar en nuestras cofradías una cena
del hambre y dar su valor a necesidades imperiosas? ¿Hay algo más actual?
Por
cierto, soñé el otro día que había sido invitado a una estas cenas nuestras en
este tiempo de renuncia. Habían muchos cofrades. Me discutían sobre lo
desfasado de la abstinencia. No lo tenían claro.
Hay
cuestiones que para muchos no están claras. No está clara nuestra fe. No está
claro el ser cofrade. No está claro nuestra pertenencia a la Iglesia. No está claro
vivir penitencialmente este tiempo de cuaresma. Y no está claro …. porque nos
hacemos una “religión” a nuestra imagen y semejanza. La fabricamos nosotros.
Una
mirada ligera a la práctica de los fieles cristianos, les decía yo, parece que
muchos de nosotros no prestamos la debida atención a la abstinencia de carne.
No solo es que ésta está en crisis porque hoy la penitencia como todo lo que
suene a privación voluntaria está en crisis, sino que es su propio sentido el
que no se comprende.
--
“¿De qué me hablas?”, me dijo un cofrade.
Os
transcribo el menú de aquella cena a la que estaba invitado:
El
precio incluye de lo siguiente: Tartaletas de hojaldre variadas, artesanitos de
hojaldre (salchicha, chistorra, jamón york y queso, tortilla), palitos de
verduras con masa filo, ensalada mediterránea. hojaldres de bacon y verduras,
bocadillitos de semilla de amapola de jamón con tomate, brochetas de pollo
yakitori, quiche de bacon y dátiles. Y todo regado con vino, etc..

Todo
estaba muy precioso, y comensales.
Antes
de terminar la cena, se me atragantó un dátil y me desperté.
Menos
mal que era un sueño . Y todo parecido con la realidad era pura coincidencia.
Juan
Pablo II recomendó la abstinencia de televisión por cuaresma: “¡En cuántas
familias el televisor parece sustituir, más que favorecer, el diálogo entre las
personas! Cierta abstinencia, también en este ámbito, puede ser saludable,
tanto para dedicar mayor tiempo a la reflexión y a la oración, como para
cultivar las relaciones humanas. Del mismo modo los cristianos podríamos hacer
abstinencia de internet.
Por
lo tanto, todos los cristianos deben hacer penitencia y han de ayunar: también
aquellos que esperan a las doce de la noche para comer carne o quienes comen
mariscos y pescados de calidad en viernes de cuaresma.
Querido
cofrade, espero que te siente bien la cena. No sé todavía cual es el menú. Pero
si coincide con el de mi sueño no me llames. Puede haber un dátil que me siente
mal.
Un
abrazo,
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