domingo, 9 de diciembre de 2012

LA COLUMNA DE DIAZ TORTAJADA EN EOS.CARTA A UN COFRADE:NECESITAMOS UN SALVADOR



FOTO GUALLART. 
NECESITAMOS UN SALVADOR
Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista

Querido cofrade:


Herodes el Grande, llamado así por la magnificencia con que restauró el templo de Jerusalén, era un idumeo que se hizo al trono de David con la ayuda de los romanos. Nunca fue un rey que gozara de la aceptación popular. Pasó los últimos años de su reinado seriamente preocupado por las profecías mesiánicas, en las que veía una amenaza.
En el tiempo de Herodes había otra clase de personas tranquilas, inadvertidas, y aún más importantes que Herodes, hombres y mujeres que eran el núcleo de la sociedad dándole una real moralidad tal como la que ellos la vivían. Juan Bautista fue uno de ellos, precursor de un cambio de mentalidad para un tiempo nuevo. Consciente de las penurias de su pueblo, y las decepciones de los jefes, reconstruyó la esperanza en una acción inminente de Dios, un Mesías.
Juan Bautista fue un laico ejemplar, actualizado en los problemas de su país, austero, servicial, insobornable a la verdad, honesto y sin ambiciones materiales, su vida era una oferta de sensatez, sin zancadillas a su jefe, Jesús: “que él crezca  y yo disminuya” (Jn 3,30).
Si Juan Bautista viniera hoy, aunque hoy tenemos muchos Juanes bautistas, nos llamaría la atención de cómo es posible que un hombre tan sencillo, sin codicia para no tener que abusar con el dinero de los demás, hubiera servido de precursor al Salvador y no de obstáculo a la felicidad de otros.
El consumismo de la Navidad que oscurece el Adviento no nos deja percatar a Juan bautista, imagen de todo fiel creyente. Juan, sobre todo en lo moral y particularmente en la honestidad, no hacía rebajas, porque sabía que si todo seguía lo mismo  y no empezaba de nuevo, cambiando el corazón de plata que a todos nos vuelve cobre, todo iría a la ruina.
¿Porqué no podemos dejar a los Herodes y pasarnos al grupo de Jesús que anunciaba Juan?, en Adviento ese cambio se llama conversión.
Toda la gente de Judea salió al Jordán queriendo arrepentirse y comenzar una vida nueva, se puso en tónica de adviento. ¿Qué nos impide hoy entrar en el Adviento?  Adviento es para creer y esperar como don lo que más necesitamos: Un Salvador.
La Navidad, sólo sucede a quienes lo esperan y buscan. El texto de Isaías, que repite Juan, clama por cambios profundos en la geografía física del desierto pero sobre todo, en nuestro desierto interior, familiar, social y estructural. Abrir la calzada de la fe en el desierto del consumismo, la globalización, la crisis económica y la corrupción no resulta nada fácil, sin embargo, el camino del desierto, como espacio de liberación Mesiánica, no puede faltar como propuesta actual y necesaria a escala interior.
El desierto de la Judea es signo del nuestro, interior, lleno vacío y sufrimientos, árido de sentido, sin oasis pero lleno de estanques. En este desierto es en el que “una voz grita” por un retorno a Dios en Jesucristo.
En el desierto sólo viven los que pasando por el sufrimiento se hacen  espiritualmente fuertes.
Cada paso en el desierto exige una decisión de fondo. No tolera nada superfluo ni permite lujos. Exige solo lo necesario, Palabra de Dios y es esperanza, porque de lo contrario todo se lo lleva el viento. Las plantas que viven allí tienen que adaptarse  arrugando sus hojas hasta que se convierten en higos espinosos.
En esta actitud de desierto de simplicidad y agradecimiento (Adviento), el corazón estará bien dispuesto para que nazca el Salvador que tanto necesitamos, el que no pudo nacer dignamente porque todos los sitios estaban ocupados ,arrendados a otros por dinero,
¿Dios podrá encontrar un sitio para nacer en nuestro corazón y poder decir: “Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte Señor, entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor, Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125).
Un saludo en este Adviento del Señor. Cordialmente,
Antonio.

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