FOTO GUALLART.
NECESITAMOS UN SALVADOR
Sacerdote-periodista
Querido cofrade:
Herodes
el Grande, llamado así por la magnificencia con que restauró el templo de
Jerusalén, era un idumeo que se hizo al trono de David con la ayuda de los
romanos. Nunca fue un rey que gozara de la aceptación popular. Pasó los
últimos años de su reinado seriamente preocupado por las profecías mesiánicas,
en las que veía una amenaza.
En
el tiempo de Herodes había otra clase de personas tranquilas, inadvertidas, y
aún más importantes que Herodes, hombres y mujeres que eran el núcleo de la
sociedad dándole una real moralidad tal como la que ellos la vivían. Juan
Bautista fue uno de ellos, precursor de un cambio de mentalidad para un tiempo
nuevo. Consciente de las penurias de su pueblo, y las decepciones de los jefes,
reconstruyó la esperanza en una acción inminente de Dios, un Mesías.
Juan
Bautista fue un laico ejemplar, actualizado en los problemas de su país,
austero, servicial, insobornable a la verdad, honesto y sin ambiciones
materiales, su vida era una oferta de sensatez, sin zancadillas a su jefe,
Jesús: “que él crezca y yo disminuya” (Jn 3,30).
Si
Juan Bautista viniera hoy, aunque hoy tenemos muchos Juanes bautistas, nos
llamaría la atención de cómo es posible que un hombre tan sencillo, sin codicia
para no tener que abusar con el dinero de los demás, hubiera servido de
precursor al Salvador y no de obstáculo a la felicidad de otros.
El
consumismo de la Navidad que oscurece el Adviento no nos deja percatar a Juan bautista,
imagen de todo fiel creyente. Juan, sobre todo en lo moral y
particularmente en la honestidad, no hacía rebajas, porque sabía que si todo
seguía lo mismo y no empezaba de nuevo, cambiando el corazón de plata que
a todos nos vuelve cobre, todo iría a la ruina.
¿Porqué
no podemos dejar a los Herodes y pasarnos al grupo de Jesús que anunciaba
Juan?, en Adviento ese cambio se llama conversión.
Toda
la gente de Judea salió al Jordán queriendo arrepentirse y comenzar una vida
nueva, se puso en tónica de adviento. ¿Qué nos impide hoy entrar en el
Adviento? Adviento es para creer y esperar como don lo que más
necesitamos: Un Salvador.
La
Navidad, sólo sucede a quienes lo esperan y buscan. El texto de Isaías,
que repite Juan, clama por cambios profundos en la geografía física del
desierto pero sobre todo, en nuestro desierto interior, familiar, social y
estructural. Abrir la calzada de la fe en el desierto del consumismo, la
globalización, la crisis económica y la corrupción no resulta nada fácil, sin
embargo, el camino del desierto, como espacio de liberación Mesiánica, no puede
faltar como propuesta actual y necesaria a escala interior.
El
desierto de la Judea es signo del nuestro, interior, lleno vacío y
sufrimientos, árido de sentido, sin oasis pero lleno de estanques. En este
desierto es en el que “una voz grita” por un retorno a Dios en Jesucristo.
En el desierto sólo viven los que pasando por el sufrimiento se hacen espiritualmente fuertes.
En el desierto sólo viven los que pasando por el sufrimiento se hacen espiritualmente fuertes.
Cada
paso en el desierto exige una decisión de fondo. No tolera nada superfluo
ni permite lujos. Exige solo lo necesario, Palabra de Dios y es esperanza,
porque de lo contrario todo se lo lleva el viento. Las plantas que viven allí
tienen que adaptarse arrugando sus hojas hasta que se convierten en higos
espinosos.
En
esta actitud de desierto de simplicidad y agradecimiento (Adviento), el corazón
estará bien dispuesto para que nazca el Salvador que tanto necesitamos, el que
no pudo nacer dignamente porque todos los sitios estaban ocupados ,arrendados a
otros por dinero,
¿Dios
podrá encontrar un sitio para nacer en nuestro corazón y poder decir: “Como
cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte
Señor, entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor, Dios
ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125).
Un
saludo en este Adviento del Señor. Cordialmente,
Antonio.
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