Hoy es domingo e ilustrado con las fotos de nuestro compañero MANOLO GUALLART este BLOG DE EOS publica la carta semanal de Antonio Diaz Tortajada ya que al comenzar el ADVIENTO, creemos importante resaltar sus reflexiones y es que el calendario cristiano tiene como partida el día del Señor, el domingo, el primer día de la semana.
Para que nos entendamos facilmente,el año cristiano incluye dos ciclos
principales: Ciclo de Navidad y el Ciclo de la Resurrección.Mejor leer detenidamente al párroco del Grao.
Querido cofrade:
Decía Unamuno: “Es obra de
misericordia suprema despertar al dormido”. Probablemente la crisis nos ha
despertado a todos del sueño del estado del bienestar, que se nos ha ido
convirtiendo en el estado del malestar y molestar. De pronto nos hemos tenido que
enfrentar a la dura realidad. En vez de vivir cada año mejor, como esperábamos,
hemos empezado a vivir peor.
Los cristianos empezamos
este domingo el año litúrgico, que marca nuestra manera particular de situarnos
en el tiempo, actualizando los misterios de Jesús. Con todos los hombres
compartimos el calendario civil y estamos en el mismo barco y vivimos la misma
aventura, pero la vivimos con un espíritu particular.
Para muchos el tiempo es simplemente
un sucederse de días y de años en lo que se desarrollan una serie de
acontecimientos sin sentido, que aportan poca cosa a la realización del hombre
y de la sociedad.
En cambio los creyentes experimentamos siempre
la perpetua novedad de Dios que viene a salvarnos, que ya nos ha salvado. Al
inicio del año litúrgico actualizamos ya el final, no simplemente del año, sino
el final de la historia pues estamos viviendo en los tiempos finales y
definitivos.
El recuerdo del final de
los tiempos no pretende meternos miedo sino más bien hacernos caer en la cuenta
de que han irrumpido ya de una vez para siempre los tiempos definitivos, los
tiempos del Reino.
Esa era la gran promesa
que Dios había anunciado sobre todo a través de los profetas y que había mantenido
viva la esperanza de Israel en medio de todas sus aventuras históricas que
políticamente habían terminado en un fracaso. Se perdió la tierra, se perdió la
monarquía, pero nació la esperanza de un Mesías que instauraría en el futuro la
justicia y el derecho.
Israel fue descubriendo
que no es el hombre el que puede fabricar el futuro, sino que el futuro nos es
dado por Dios. Dios, en realidad, es siempre el Dios del futuro, el que estará
siempre al lado de su pueblo, compartiendo sus experiencias, buenas y malas.
Aunque uno pueda pensar a veces que no hay futuro, que todo está bloqueado,
Dios es el que es capaz de abrir caminos en el mar y de encontrar una salida
para toda situación desesperada.
Los
cristianos sabemos que la promesa ha tenido cumplimiento en Jesús de Nazaret.
Con Él la historia humana ha llegado a su plenitud. En Él Dios se nos ha
comunicado definitivamente y ningún acontecimiento posterior, por más grandioso
que sea, puede superar esa comunicación de Dios al hombre en la persona de Jesús.
Esto no quiere decir que la historia, después de Jesús, haya perdido su
importancia. Al contrario. En la persona de Jesús se ha realizado totalmente el
plan de Dios.
En
nosotros todavía está por realizarse. El tiempo que tenemos a disposición se
nos da para hacer nuestra esa oferta de salvación y liberación dada en Cristo.
Es pues el tiempo de la misión, de anunciar a todos los pueblos la salvación en
Cristo Jesús.
El amor
pertenece ya al orden de lo definitivo. Por eso San Pablo exhorta ante todo al
amor mutuo, porque es la señal inequívoca de que uno ha acogido el Reino en su vida.
Es ese amor el que nos da la confianza para poder presentarnos ante Jesús
cuando Él venga a recogernos, sea al final de nuestra vida, sea al final de los
tiempos.
La santidad a la que nos
invita el apóstol consiste precisamente en el amor. No se trata de hacer cosas
extraordinarias ni raras sino de vivir la vida y sus exigencias, toda ella
animada por el amor fraterno.
Es el
amor el que nos mantiene despiertos, como la madre vela al pie de la cuna de su
hijo. “Yo duermo, pero mi corazón vela”, decía la esposa del Cantar de los
Cantares.
Ese amor nos hará
permanecer atentos a los mil detalles de la vida a través de los cuales Dios
está viniendo a nuestro encuentro. La eucaristía es un momento privilegiado
para encontrarse con el Señor que viene.
Cordialmente,
Antonio
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