
¿TENER O NO TENER?, ESA ES
LA CUESTION
Por Antonio DIAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista
Sacerdote-periodista
Querido cofrade:
La
cuestión hoy día ya no es la de Hamlet, “ser o no ser”, sino la de Hemingway,
“tener y no tener”. Es verdad que el contrabandista, protagonista de ésta,
mantiene un cierto código del honor y no está dispuesto a todo por dinero. La
crisis actual ha agudizado las diferencias entre el que tiene y el que no
tiene. No tener dinero hoy no sólo pone en peligro de lo que consideramos la
felicidad sino incluso el sobrevivir.
Todos
buscamos la felicidad.
Y
la felicidad depende, en buena parte, de qué idea tenemos del hombre. La
felicidad tiene sin duda que ver con la realización de nuestro ser.
Consideramos un bien aquello que nos ayuda a ser feliz.
El
dinero no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla. Esta es una creencia
popular de todos los tiempos. Es verdad que los sabios han intentado
relativizar el dinero, el poder o la belleza y han puesto la felicidad en la
sabiduría. Están convencidos que la sabiduría es superior a todos los
demás bienes, más aún, con la sabiduría se obtienen todos los demás.
En
realidad la sabiduría es un don, un regalo, que no se puede alcanzar con el
propio esfuerzo ni con el estudio. Se trata de un conocimiento vital que
Dios da a los que se lo piden.
Para
referirse a la felicidad plena el evangelio habla de “la vida eterna”. También
aquí está claro que ésta no se puede adquirir mediante el esfuerzo. Se puede en
cambio “heredar”, haciéndose uno creyente y, por tanto, hijo de Dios y
herederos de Él.
Como
hijos de Dios intentamos agradar a Dios nuestro Padre, haciendo lo que Él
quiere, es decir, cumpliendo sus mandamientos.
Las
personas que se encontraron con Jesús quedaron transformadas. Desgraciadamente
el encuentro del joven rico con Jesús acabó frustrando la vida de una persona
que se las prometía felices para el futuro. Había observado los mandamientos de
Dios y podía esperar heredar la vida eterna. De pronto echa todo a perder y empieza
a amargarse la vida por no ser capaz de dar un paso adelante.
Jesús
sitúa la felicidad en seguirlo a Él y formar parte de su grupo. Para ello
hay que desprenderse de las riquezas para encontrar el verdadero tesoro, Dios
mismo o la persona de Jesús. Jesús es el único valor absoluto para el creyente.
Ante
esta exigencia, el joven ya no tuvo el coraje de seguir adelante y se marchó
triste. Jesús nos coloca así ante la alternativa bíblica: o Dios o el
dinero. No se puede servir a Dios y al ídolo de la riqueza. Ante la extrañeza
de los propios discípulos, Jesús explicó en qué consiste el peligro de la
riqueza.
La
riqueza, es sin duda un bien, pero un bien relativo.Desgraciadamente posee un
dinamismo propio que coloca al hombre ante el abismo.
En
vez de ser el hombre el señor de su riqueza, las riquezas se convierten en el
señor del hombre. Las riquezas, sin embargo, son simples medios al
servicio del hombre. No pueden ser la finalidad de una vida. Las riquezas se
convierten muchas veces en la fuente de nuestras alegrías, de la misma manera
que la pobreza es el origen de nuestros sufrimientos. Las riquezas se
constituyen en una especie de falso dios en el que uno pone la confianza para
poder realizar la vida. Eso es lo contrario de la fe, que es un poner toda
nuestra confianza en Dios.
Heredar
la vida eterna, ser feliz, parece prácticamente imposible para el hombre, pero
no para Dios. Para Dios todo es posible. El hombre puede abrirse a
esa posibilidad a través de la escucha de la Palabra de Dios que es “siempre
viva y eficaz”. Fue lo que hicieron los apóstoles, que al dejar la familia
y los bienes, por Jesús y el evangelio, encontraron el ciento por uno.
Cordialmente,
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