
LA IGLESIA DEBE SER FIEL A
JESUCRISTO
Por Antonio DIAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista
Sacerdote-periodista
Querido Cofrade:
Te invito a escuchar a Jesús a
ver con qué nos viene sobre la vida familiar... No nos engañamos al pensar que
lo primero que nos va a decir, con ser muy, pero muy bueno, a lo mejor nos pone
seria la cara... Lo segundo, ciertamente, nos va a dejar encantados, porque
además de ser bueno, pero muy bueno, es también muy encantador.
Se le acercan unos fariseos a
Jesús y le preguntan para ponerlo a prueba:
--Maestro, ¿puede un marido
despedir lícitamente a la propia mujer?
Hacen la pregunta muy
inocentemente, pues les va a salir mal la tentativa. ¿Vienen con la ley? Pues,
con la ley les va a responder y van a caer en la trampa que ellos mismos se
tienden. Pregunta a su vez Jesús:
-- ¿Qué os ha mandado Moisés?
- Tú, Maestro, lo sabes igual que
nosotros. Moisés tiene permitido extender a la mujer el acta de repudio y
despedirla.
-- Muy bien. Pero, ¿sabéis por
qué Moisés fue tan condescendiente? Por la dureza de vuestro corazón os dio
semejante norma. Pero al principio no fue así. Dios, al crear al hombre, creó
los dos sexos: varón y mujer. Y desde el principio dijo Dios: Por esto el
hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, de modo que no
sean ya dos, sino una sola carne. Por lo mismo, el hombre no puede separar lo
que Dios mismo unió.
Los fariseos no tuvieron ganas de
seguir con más preguntas sobre un asunto tan espinoso, pues les cortaba el
camino para sus caprichos de divorcio, ya que Jesús recurría a la ley
primerísima de Dios, y no a la norma tardía de Moisés. Pero los discípulos se
quedaron preocupados, pues tampoco les parecía demasiado oportuna la respuesta
de Jesús. Así que, ya en casa, le preguntan a su vez:
.- Entonces, Maestro, ¿qué hay
que hacer?
Y Jesús, severamente, sale por
los derechos, tanto del hombre como de la mujer, y defiende el plan primero de
Dios:
-- Quien se divorcia de la propia
mujer y se casa con otra, comete adulterio. Y la mujer que se divorcia de su
marido y se casa con otro, comete adulterio también.
La cosa era muy fuerte. Pero
Jesús no se retracta de la norma que establece en el Evangelio, y Él sabe que
la dicta para todo el mundo y para siempre.
Querido cofrade:
La impresión producida por este episodio de índole familiar puede resultar bastante penosa para algunos de nuestras cofradías. Y —¡qué providencias de Dios!—, a continuación viene otra escena también tocante a la familia, pero de ternura inigualable.
Entre la gente que rodea a Jesús, ¿cuántas mamás hay? ¿cuántos niños llevan consigo? ¿y qué hacen estos niños sino cumplir su oficio de enredar y molestar?... Le entregan a Jesús estos pequeños para que les imponga las manos y los bendiga. Aunque los discípulos creen salir por los fueros de la gente grave:
-- ¡Dejen al Maestro en paz! ¿Y no ven que los mayores no pueden entender nada con esta bulla?...
Jesús se enoja, y se enoja
seriamente, de modo que responde molesto a los discípulos:
-- ¡Cuidado con impedir que los
niños vengan a mí! Porque es a ellos, y a quienes se hacen como ellos, a
quienes les está reservado el reino de Dios. Pues os digo la verdad: quien no
acoge el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Se calma Jesús, ya que se ha
enfadado seriamente. Y en un gesto sublime, toma a los niños que le presentan,
los abraza, los besa, los acaricia y se los devuelve a las felices mamás...
Como vemos, Jesús ha tocado hoy
dos temas candentes sobre la moral y la vida familiar. Candentes en aquel
tiempo, y candentes, demasiado candentes, también en nuestros días...
¿El divorcio?... Nuestra civilización
podrá avanzar lo que quiera. Pero la ley de la Naturaleza expresada en el
paraíso, la ley concreta de Dios, la Ley definitiva de Jesucristo, no puede
pasar de moda, permanecerá firme hasta el final.
Muchos hablan de la Iglesia
—retrógrada, naturalmente, en este punto—, y no se dan cuenta de que la Iglesia
no puede hacer nada, porque no es ley suya, sino de Jesucristo. La Iglesia no
puede hacer más que ser fiel a Jesucristo y defender, sin defección alguna, la
ley expresa del Señor.
Jesucristo sopesaba más que nadie
las dificultades. Y nadie le gana a corazón para comprender y compadecer. Como
tampoco le gana nadie en prestar su ayuda a quien está en situación angustiosa.
Si lo hizo así, es porque quiere defender lo más sagrado que tenemos como es el
amor.
Y Jesús quería defender, de modo
especial, a esos niños que le encantaban. Todos sabemos por dolorosa
experiencia, comprobada con nuestros propios ojos cada día, que sin papás con
unión estable y sin vida familiar irrompible, es un imposible que los hijos se
formen y se salven.
Cordialmente,
Antonio
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