domingo, 1 de abril de 2012

LA COLUMNA DE DIAZ TORTAJADA EN SEMANA SANTA:MAÑANA ES...LUNES SANTO

MAÑANA ES… LUNES SANTO

Por Antonio DIAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista

Tras el esplendor del Domingo de Ramos, la liturgia entra en la angustia de la pasión siguiendo los últimos días de vida de Jesús.
El evangelio de mañana es una excelente puerta de entrada en el misterio pascual de Jesús, a la manera de Juan. Junto a la melodía aguda del amor, se deja sentir del contrapunto del desamor que rechaza a Jesús. Este día los amigos le ofrecen una cena a Jesús, pero luego será Él quien la ofrezca y el don mayor será Él mismo.
Llama la atención que los textos escogidos del evangelio desde el lunes hasta el jueves, hagan mención todos de la “mesa”. Ésta es signo de comunión, de vínculos profundos. Frente a ella desfilarán personajes y se desvelarán actitudes que nos ayudarán a captar la luz que arroja el misterio de la Pasión de Jesús sobre las pasiones humanas y a percibir, al mismo tiempo, toda la acogida que Dios hace del hombre en el misterio de la Cruz.
La cena en Betania se ubica “seis días antes de la Pascua”.  De esta manera el evangelista comienza la cuenta regresiva para la muerte de Jesús. Por otra parte, la mención de Betania como el lugar “donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos” conecta lo que acababa de suceder --la experiencia de fe en la resurrección--y con la Pasión de Jesús que está por comenzar.
Esta escena tiene un desarrollo curioso:
En primer lugar la descripción con rápidos pincelazos de la cena. De repente la atención del evangelista se concentra en un solo punto de la cena: las palabras de Judas y de Jesús acerca del insólito gesto de María de Betania.
El tiempo queda suspendido (y la cena pasa a un segundo plano) para dar paso al narrador que hace anotaciones sobre las funestas consecuencias que tiene para Jesús y para Lázaro, la afluencia de judíos curiosos por ver a Lázaro.
Pero en realidad el relato tiene dos movimientos internos fundamentales que se desatan frente a Jesús: El amor de los amigos que lo comprenden y lo honran y el desamor de los adversarios que no lo comprenden y lo ven como una amenaza.
El banquete en honor de Jesús parece estar movido por la gratitud. En torno a la mesa se reencuentra Jesús con el amigo por el cual lloró. Los tres hermanos aparecen en el entorno de Jesús, los tres hacen actos de amor: Marta: quien ofrece su servicio amoroso; Lázaro: quien acompaña a Jesús en la mesa, y María: quien unge los pies de Jesús.
Lázaro fue llamado en el capítulo anterior “el que Jesús amaba” o “el amigo” de Jesús. Todavía más, cuando Jesús lloró frente a su tumba la gente se sorprendió:“Mirad cómo le quería”. La dinámica del amor no es la misma con cada persona: La relación de Jesús con Lázaro se caracteriza porque es Jesús quien lo hace todo por él. Esto es importante: Jesús escoge a sus amigos sin necesidad de que tengan alguna característica particular para ello. Lázaro se deja escoger.
Con María sucede al contrario, es ella quien toma la iniciativa y le rinde su homenaje a Jesús con un gesto cariñoso: lo unge con perfume de la mejor calidad (nardo puro importado) y en abundante cantidad (un litro). Su costo es de “trescientos denarios”,  que es el equivalente de trescientos jornales para quien trabaja en el campo. En la precaria economía de la época ¡era mucho dinero! El de María es un amor agradecido que se desborda completamente.
Judas Iscariote reacciona negativamente frente al gesto de María de Betania. El evangelista traza un perfil de Judas al tiempo que reporta sus palabras: La crítica parte de “uno de los discípulos”, precisamente uno que debía comprender como ningún otro el valor del gesto.
Se trataba precisamente del pérfido discípulo, “el que lo había de entregar”, el que haría un gesto polarmente contrario al de la mujer. La motivación de su crítica es que “era un ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella”.
El reproche de Judas refleja su incapacidad de ver más allá, por ello Jesús le va a dar la correcta interpretación del hecho: “Para el día de mi sepultura”. El suyo es el primer signo de fe de una persona que ha centrado todo en la persona de Jesús y ha entrado en el misterio de su Cruz (lo mismo sucederá con otros, precisamente en la sepultura de Jesús)
Además, las motivaciones de Judas son ocultas e interesadas, está pensando en sus propios intereses. Se está utilizando para provecho propio el compromiso con los pobres. La frase “porque pobres siempre tendréis con vosotros”, eco de Deuteronomio (15,11), no es una negativa para el servicio a los pobres sino precisamente lo contrario. Puesto que esta misma cita enfatiza el “abrir la mano” en su favor, se comprende que ése será el efecto de la muerte de Jesús en el corazón redimido por él: el amor por el crucificado (expresado en la unción) se expresará luego en el amor a los hermanos. La Cruz de Jesús purifica y encamina todo amor. Judas va en contravía de esta propuesta.
Finalmente entran escena los sumos sacerdotes, quienes también reaccionan negativamente frente a Jesús, pero por un nuevo motivo: “muchos judíos se les iban y creían en Jesús”. Previamente el evangelista nos ha informado que Betania se ha convertido en foco de afluencia de un gran número de personas atraídas por lo sucedido a Lázaro.
La decisión de “dar muerte también a Lázaro”, muestra el deseo de quitar de en medio todo lo que hable de Jesús. Lázaro, de hecho se ha convertido en un testigo vivo que atrae muchas personas hacia el “creer” en Jesús. Como tal, compartirá la persecución del Maestro y Amigo.
Judas es incapaz de abrirse al amor. Los sumos sacerdotes son incapaces de creer, aún frente a la evidencia. Ven incluso en Lázaro una amenaza puesto que “muchos judíos se les iban y creían en Jesús”. El miedo a perder los privilegios se convierte entonces en envidia y esta se vuelve rechazo, intolerancia y paranoia frente a todo lo que hable de Jesús. La cerrazón es total. Es así como en torno a Jesús surge el conflicto entre los que aman y buscan la vida y los que solamente piensan en tramar acusaciones, trampas y muerte.
Frente a la fuerza de la amistad bellamente descrita en este pasaje, se revelan también los secretos motivos ocultos de la mezquindad, la superficialidad y la maldad humana. Este es el pecado: no querer dejarse interpelar, ni llamar, ni transformar por el lenguaje del amor de Jesús. 

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