DE LA LLANURA AL MONTE
Por Antonio Díaz TORTAJADA
Sacerdote-Periodista
Sacerdote-Periodista
Querido cofrade:
1.- Caminamos por la plena Cuaresma. Un momento privilegiado para ir a los hondo de nuestra vida. ¿Cómo vas de profundidad de tu vida a la luz de la Palabra de Dios?
Este domingo se nos presenta la figura de Abraham como hombre creyente.
La obediencia de Abraham listo para sacrificar a su hijo ante el mandato de Dios es base de la piedad judía, musulmana y cristiana, porque en Isaac, hijo único de Abraham reposaba la promesa de la descendencia y el líder, Mesías, para obtener la tierra.
El nuevo testamento ha tenido y profundizado esta lección sobre la promesa como fundamento de la fe, haciendo al mismo tiempo a Isaac como un personaje profético de Jesús.
El sacrificio de Isaac es un nuevo nacimiento en la fe, porque si Abraham lo había engendrado para la historia de su clan lo que ahora le entrega a Dios es su primicia de la fe
¿Por qué nos asustamos y resistimos a lo que nos pide la fe y no a lo que Dios nos da en ella?
Dejemos a Dios que sea Señor de nuestra historia si queremos asegurar nuestro destino.
2.- La segunda lectura es continuación de la primera, aunque sin mencionar el sacrificio de Isaac porque Jesús sí murió haciendo la voluntad de su padre-Dios para que no quedáramos separados de Dios “
¿Si Cristo murió, más aún resucitó y está sentado a la derecha de Dios e intercede por nosotros, quién podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús?,
¿Quién estará contra nosotros?,
si Él no se quedó ni con su propio Hijo, antes bien lo entregó por todos nosotros” (Rm8,31-35).
Jesús simbolizado en Isaac, entregado por nosotros en la cruz es ahora resucitado y transfigurado para que lo escuchemos y podamos comprender lo que significa “resucitar de entre los muertos” y “caminar en presencia del Señor todos los días la vida” (Sal 116).
La clave del evangelio de hoy y quizás de la liturgia es la relación del relato de transfiguración con la Resurrección,
el Jesús transfigurado es el resucitado que se deja ver.
Dado los elementos simbólicos no podemos saber exactamente lo que ocurrió.
La sabiduría popular dice que la cara es el reflejo del alma,
es cierto que el cuerpo transmite lo que la persona vive,
por eso nada tiene de extraño que la relación de Jesús con su Padre-Dios haya transfigurado su cuerpo por la resurrección dándole una gran iluminosidad.
Pasada la frustración del periodista por el conocimiento del evento escuchemos y miremos el testimonio de unos creyentes.
Son tres discípulos en una montaña lugar preferido para las apariciones de Dios y los sermones de Jesús.
El salmista (Sal 121) busca afanoso con sus ojos en los montes el auxilio del Señor.
Las vestiduras blancas deslumbrantes indican la condición de Jesús resucitado,
el color blanco es el signo del resucitado no por ser ausencia de color sino combinación de todos los demás.
Así será en la espiritualidad judía la transfiguración de todos los santos como Elías y Moisés,
el primero representaba a los profetas y su retorno hacía parte de la fe del judaísmo y el segundo autor del pentateuco .
El mensaje de Marcos es claro, la Escritura judía señala a Jesús como Mesías.
La nube hace parte del escenario donde la Divinidad aparece.
La voz que sale de la nube confirma a Jesús como “El Hijo amado”.
Todo apunta hacia la Resurrección.
“Estar bien” forma parte de la experiencia, “hacer tres tiendas” es el riesgo egoísta de la experiencia pero “Escuchar al Hijo amado” es salir de todos y cada uno de los egoísmos que nos agobian.
Como Jesús somos hijos de Dios transfigurados, pero mientras nos encerremos en nosotros mismos nunca podemos percibirlo.
Los discípulos de la casa de la contemplación en la montaña no supieron contemplar y solucionar el sufrimiento de la familia, casa, del niño epiléptico, en la llanura.
Hay que construir montañas interiores (la oración) para hallar profundas soluciones en la llanura.
3.- En los evangelios es lento el acercamiento al misterio de la Muerte y
Resurrección de Jesús porque si nos saltamos el Viernes y el Sábado Santos nos volvemos triunfalistas dejando sin su contexto propio a la Resurrección y sin término salvífico a la Cruz.
De ahí la importancia de vivir con profundidad
la Cuaresma: Llanura y transfiguración, muerte y vida, pecado y gracia, tinieblas y luz, egoísmo y conversión, cuaresma y pascua,
porque son las alternativasque durante este tiempo
todo creyente debe tener en el corazón y practicarlas como itinerarios de su vida.
Si no has entrado en la Cuaresma todavía estás a tiempo.
Un abrazo,
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