domingo, 27 de noviembre de 2011

LA COLUMNA DE DIAZ TORTAJADA EN EOS:PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO,¡VEN SEÑOR, NO TARDES!

FOTO GUALLART. Carta a un cofrade

NUESTRA ORACIÓN EN EL ADVIENTO:                      ¡VEN SEÑOR, NO TARDES!

Por Antonio Díaz TORTAJADA
Sacerdote-Periodista
Querido cofrade:

¿Sabes cuántos años tiene el capítulo 53 de Isaías? 2.500 años. Desde ese tiempo Israel ya sabía llamar a Dios ¡Padre! Esta es la más profunda enseñanza de la fe cristiana.: Tú eres el padre y nuestro redentor, ése es tu nombre desde siempre, Señor tu eres nuestro padre nosotros somos el barro y tú el alfarero, todos somos hechura de tus manos” .
El alfarero no es padre biológico del objeto que el moldea.  La experiencia de la paternidad es tan profunda y antigua que en el siglo XIV a.C, en Ugarit (actual Ras Shamra, Siria, al norte de Palestina) el rey supremo ya se llamaba “el rey-padre”, pero no lo conocía como padre biológico a la manera humana porque Dios-es-el Otro, la invitación de Dios como Padre nuestro estaba ya en las oraciones judías. El otro título de Redentor equivale al de liberador “yo creo en Dios liberador”, Dios nos ha liberado para hacer una alianza con nosotros” recitan los judíos en su credo. La primera experiencia de este credo fue la liberación de Egipto. El Dios de la primera Alianza quiere al hombre libre. Dios es un “Goel” (redentor, liberador, reivindicador, protector, vende hasta su patrimonio para rescatarnos).
Esta experiencia se vuelve súplica en el salmo 79: “Señor muéstranos tu favor y sálvanos, despierta tu poder y ven a salvarnos, protege la cepa plantada   por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste, consérvanos la vida y alabaremos tu nombre”.
Comenzamos el Adviento. Se trata de “la venida del Hijo del hombre”, “un día que no conoce sino el Padre, por lo tanto hay que estar vigilantes porque no conocemos la hora del dueño de la casa, no sea que llegue de repente y nos encuentre dormidos. Lo que les digo a vosotros lo digo para todos, permanecer alerta”.
Entre tanto dice Pablo “la creación entera gime con dolores de parto” (Rm 8,22).
La historia de la salvación comprende con respecto al Mesías, primero su espera, después el tiempo de David hasta el nacimiento de Jesús en Belén, luego la salvación cumplida en Jesucristo en la que ya podemos amar y perdonar con el mismo amor con que Dios nos ama en Jesucristo y en el Espíritu puesto en nuestros corazones. De maná en maná, de amor en amor esperamos el día del Señor, el cumplimiento definitivo de la victoria de Jesús y del Reino de Dios, será cuando todos vivamos los valores que encarnó Jesús y sembró la Iglesia en nuestros corazones como semillas de vida eterna. Esto no es un sueño porque Jesucristo nos ha mostrado que es posible. Es el deseo de Pablo a los Corintios: “Hermanos os deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre y de Cristo Jesús el Señor…ya no carecéis de ningún don los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, Él nos hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento,  Dios es quien los ha llamado a la unión con su Hijo Jesucristo, y Dios es fiel”.
Esta es la Buena Nueva que la Iglesia nos va a repetir, en su predicación, durante todo el Adviento. Cada uno de nosotros debe cuidar su propia conversión. Y querido cofrade hablar de conversión en la Navidad es más difícil que en cualquier otro momento, pero todavía en este tiempo podemos contribuir a la gestación de una humanidad nueva y a la nueva evangelización de nuestros ambientes.
Quizás por la responsabilidad que tenemos con la construcción del Reino de Dios que aún estamos gestando con dolores de parto, el Hijo del hombre (Jesús) no conoce aún la hora del advenimiento definitivo del Reino. No podemos distraernos ocupando el tiempo en cosas secundarias que no sean relativas al Reino. Este riesgo hace que Jesús prevenga a los apóstoles: “permanecer alerta”, “vigilar” y orad para que no caigais en tentación, el Espíritu está pronto pero la carne es débil .
Y velar quiere decir orar y cuidar la casa que se nos ha confiado para que, cuando llegue el Señor no nos encuentre dormidos.
Desde el primer Domingo de Adviento la Iglesia quiere advertirnos que en el futuro nuestra vida no estará sellada por la muerte ni cerrada los problemas y carencias que ahora padecemos; ahora mismo en este tiempo del Adviento la Iglesia suplica: “Despeja los cielos oh Salvador”. Si permitiéramos que en el Adviento que el cielo se despejara sobre nosotros, nuestra vida fuera distinta y nuestras oscuridades conocerían la luz.
El adviento no es una huida sino una oportunidad que le damos a la Iglesia para sensibilizarnos en las responsabilidades y talentos que Dios nos ha dado  para cumplir la misión que Él nos ha encomendado.
Que el cielo se abra sobre nuestras vidas y el corazón se dilate para prepararnos a la venida del Señor ¡Ven Señor Jesús!
Un abrazo,

Antonio

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