lunes, 11 de abril de 2011

EL PREGÓN DE ENRIQUE PONCE EN EOS, ILUSTRADO CON LOS BELLOS MOMENTOS CAPTADOS POR GUALLART EN LA PARROQUIA DE LOS ANGELES

Coincidimos con el Reverendo Jose Luis Barrera, cuando sobre el Pregón pronunciado por el maestro Enrique Ponce dice: "El torero de Chiva hizo un discurso sencillo, elegantes, lleno de sabiduría, de verdadera religiosidad de creyente y además muy bien pronunciado. Habló de sus recuerdos de niño, de su profesión – el toreo-, y lo comparó con elegancia con el otro toro que también tuvo que lidiar Jesús: el de su pasión y muerte. Habló de la cultura entendida como algo que brota del pueblo sencillo y que no se puede imponer. En resumen, un sorpréndente, culto, bello y piadoso discurso". EOS en su afán de difusón lo va a reproducir tal cual lo pronunció el torero valenciano, pero adornado con los bellos momentos captados por nuestro compañero Manolo Guallart con su cámara, desde su paso por la Sacristia hasta la salida del Cristo de la Concordia del templo. PREGON DE DON ENRIQUE PONCE MARTINEZ

Distinguidas autoridades, eclesiásticas, civiles y militares. Sra. Presidenta de la Junta Mayor de la Semana Santa Marinera de Valencia y Rectores de las Parroquias de los Poblados Marítimos de Valencia: Grao, Cañamelar y Cabañal. Hermanos Mayores y miembros de la Semana Santa Marinera de Valencia, Señoras y Señores que hoy nos acompañan: Bona Nit. Buenas noches.

Desde que recibí la propuesta de ser el pregonero de la Semana Santa Marinera de Valencia estuve dando vueltas y más vueltas al enfoque que tendría que dar a tan alta responsabilidad. Desde luego que es un honor para mí pregonar el comienzo de una época del año donde los cristianos celebramos, escenificando por las calles de nuestras ciudades, la pasión, la muerte y la gloriosa resurrección de Jesucristo. Como pregonero circunstancial y firme creyente me gustaría pregonar alto y claro que nuestra Fe en Cristo es la luz que nos ilumina el camino, la vereda que nos llevara a la paz espiritual, a la felicidad por el bien y el amor al prójimo, que Jesús es nuestro cobijo espiritual; la verdad que nos ofrece el Padre para nuestro sustento y el equilibrio emocional. Amigos de la Junta, muchas gracias por confiar esta misión, la de pregonero de la Semana Santa Marinera de Valencia, a un valenciano de tierra a dentro, donde el campo y el rigor del trabajo con la tierra comparte ansiedades, zozobras e incertidumbres con la gente de la mar. Gracias por dejar a un humilde creyente, que tanto le debe al Señor, pregonar y animar a la participación, en esta Semana Santa, a todos los valencianos que quieran renovar su Fe en Cristo y en nuestras tradiciones. Gracias por ceder la palabra y permitir la entrada en vuestros corazones y en vuestro templo, este tan hermoso y significativo de la Iglesia de Los Ángeles, a un creyente, a un valenciano, a un Torero. La Semana Santa forma parte de los recuerdos indelebles más tiernos de mi infancia. En mi pueblo, en Chiva, la celebración es austera, es tan sencilla como sincera. Recuerdo con mucho agrado al cura párroco de mi pueblo encabezando la procesión, detrás de la Dolorosa; cómo me impresionaba el rostro, hermoso, lacrimoso y tenso por el dolor, de una madre entregada a la suerte de su hijo. La Virgen María, ejemplo de abnegación y amor por su hijo, por la humanidad, ha sido un referente de bondad en mi vida, una demostración definitiva del concepto del bien, del significado del amor universal de la religión Cristiana; un espejo de conducta, un punto de referencia en el que tenemos que situar a todas las madres. Yo, por mi carácter, abierto y participativo, siempre quise colaborar en todo aquello que me enamoraba. Me apunté a la banda de cornetas y tambores de mi pueblo, porque quería impregnarme de aquella emoción contenida a duras penas, preñada de impotencia infantil ante la muerte, tan anunciada, como injusta, que en el silencio, solamente roto por el redoblar de los tambores, rasgaba la noche de Viernes Santo en Chiva, mi pueblo. Desde hace algunos años el compromiso con mi fe y con la Semana Santa me lleva hasta tierras de Andalucía, para salir en procesión acompañando al Cristo El Caído, el Cristo de los toreros, en Córdoba, del que soy Hermano de su Hermandad y del que fueron Hermanos en otras épocas, el mismísimo Lagartijo y el propio Manolete. La Semana Santa Marinera, vuestra Semana Santa, es una tradición, de tiempo inmemorial, pues si los historiadores la sitúan en 1795, seguro que desde mucho antes los pobladores de este trozo tan singular de Valencia fueron forjando esta tradición, una forma de entender la vida. Esta forma de entender y escenificar la Semana Santa, aquí a orilla del mar, es un legado transitorio que pasa ahora por vuestras manos, pero que tenéis la obligación moral de respetar y transmitir a las generaciones venideras, porque fueron vuestros antepasados los que desembocaron sus temores en la protección divina, porque sus miedos se vieron reconfortados con el alimento espiritual de vuestros Cristos, que siendo uno, se hace presente en todos a la vez: el Cristo del Grao, que aunque no procesiona, llego de la mar, Cristo de los Afligidos, Cristo del Salvador. Una tradición que forma parte de vuestras vidas y que con el correr del tiempo engrosa el acervo cultural de nuestra Valencia; ¡Eso, Señoras, Señores, es hacer cultura! ¡Eso es la cultura! La cultura no es lo que algunos quieren que sea. ¡La cultura es lo que es!; Es decir, la cultura es aquella actividad humana que se transporta en el espacio y el tiempo, siendo recogida siempre por el pueblo, que haciéndola tradición de sus antepasados la legará renovada a las siguientes generaciones, convirtiéndola en alimento cultural. Nadie está en el derecho de arrogarse la potestad de poder determinar que es cultura y que no; solamente el pueblo, que teje con sus manos el futuro de sus gentes, sin quererlo ni preténdelo, elevará cualquier actividad, a través de la praxis de distintas generaciones, a la categoría de cultura para que los intelectuales la estudien, la canten y no la destruyan. Yo soy torero. Me vais a disculpar si pretendo hablaros de mi arte y ciertos paralelismos, en el plano emocional, como los que podéis sentir vosotros, los que sufrís la incertidumbre de la organización de estos actos tan importantes, y también con el de la emoción del creyente, o el agnóstico que se acerca a disfrutar de la representación, que se ha dado en llamar: La historia mejor contada de la humanidad. Sin ánimo de ser o parecer irreverente, con nada ni con nadie. El toreo es la consecuencia lógica de una evolución del juego o enfrentamiento con el toro. Desde tiempos ancestrales el toro forma parte de la cultura mediterránea, se hace imposible entender la cultura de nuestros pueblos sin este animal que a través de la historia ha viajado en paralelo con el hombre, siendo el símbolo de muchas civilizaciones que entendieron que las características de comportamiento de este animal lo acercaban a una competencia de estatus con el hombre. El toreo es cultura porque nuestros ancestros lo eligieron como actividad prioritaria de unas gentes que entendieron que el enfrentamiento con el toro les otorgaba unos valores, éticos y morales de enfrentamiento con la vida y sus circunstancias. Es cultura de nuestro pueblo valenciano, en el que el toro ha viajado en sendas paralelas con nuestro pueblo; un pueblo, el valenciano, que aporta grandes personajes a la cultura; quien puede presumir de tener un siglo de oro de las letras como el nuestro: Joanot Martorell, que ya en su obra insigne, Tirant lo Blanch, habla de las corridas de toros en el Mercat. Ausias March, nadie como él cantó y lloró en sus poemas la muerte de su madre. Jordi de Sant Jordi, el Trovador del amor. Jaume Roig, médico y abanderado de la escuela satírica valenciana. Sor Isabel de Villena, la primera mujer que escribe en lengua valenciana.


La cultura de nuestro pueblo es la grandeza de nuestra historia. Entre todas las artes, Valencia siempre ha poseído a grandes hombre y mujeres que ofrecieron al mundo su quehacer más intenso y pensamientos más íntimos. El toreo, la tauromaquia, es un arte; como yo digo - un arte en el que se conjugan todas las artes - : La danza, sutiles movimientos que el torero ejecuta delante de la misma muerte en forma de buidos y negros pitones. La música, que acompaña a los toreros en tardes de grandes faenas, cuantas obras musicales se han inspirado en la tauromaquia. La literatura, obras maestras escritas en torno al toreo; incluso, nuestro polifacético y agnóstico, Blasco Ibáñez se adentro en los entresijos de la fiesta para escribir una de sus obras más ilustres: Sangre y Arena. Las artes plásticas; el lienzo y el cincel, el óleo y el bronce, invadieron los espacios vacíos para ocuparlos con obras maestras sobre el toreo; Sorolla, dueño de la luz, de esa luz vuestra, la de estos barrios marítimos, y que como decía el poeta onubense Juan Ramón Jiménez, -<< es una luz capaz de detener el tiempo.>> Benlliure, artista valenciano que atrapó en sus bronces lo efímero, o el sentimiento de dolor por la muerte de un torero, como se expresa en el mausoleo de Joselito El Gallo en Servilla. El pensamiento; filósofos, pensadores, poetas, reflexionaron sobre la fiesta: Ortega y Gaset, García Lorca, Alberti, Orson Wels, Hemingway, o nuestro Paco Brines, incluso más recientemente el último Nobel de literatura, Vargas Llosa. Es el toreo en sí mismo un arte en su ejecución excelente, pero más importante, si cabe aún, es la sinergia que provoca a los artistas de distintas facetas para poner en valor la dimensión vital de este arte tan nuestro, la última liturgia, con escenificación real, que existe en la cultura occidental, tan íntimo que nadie ni nada podrá arrebatárnoslo. Los toreros vivimos en un estatus constante de provisionalidad, la incertidumbre del inicio te puede llevar a la gloria siguiente y a la frustración postrera. Desde mi yo de torero comprendo, entiendo perfectamente la pasión de Jesús en esta Semana Santa. La llegada en loor de multitudes a la plaza es como nuestro Domingo de Ramos; todo son parabienes, ensalzamientos, pero sabemos perfectamente que estas mismas personas serán implacables en el juicio al que nos someterán en el ruedo. Antes de partir hacia la plaza, con mi cuadrilla, me retiro de todos los que me rodean y acompañan; esos apóstoles defensores y predicadores de mi arte. Me recojo ante mi capilla, la que monto yo personalmente en mi habitación, con las estampas e imágenes que durante toda mi carrera me ofrecieron las gentes, creyentes que me querían bien. Rezo para dar gracias a Dios por todo lo que me ha dado y le pido protección Divina para mí y para mis compañeros. ¡Cuántas veces, en días de alto compromiso, hubiera deseado apartar de mí el Cáliz de la responsabilidad y del miedo! ¡Cuántas dudas, en la soledad de mi particular Huerto de los Olivos! Dudas, que solamente se disipan por mi Fe y por el amor que tengo a mi profesión. Cuando el sol intenso de la tarde penetra por el portón de cuadrillas, te ciega, te hiere de forma sutil, de manera que cuando oyes el descerrajar del portón y queda libre ante ti el ruedo, de una forma más intensa si cabe, te encomiendas y dejas tu vida en manos de Dios. Te armas de valor caminando sobre la arena, al igual que vuestros marineros se aferran al palo mayor en días de tempestad. De la misma forma que vosotros, hombres y mujeres de la mar, os aferráis al Cristo crucificado, cada Viernes Santo, en la arena de la playa, para pedir por los que perecieron en el agua y buscar fuerzas espirituales que os ofrezcan el cobijo necesario para continuar con la labor del marinero; de la misma manera nosotros los toreros nos ceñimos al cuerpo el capote de paseo, con el Cristo o con la Virgen de nuestra especial devoción. Así caminando gallardo y orgulloso de ser torero; marinero de tierra adentro, marinero de bravura y albero. Yo, como torero, os comprendo perfectamente. Es fácil para mí provocar una empatía profunda con vuestros sentimientos y espiritualidad más profundos en todas sus variantes: Entiendo la responsabilidad de mantener una tradición de vuestros antepasados, pues mi arte viene de otra tradición y mi obligación, para con mis mayores, es mantenerla y ofrecerla a las nuevas generaciones. Entiendo la Fe que ponéis en todo lo que hacéis en Semana Santa, porque participo de vuestra misma Fe. Sé del recogimiento y emotividad de vuestro desfilar, de vuestro procesionar, por las calles acompañando el sufrimiento y la agonía del Señor, porque en mi interior me recojo en oración en mi vagar por la arena, en procesión de paseíllo ordenado y multicolor. Procesión de Fe y alegoría de la propia vida, porque nace ilusionante, transcurre en devoción madura y morirá con la misión cumplida, con la satisfacción del buen trabajo, de lo bien hecho. Comprendo vuestras inseguridades, porque yo vivo en la inseguridad, en la provisionalidad. Y comprendo vuestro regocijo y alegría al oír el sonar, el redoblar, de todas las campanas de vuestras parroquias, desde santa María del Mar a la de los Ángeles, en la madrugada del Sábado de Gloria al Domingo de Resurrección, porque yo como torero también resucito con mi arte y me renuevo en la fe de querer ser torero cada tarde saliendo a hombros del triunfo y el clamor del pueblo. Nosotros, los valencianos, somos artistas de puertas abiertas, diáfanos y claros como la luz de nuestro cielo. Es en la calle donde mejor nos expresamos y es en primavera cuando nos brota la sangre y las ansias de expresión. Nuestras gentes son de pensamiento libre y audaz, son flexibles de pensamiento y de ánimo, tienen cintura emocional; somos capaces de pasar, incluso, según el calendario, de un día para otro, de un estado de ánimo eufórico en las fiestas Josefinas, donde el color el ruido y la luz la transformamos en caprichosas formas artísticas, a la mística, en la celebración de la pasión, en esta Semana Santa Marinera de Valencia. Así es nuestra gente; entregada sin reservas a sus tradiciones, sus costumbres y su Fe. Pronto, muy pronto, habrá un suceso, una explosión enfervorizada de mística, de reflexión y de tradición en los poblados Marítimos de Valencia: Desde Serrería a Eugenia Viñes, desde la Av. Del Puerto a Los Naranjos. Pronto, al igual que nuestros campos romperán en flor, lanzando al viento de marzo y abril el olor del naranjo mezclado con el perfume salitroso de la mar, pronto, de todos los rincones del Marítimo comenzarán a aparecer desde las parroquias de: Santa María del Mar en el Grao, Nuestra Señora del Rosario en el Cañamelar y Cristo Redentor- San Rafael y Nuestra Señora de Los Ángeles en el Cabañal, las gentes anunciando su Fe, su tradición intemporal. Todos juntos: Vestas en puntiaguda penitencia; anónimos de góticos capirotes y ojos desconocidos que miran de soslayo. Desfilan sus promesas descalzas lanzando miradas tristes y penetrantes. Granaderos, Pretorianos, Longinos y Sayones custodiando, como fuerzas representativas de la pasión, al ritmo, tajante y estremecedor de la piel y el metal, de cornetas y tambores. Personajes Bíblicos: La Samaritana, La Verónica, La Dolorosa, La Ronquina, Las tres Marías, El Nazareno, el Cristo Resucitado…, símbolos de una época coetánea de Jesús que procesionan llenando de vida, ingenio y armonía las calles de estos poblados marítimos, pero, también, como demostración fehaciente del ingenio de nuestros antepasados ante las carencias económicas. Cristos, Cristos sin andas, Cristos al brazo de su pueblo, Cristos clavados a la cruz, Cristos portados a ras de tierra, de una tierra pasional que siente a Cristo Crucificado más cerca, mas dentro que nadie, porque junto a su pecho, prisionero de promesas, lleva y absorbe todo el dolor de Cristo en la cruz. Levitan sobre el asfalto, barnizado de cera, y penetran en la playa, de arena blanca de luz, los Cristos marineros; abrazados, amarrados al pecho de las gentes de la mar en la noche de Viernes Santo. Por las estrechas calles del Marítimo, donde se guarda el espíritu de todos los marineros buenos que un día no volvieron, Jesús, desde su Cruz, a la altura del hombre, con el hombre abrazado, muestra sin rubor su derrota humana, su victoria Divina. Ocho Cristos: El De Los Afligidos, El del Perdón, El Del Salvador, El Del Buen Acierto, El de La Concordia, El Del Salvador y El Del Amparo, El De La Buena Muerte y el Cristo de la Palma. Ocho Cristos, ocho sentimientos, ocho entregas para un solo Jesucristo, que por amor, se multiplica para cada uno de nosotros. La gente, los fieles, harán pasillo por las calles; la primavera en la noche, la humedad del rocío al oscurecer, quizás, también, la lluvia de marzo y abril, entumecerá sus cuerpos arrebujados entre sí, pero nadie se moverá; creyentes y agnósticos, curiosos y casuales, no podrán apartar la mirada de El Hombre, de la verdad absoluta, para nuevamente vivir una historia, que aunque conocida, nunca deja de sorprender por su emoción renovada. Los sentimientos y las promesas provocaran las miradas sobrecogedoras dirigidas a la cara ensangrentada de Jesús en la cruz, de María Dolorosa, de los personajes Bíblicos, de Granaderos, Pretorianos, Longinos y Sayones, de Penitentes y Vestas, y cada redoble de tambor penetrara en el fondo de su ser removiendo el sentido de culpabilidad, y las cornetas elevaran sus metálicas e hirientes notas al cielo nocturno de los poblados de la mar, y nos despertaran de nuestra relatividad humana clavándose en nuestras conciencias, como una lanzada en el costado. Pronto, muy pronto, como todas las primaveras, resucitará Jesús en todos nosotros; las campanas anunciaran la victoria del bien, del amor. El color blanco de victoria desplazará a los colores opacos de tristeza, de tiniebla. Surcarán las calles marineras de Valencia, como por un lecho fluvial de asfalto y restos de cera, el oleaje blanco de las capas, donde flotarán como motas multicolor las flores proyectadas desde vuestro corazón. En todos nosotros quedara la intención renovada de mejorar como personas; no os quepa duda que este es el camino, que vosotros habréis cumplido vuestra misión, para con vuestra Fe, para con vuestros antepasados, para con vuestros hijos, para con vuestra valencianía. Las imágenes de devoción volverán a los templos y vosotros a la Hermandades para iniciar los preparativos de la próxima Semana Santa Marinera de Valencia.


Yo como creyente, como valenciano y como torero os llevare siempre en mi corazón y os estaré eternamente agradecido por haber permitido, a este marinero de tierra adentro, desparramar su corazón en el seno más íntimo de estos poblados marítimos de Valencia.


Vixca La Mare de Deu, Visca València. Moltes gracies.

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