jueves, 1 de abril de 2010

LA COLUMNA DE DIAZ TORTAJADA EN EOS: CARTA A UN COFRADE, HOY ES JUEVES SANTO



Carta a un cofrade
HOY ES…. JUEVES SANTO

Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista


Querido cofrade:

Con el Jueves Santo se inicia lo que en el lenguaje de la Iglesia llamamos el “Triduo Pascual”, en el que celebramos los tres momentos más decisivos de la vida de Cristo y que constituyen el centro de la fe cristiana: “murió, fue sepultado, resucitó”.
Es decir, seguimos paso a paso los acontecimientos que vivió Jesús en su pasión, hasta contemplarlo crucificado en el calvario y depositado en la sepultura, para luego cantar en la vigilia y en la mañana de Pascua la alegría de su resurrección.
Aunque la celebración del Triduo Pascual se desarrolle en tres días, se trata de un único acontecimiento y lo que se celebra un día hay que entenderlo y vivirlo en relación con los otros dos. El viernes de la pasión y muerte en cruz pierde su auténtico significado si no aparece como realización trágica del don anticipado que Jesús hace de sí mismo en la tarde del Jueves Santo y si no encuentra salida en el día de la resurrección.
Asimismo, el jueves del “mandamiento del amor”, y de la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía, se desvanece en un puro símbolo o simple sentimiento si no se realiza en el don real del Cuerpo de Cristo sobre la cruz el Viernes Santo para hacer nacer el cuerpo de una humanidad nueva en el domingo de Resurrección. Hace falta, por tanto, unir estos tres días santos y no celebrarlos como episodios separados.
¡Está tan lleno y repleto el Jueves Santo que siempre se hace difícil seleccionar alguna escena! Con todo, nos quedaremos con el texto evangélico de la Eucaristía de hoy.
Es uno de los relatos más impresionantes y emblemáticos de toda la vida de Jesús. Es una escena que merece y justifica toda una vida, aun cuando el Amor de Jesús fue tan exigente que aún nos dio más; nos dio su Cuerpo y su Sangre, en don total de sí mismo.
Está entre nosotros como el que sirve
Pero hoy fijemos nuestra mirada y nuestro corazón en el pasaje del lavatorio de los pies, que recapitula toda su existencia y misión entre nosotros. Jesús, el Señor, el Maestro, el Dios y Hombre verdadero, lava los pies a sus apóstoles. Demuestra de manera fehaciente e inequívoca que El no vino al mundo a ser servir sino a servir y dar su vida en rescate por muchos. Él está entre nosotros como el que sirve.
"¿Sabéis lo he hecho con vosotros?", preguntó Jesús a sus apóstoles nada más concluir con el rito del lavatorio. "Si yo os he lavado los pies --respondió Jesús--, siendo vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros. Porque yo os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho".
"Únicamente una madre o un esclavo --escribió Giovanni Papini-- hubiera podido hacer lo que Jesús aquella noche. La madre, a sus hijos pequeños y a nadie más; el esclavo, a sus dueños y a nadie más. La madre, por amor; y el siervo, por obediencia".
Por su parte, Williams Froester, afirmó: "Si hubo en el mundo una revolución, fue en este momento. Aquí fue donde el César quedó destronado, el orgullo abatido, proscrita la explotación y condenado todo servicio que no sea recíproco... Esta revolución no atenta contra ninguna autoridad, no entorpece ninguna obediencia, no siembra ningún odio. Lo divino desciende a nosotros bajo la forma del servicio más humilde para mostrarnos que sólo sirviendo con toda humildad podemos alcanzar lo divino".
Y todavía, ¿podemos creernos superiores y más importantes que los demás? Y todavía ¿podemos sentirnos humillados si servimos en humildad y en fraternidad?
"Os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho: Yo estoy entre vosotros como el que sirve".
¿Y todavía desdeñaremos de servir o le buscaremos las vueltas a esta inexcusable vocación de servicio radical y hasta el extremo? Esto y no otra cosa es ser cristiano.
Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este “antes” de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta.
Es posible amarnos unos a otros porque El nos ha amado primero y porque nos ha dejado la fuente de ese amor en el sacramento de la Eucaristía: “Tomad y comed… tomad y bebed”...
Esto es lo que hoy, Jueves Santo, celebramos los católicos. Acercarte hermano, que es Dios mismo quien invita.
Cordialmente,

Antonio

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