martes, 30 de marzo de 2010

LA COLUMNA DE DÍAZ TORTAJADA EN EOS: ESCENAS DE LA PASIÓN VIII, HOY EL DESCENDIMIENTO, JESÚS Y SU MADRE MARÍA.


ESCENAS DE LA PASIÓN VIII
El descendimiento: Jesús y su Madre María


Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista

Señor Jesús:
Los brazos de tu Madre María
han vuelto a recibirte.
Son exactamente
los mismos brazos,
la misma ternura y el mismo amor
que te recibieron,
treinta y tres años antes,
en la luminosa pobreza
de aquella noche en el portal de Belén.
Entonces acariciaron una vida
que empezaba con toda su carga de ilusiones,
proyectos y esperanzas.
Hoy,
reciben el cuerpo muerto y destrozado,
del Hijo de Dios asesinado y humillado
por unos hombres
a los que has venido a buscar y a salvar.
¡Nadie pudo medir
la intensidad de este abrazo!
Tu Madre
te entregó a nosotros con todo el amor,
sin hacer valer sus derechos de Madre,
porque de sobra sabía
que habías venido con una misión que cumplir
de cara a todos los hombres.
Y, al final,
Hemos devuelto tu Cuerpo a sus brazos,
pero después de pasar por nuestros
odios, hipocresías y traiciones.
Eso es lo que hemos dejado de Ti.
Porque has buscado la justicia y el amor entre nosotros,
que tantas veces vivimos
sólo para el egoísmo y la venganza;
porque has elegido la sencillez y la humildad
en un mundo que vive para la ambición
y la apariencia;
porque has invitado al perdón y a la comprensión
a unos hombres que tienen a orgullo el odiar
y el no perdonar;
por todo eso, te hemos entregado,
muerto y destrozado,
a los brazos de la Madre buena.
Ella,
como sacerdote corredentor de la Nueva Alianza
te entrega al Padre de nuevo.
Porque así es como únicamente creíamos poder vivir tranquilos, sin la pesadilla de tu Palabra,
sin la acusación de tu vida,
sin el reproche constante
de tu amor sin condiciones.
Pero hemos descubierto tarde
que nuestra única felicidad y alegría está
en Ti, en tu presencia, en tu amor.
Señor Jesús:
Te pedimos,
que nos perdones nuestros pecados y desvaríos:
Por tu pasión, por tu cruz y tu muerte,
y por el sereno dolor de tu Madre,
que te recibe de nuevo en sus brazos
sabiendo que tu muerte es la culminación
de una misión cumplida hasta el último detalle.
Ayúdanos a crecer firmemente en el amor a Ti
y entre nosotros,
según el Mandamiento Nuevo
que Tú nos diste
y tan fielmente nos transmitió tu apóstol Juan.
Señor Jesús:
Haz que tu muerte redentora sea para nosotros
el principio de una nueva vida,
de manera que,
muertos al pecado,
resucitemos contigo.
Amén.



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