Desde El Cañamelar de Valencia (España) José Ángel Crespo Flor (texto y fotos).- Para que luego digan que en la bella isla de Cuba se respira libertad, democracia y tienen su razón de ser los Derechos Humanos. Nada de nada. Mientras los hermanos Castro estén al frente de la Nación Cubana, nada de eso se podrá conseguir, mal que le pese a los cubanos, que se ven impotentes para que, alguna vez, cuando se hable de Cuba sea para bien. Ahora son los sacerdotes católicos los perseguidos, los que sufren la sinrazón de un régimen que nada tiene que ver con el siglo XXI que está viviendo toda la humanidad.Cuando el pasado 12 de febrero se celebraba la memoria del beato cubano José Olallo ya insistimos en que él, unido a la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de todos los cubanos, debía ser como un nuevo renacer de la bella Cuba. No han pasado 48 horas de ese 12 de febrero cuando tenemos que hacernos eco del asesinato del sacerdote español Eduardo de la Fuente Serrano. Un presbítero de Madrid que estaba cumpliendo en la Isla con su misión de extender el Evangelio y de estar con los más pobres y desfavorecidos de CubaPorque - y esto ténganlo muy claro- una cosa es lo que a los turistas se les enseña y otra muy distinta con la realidad en la que tienen día a día que vivir, mejor, malvivir, el pueblo llano de Cuba. Y ante esta barbarie, una más, de las muchas que allí existen aunque a España nos lleguen sólo en cuentagotas dada la 'libertad' que allí existe ¿hasta cuando hay que permanecer impasibles ante tanta barbarie?, ¿porqué no existe una justicia en la Isla de que quien la haga la pague de por vida?, ¿qué esperan los cubanos a estas alturas de los hermanos Castro, de Fidel y de Raúl?... más muertes, mas asesinatos por la espalda, más puñaladas traperas, más casos como este mártir de la fe que acudió, sin dudarlo, a la llamada de los más desfavorecidos de la Isla porque creía que esa era la misión y la llamada a la que debía de servir como sacerdote de la Iglesia Católica.Como cristianos, como fieles laicos comprometidos con el Evangelio de Cristo, sólo podemos responder con el arma de la oración de ahí que, como Eduardo de la Fuente sirvió, antes de ir a Cuba, en la parroquia Nuestra Señora del Sagrario en Carabanchel, vamos a aplicar la intención del Santo Rosario por el descanso de su arma y de su cuerpo y también, para que su muerte sea la última que se produce en la Isla por causas violentas.Además, sin ir más lejos, en la misa vespertina que el domingo realizó el sacerdote cubano y vicario de la parroquia Nuestra Señora del Rosario del Cañamelar, Olbier Antonio Hernández Carbonell ya se la ofreció por su eterno descanso como también por la ansiada libertad del pueblo cubano.
JUAN PABLO II Y LA MUERTE DE UN MÁRTIR
JUAN PABLO II Y LA MUERTE DE UN MÁRTIR
Me acuerdo, al leer la noticia, de las palabras de Juan Pablo II con motivo de su viaje apostólico a la Isla cuando delante del mismísimo Fidel Castro dijo sin titubeart una frase que ha quedado para la historia "Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba". Mientras esto no se dé, los cubanos nunca podrán abrazar la libertad ni la democracia. Será un pueblo que camina solo, no como el resto de los países que viven y se adecuan a los tiempos, a este siglo XXI en el que todos -también Cuba- está.Eduardo de la Fuente ha muerto como un mártir más. Uno de tantos mártires que la Iglesia ha dado a lo largo de toda la historia, porque la historia de la iglesia está bañada con sangre de mártires. Un mártir que ha de servir para que la Isla dé un giro de 180 grados y pueda reconducirse a un mundo donde la libertad y la democracia se den la mano y donde comience de verdad una nueva etapa en la historia de la bella isla cubana. Una etapa donde los cubanos elijan en las urnas quienes han de gobernarles y donde dejen atrás -que no es lo mismo que en el olvido- estos 50 años de dictadura y supresión de la libertad que, con los Castro en el Gobierno, ha azotado a la Isla.
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