La Valencia Marinera sigue fiel a su tradición y se vuelca con su Semana Santa Marinera, y que hoy JUEVES SANTO tiene lugar el PRIMER ACTO COLECTIVO.
Nuestra
Semana Santa Marinera vivirá hoy, el Jueves
Santo, con su primer acto colectivo. Se trata de la Visita a los Santos
Monumentos, un acto que data del año 1929 y que comenzará a las 20 horas
en la plaza del Tribunal de las Aguas. Entre sus peculiaridades destaca
la ausencia de imágenes o pasos, de personajes bíblicos y de las
corporaciones armadas (granaderos, longinos, pretorianos y sayones).
Este desfile procesional se realiza con el único acompañamiento de
tambores. A paso de marcha ordinaria, las hermandades recorren las
cuatro feligresías.
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ADT dixit: El centro
de este “memorial” es el Misterio Pascual, la muerte y resurrección de Jesús.
En la muerte de Jesús, Dios ha asumido la naturaleza humana hasta la muerte,
“hasta la muerte de Cruz” (Filipenses 2,8)). A través
de ella, Jesús “se convirtió en causa de salvación eterna para todos aquellos
que le obedecen” (Hebreos 5,9; idea importante del Viernes Santo).
De
hecho, la cruz de Jesús no se puede separar de la resurrección, fundamento de
nuestra esperanza. Y este es nuestro futuro: “Sepultados... en su muerte, para
que también nosotros vivamos una vida nueva” (Romanos 6,4; idea central de la Vigilia Pascual).
Todo
esto se recoge en la gran Eucaristía que se celebra entre Jueves Santo y el Domingo
de Pascua. Hoy hacemos “memoria” de aquella primera Eucaristía que Jesús
celebró y al mismo tiempo la actualizamos como recuerdo del pasado, como
presencia en el hoy de nuestras comunidades, al mismo tiempo de esperanza y
profecía para el futuro.
El cuerpo
y la sangre eucarísticos de Jesús nos asegura su presencia a lo largo de la
historia.
Es Jesús
mismo quien establece de manera concreta, en la Eucaristía, la
permanencia visible y misteriosa de su muerte en la Cruz por nosotros, de su
supremo amor por la humanidad, de su venida continua dentro de nosotros para
salvarnos y santificarnos.
Es
así como en cada celebración su corazón, traspasado por la lanza, sea abre para
derramar el Espíritu Santo sobre la
Iglesia y el mundo.
Para
profundizar en esto, se nos propone leer el Jueves Santo el relato del
“lavatorio de los pies” (Juan 13,1-15).
Notemos
que en la última cena, el evangelista Juan no habla de la institución de la Eucaristía (que se
encuentra ampliamente tratada en el discurso del “Pan de Vida” en Jn 6).
Juan
prefiere colocar aquí un gesto que indica el significado último de la Eucaristía, como acto
de amor extremo de Jesús por los suyos, manifestación de un servicio pleno
hacia los discípulos.
Introducción:
la hora del amor supremo: La última parte del evangelio de Juan (13-21) se abre
con una introducción solemne: “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que
había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los
suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”
El
evangelista Juan nos ayuda a recorrer atentamente el último día de Jesús con
sus discípulos. Así nos hace comprender que efectivamente ha llegado la “hora”
tan esperada por Jesús, la “hora” ardientemente deseada, cuidadosamente
preparada, frecuentemente anunciada (ver 12,27-28).
Es
la “hora” en que manifiesta su amor infinito entregándose a quien lo traiciona,
en el don supremo de su libertad.
Dos
aspectos se ponen de relieve: Esta es la hora en que Jesús regresa a la casa
del Padre: “había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre”.
Él
conoce el camino y la meta.Y esta es la hora en la que Jesús da la máxima
prueba de su amor: “los amó hasta el extremo”.
Juan
señala que el amor de Jesús viene de Dios y es, por lo tanto, un amor gratuito
y total. La cruz de Jesús será la manifestación de este amor divino, afecto
supremo que ama hasta las últimas consecuencias, hasta el extremo de sus
fuerzas.
El
marco es el de la Pascua
hebrea: “Antes de la fiesta de la
Pascua”. En ella el pueblo de Israel celebra con gratitud los
beneficios de Dios, quien lo liberó de la esclavitud y lo hizo su pueblo. Jesús
lleva a su cumplimiento esta liberación, arrancando al hombre de la esclavitud
del pecado y de la muerte y dándole la comunión plena con Dios.
El
gesto simbólico del lavatorio de los pies muestra la significación de la
entrega de su vida y el valor ejemplar que ésta tiene para todo discípulo.
El
episodio del lavatorio de los pies es un “signo” que revela un misterio mucho
más grande que lo que una primera lectura inmediata puede sugerir.
El
gesto contiene una catequesis bautismal y al mismo tiempo una enseñanza sobre
la humildad, una ilustración eficaz del mandamiento del amor fraterno a la
manera de Jesús: el amor que acepta morir para ser fecundo.
“Durante
la cena” (13,2ª). En la cena, donde el vivir en comunión encuentra su mejor
expresión, pesa la sombra de la traición que rompe la amistad. Pero mientras el
traidor se mueve orientado por el diablo,Jesús lo hace dejándose determinar por
Dios- Lo que Jesús ha hecho y va a hacer, proviene de su comunión con Dios. Ahí
radica la libertad que hará que la muerte que le aguarda sea realmente un don
de amor por los suyos y por los hijos de Dios dispersos.
“El
Padre le había puesto todo en sus manos” (13,3ª). El amor del pastor (10,28-29)
protegerá los discípulos de un mundo que quisiera poder arrancarlos de la
comunión de vida con su Maestro. Y aunque ellos lo traicionen, Jesús reforzará
los vínculos con ellos y les ofrecerá un perdón pleno. Por lo tanto, lavar los
pies constituye una promesa de aquel perdón que el Crucificado le ofrecerá a
los discípulos en la tarde del día de la resurrección (ver Jn 20,19ss).
“Y
se puso a lavar los pies de los discípulos”. Notemos en el v.4 los movimientos
de Jesús. Para demostrar su amor: (a) se levanta de la mesa, (b) se quita los
vestidos (el manto), (c) se amarra una toalla alrededor de la cintura, (d) echa
agua en un recipiente, (e) le lava los pies a los discípulos y (f) se los seca
con la toalla que lleva en la cintura.
El
lavatorio de los pies está enmarcado por el “quitarse” (13,4) y “volver a
ponerse” los vestidos (13,12). Este movimiento nos reenvía al gesto del Buen
Pastor de las ovejas, quien se despoja de su propia vida para dársela a sus
ovejas.
De hecho, se puede notar que los verbos que se usan en el texto son los mismos
verbos que se utilizan en el capítulo del Buen Pastor, cuando se dice que
“ofrece su propia vida” y “la retoma” (ver Jn 10,18).
El
despojo del manto y del amarrarse la toalla son, por lo tanto, una evocación
del misterio de la Pasión
y de la Resurrección,
que el lavatorio de los pies hace presente de manera
simbólica. Jesús se comporta como un servidor (a la manera de un
esclavo) de la mesa ya que su muerte es precisamente eso: un acto de servicio
por la humanidad.
Así
llegamos a entender que el lavatorio de los pies sustituye el de la institución
de la Eucaristía
precisamente porque explica lo que sucede en el Calvario.
En
el lavatorio de los pies contemplamos la manifestación del Amor Trinitario en
Jesús que se humilla, que se pone al alcance y a disposición de todo hombre,
revelándonos así que Dios es humilde y manifiesta su omnipotencia y su suprema
libertad en la aparente debilidad.
La
reacción de Pedro no tarda. En el evangelio de Juan, Pedro
representa al discípulo que tiene dificultad para entender la lógica de amor de
su Maestro y para dejarse conducir con docilidad por la voluntad de su Señor.
Pedro
no puede aceptar la humildad de su Maestro: se trata de un acto de servicio
que, según él, no está a la altura de la dignidad de su Maestro (13,6). En la
cultura antigua los pies representan el extremo de la impureza, por eso lavar
los pies era una acción que solo podían realizar los esclavos. Pedro se
escandaliza de lo que Jesús está haciendo y dicho escándalo pone en evidencia
la distancia entre su modo de ver las cosas y el modo como Jesús las ve.
Jesús
entonces le explica a Pedro que él ahora no puede comprender lo que está
haciendo por él, pero en sus palabras le hace una promesa: “¡Lo comprenderás
más tarde!” (13,7).
A la luz de la Pascua no se escandalizará más por todo lo que el
Señor hizo por él y por los otros discípulos. Más bien, aquel gesto constituirá
un comentario brillante al misterio de amor “purificador” de la Pasión: amor que los hace
capaces de amor en la perfecta unión con Dios (13,8-11). De esta forma se podrá
tomar parte en su propio destino.
Los
vv. 12
a 15 hacen la aplicación del
lavatorio de los pies a la vida de los discípulos, para sugerir el estilo de la
comunidad de los verdaderos discípulos: cómo debemos comportarnos los unos con
los otros (ver 13,12).
Precisamente
aquél que es el “Señor y el Maestro” (13,13) se ha hecho siervo por nosotros y
por tanto la comunidad de los discípulos está llamada a continuar esta praxis
de humillación en los servicios –a veces despreciables a los ojos del mundo-
para dar vida en abundancia a los humillados de la tierra.
Este
estilo de vida estará marcado por la reciprocidad, irá siempre en doble
dirección, ya que se trata de estar disponibles para hacerse siervos de los
hermanos por amor, pero también para saber acoger con sencillez, gratitud y
alegría los servicios que otros hacen por nosotros.
Juan
subraya que tal servicio será un “lavarse los pies unos a otros” (13,14); en
otras palabras consistirá en aceptar los límites, los defectos, las ofensas del
hermano y al mismo tiempo que se reconocen los propios límites y las ofensas a
los hermanos.
En
fin, retengamos la doble lección: Sólo del reconocimiento del gran amor con el
cual hemos sido amados podremos madurar nuevas actitudes de perdón y de
servicio con todos los que nos rodean. Por lo tanto, dejémonos aferrar por el
amor de Cristo para que nazca de nuestro corazón una caridad y una alabanza
sincera.
Jesús
pide que lo imitemos para que a través de los servicios humildes de amor a los
hermanos podamos transformar el mundo y ofrecerlo al Padre en unión con su
ofrenda en la Cruz.
Ésa es la raíz de la sacerdotalidad.
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