lunes, 15 de febrero de 2010

DIAZ TORTAJADA ESCRIBE A SU AMIGA LA DOCTORA MARIA ANGELES GONZÁLEZ GUDINO


CARTA A MARIA ÁNGELES GONZALEZ GUDINO

Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista

Querida María Ángeles:

Has sido una gran mujer:
Una gran mujer para tu esposo Alfonso.
Una gran mujer para tus hijas.
Una gran mujer para Valencia.
Y una gran mujer, cercana y amiga, para mi.
Gracias, María Ángeles
por tus lecciones de humanidad,
de cultura valenciana y de fe en Jesucristo.
Son algunas de las cosas que se pueden decir de ti.
Hoy, al conocer la noticia de tu muerte,
noticia esperada por otra parte,
he celebrado la Eucaristía,
poniendo en las manos del Padre bueno,
toda tu vida.
Lo he hecho con la oración que la Iglesia
de todos los tiempos y lugares eleva a Dios
en los momentos de pena y dolor
por la despedida a una persona buena y querida
que ha partido de entre nosotros.
Cuando alguien de los nuestros, como tu,
deja la historia que es tiempo para convertirse en eternidad,
los cristianos nos reunimos
como comunidad amada por Dios para actualizar
la muerte y resurrección de Jesús,
triunfador del pecado y de la muerte.
A la muerte y resurrección de Jesucristo,
que tan profundamente vivías
sobre todo en nuestra Semana Santa,
te ha asociado el Padre Eterno.
María Ángeles:
La vida humana, muchas veces,
está llena de contradicciones,
y de hechos absurdos para nosotros;
la misma muerte es uno de ellos.
Pero tu la esperabas
viviendo intensamente tus días y tus horas,
como el vigía espera a la aurora,
según me decías hace unas semanas
cuando venías acompañando
a un grupo de profesionales de la medicina
y amigos para que les explicara
la forma de vivir y celebrar la Semana Santa
en estos Poblados Marítimos.
Te unías así al gran san Francisco de Asís,
haciendo un hermoso canto a Dios creador,
y me decías: “Yo alabo al Señor,
por mi hermana la muerte,
compañera de viaje de todo viviente“.
María Ángeles:¿Se puede alabar a Dios por la muerte?
Es como el principio del sermón del Monte cuando Cristo decía:
Dichosos los pobres….
Dichosos los que lloran….
Dichosos los perseguidos…
Es un lenguaje extraño
para los que estamos apegados a la superficie de la tierra,
porque los humanos en general creemos
que la felicidad es algo muy distinto

Solemos repetir mucho la frase:
“La felicidad no es el dinero,
pero ayuda mucho“,
y es feliz el que no tiene ninguna preocupación…
Dicho como lo dice Jesús en el Evangelio,
parece el mundo al revés…
¿Como alabar a Dios por la “hermana muerte”?
Y tu la alababas,
¡qué confidencia la de aquella tarde!
Y realizaste tu último sueño:
Visitar los lugares santo por donde vivió, predicó y murió Jesucristo.
Volviste entusiasmada y con nuevas fuerzas
en tu corazón para afrontar tu enfermedad.
¡Cuantas lecciones de vida diste --me diste—
en esta última etapa de tu existencia
en carne mortal entre nosotros!
Y ¡cuántos proyectos tenías entre manos
con nuestro amigo común Romeu!
Por eso, y por muchas cosas más
podemos hacer un canto a la Vida.
Por eso con mis palabras,
ante lo absurdo de tu muerte
--te has encontrado cara a cara con Dios—,
quisiera proclamar que tras la muerte
es cuando los seres humanos
comienzan el camino hacia la felicidad.
Sí, contigo quiero cantar a la vida,
como tu misma cantabas haciendo frente a al cáncer,
porque hay motivos para hacerlo,
tu los encontraste.
El dolor y la misma enfermedad
es un motivo para ello.
A nadie nos gusta estar enfermos
ni tener a nuestros familiares o amigos enfermos,
pero a la larga,
es para nosotros una experiencia
que nos hace ser pobres en el sentido
que leemos en las Bienaventuranzas de Jesucristo.
porque nos hace dar todo lo que tenemos.
nos hace palpar qué quiere decir ser persona,
nos hace ver que el ser humano,
no será nunca dueño de la vida,
porque la vida es Dios y estamos en sus manos.
Esto cuesta aceptarlo;
pero es la clave del secreto de la criatura humana.
Es entonces cuando se entiende que te diga,
como me dijiste tu:
“Alabemos al Señor por la hermana muerte“.
María Ángeles:
Tu no creías en un Dios mágico,
que cura a nuestros enfermos apenas se lo pedimos;
pero sí creíste en Jesucristo,
que nos predica a un Dios
que no ha pasado de largo ante el dolor humano,
sino que se acerca a él;
y se acerca tanto, con su Hijo Jesús,
que él también murió de una manera injusta.
Por esta razón, querida amiga, ahora tu y yo,
cantamos a la Vida.
Y podemos decir gracias, Señor,
por todos los beneficios que el Señor te ha dado
en esta vida y a través de ti a los que te rodeaban.
Gracias por tu lucha, trabajo y contribución
para hacer una Valencia mejor,
gracias por tu ilusión por construir
un futuro para todos más hermoso.
Gracias… por lo que eres y sigues siendo para mi,
y para tantos y tantos amigos.
Cierto, los que te veíamos de lejos,
entendimos que eras una mujer que no ibas de estrella.
La discreción creo que es una virtud
que define tu vida y tu acción.
Así ha sido también tu muerte.
Te has ido muy calladamente.
Y junto a la discreción la eficacia.
Creo que es un buen ejemplo
para los que se dedican a crear,
difundir y promocionar cultura.
Necesitamos menos estrellas y figuras
que aspiran sobre todo a mantener sus cotas de popularidad
y más personas discretas y eficaces
que trabajen por el bien de los ciudadanos, como tu lo hiciste.
Yo, ahora, permíteme que de gracias a Dios por tu vida
Y tu desde el amor del Padre reza por mi
Y los tuyos que todavía somos peregrinos.
Confío que Dios te tenga en su Reino.
Que esta esperanza nos ayude a seguir adelante
con confianza, a tu esposo Alfonso y a tus amigos.
Un abrazo cordial.
Antonio

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