domingo, 20 de diciembre de 2009

LA COLUMNA DE DIAZ TORTAJADA EN EOS:PLEGARIA PARA EL DOMINGO IV DE ADVIENTO



ORACIÓN A MARíA, MUJER CREYENTE

Por Antonio DIAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista


¡María, Hija admirable de Sión!
Virgen del vientre henchido y arca de la esperanza,
en tus entrañas maternas la Iglesia se siente grávida.
Te vemos caminando hacia la casa de tu prima.
¡Bendita tú entre las mujeres,
y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?,
exclama tu prima santa Isabel.
María, mujer del Adviento,
Madre del que viene y nos acompaña:
Isabel bendice a Dios y te alaba por el privilegio maravilloso
de haber sido escogida para ser madre del Mesías,
el Hijo de Dios, nuestro Salvador.
Nosotros,
nos unimos a este diálogo inspirado por Dios
y proclamamos con ella:
Dichosa tú, María, que has creído.
Dichosa porque la flor que se llama Palabra,
anuncio que el Ángel dice;
lo dijo Dios y ha de ser, que el mundo a su voz existe;
Esposa y Madre del Verbo,
María tu eres la mujer creyente,
crees y bendices.
Tu acogiste el anuncio del Ángel
de que serías la madre de Jesús con una fe intensa,
con una docilidad inquebrantable,
con espíritu de confianza y obediencia.
Y respondiste al Ángel:
“He aquí la esclava del Señor:
hágase en mí según tu Palabra”,
dándonos a todos nosotros ejemplo de fe viva,
de entrega confiada en las manos de Dios,
y de obediencia a su santísima voluntad.
La flor en la Trinidad y el fruto un vientre concibe;
María es Madre del orbe por este niño que gime;
del cielo el Verbo venía,
y buscaba una Madre humilde.
Y la encontró.
Y por ello Isabel te expresa esas reconfortantes palabras:
“Feliz tú que has creído”.
Tu fuiste, María, la mujer más grande que creíste en el Señor;
Tu fuiste feliz por tu fe,
por creer en Dios,
por aceptar su santa voluntad,
por vivir según su Palabra y cumplir sus mandamientos.
¡Qué alegría, María,
saber que también nosotros poseemos la felicidad de la fe!
¡Así es! ¡Así debe de ser!
Dios nos hace felices a quienes creemos en Él,
a quienes sabemos que Él es amor,
y nos ama tanto que nos ha entregado su Hijo único
para que tengamos vida y vida abundante.
En medio de las dificultades de la vida,
que a todos nos aquejan,
en medio de los problemas,
de la rutina diaria,
nosotros podemos tener una inmensa felicidad,
la felicidad que Jesús promete
a quienes viven las bienaventuranzas,
a quienes escuchan y cumplen su Palabra.
María tu eres la que ha creído.
María tu eres nuestro modelo de creyentes.
Tu eres la creyente por excelencia,
que ha dado su consentimiento a las palabras del Ángel
y a la elección del Señor.
En esta narración evangélica
se nos desvela el misterio de la fe;
la entrega el augusto secreto de la hora;
¡oh mujer, María, cuya sangre dio alimento
al naciente Señor de nuestra historia!
El Hijo de tus entrañas
bajó a la tierra su mirada
para hacer de la esclava la Señora.
Que sea siempre bendito el vientre de esta Madre,
la Mujer que por la gracia de Dios
es la mujer más dichosa.
A nosotros,
como creyentes de tu hijo Jesús
nos invitas a recorrer tu admirable itinerario de la fe
que conduce de Nazaret a Belén,
del templo de Jerusalén
–el día de la presentación del Niño Jesús– a Egipto,
adonde huye en compañía de su esposo y su hijo,
por temor de Herodes;
y más tarde, tras la muerte de éste,
regresa de nuevo a Nazaret.
Así van pasando los años de la vida oculta de tu Hijo Jesús.
Después el itinerario de tu fe
pasará por Caná de Galilea
para llegar después a su revelación culminante
en el Gólgota, a los pies de la Cruz.
Y finalmente,
te encontraremos en el Cenáculo de Jerusalén,
en la ciudad santa de Sión,
donde la primera comunidad de los discípulos de tu Hijo,
en la espera de Pentecostés,
reconocen en ti, mujer valiente,
a Aquella que ha creído;
la que con su fe ha hecho posible
lo que ellos han podido contemplar con sus propios ojos.
María: Tu eres testigo de Jesús que ha subido al cielo,
Tu eres garantía del Espíritu prometido,
a quien los discípulos esperan
en oración unánime y perseverante.
Virgen María:
Podemos decir, que eres,
no es sólo la que has creído
sino la Madre de los creyentes,
la Estrella de la evangelización
que se ha irradiado en tantos y tantos corazones.
Amén

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