
Carta a un cofrade
COMIENZA LA CUARESMA
COMIENZA LA CUARESMA
Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista
Querido
cofrade:
Cada
año, con el llamado "Miércoles de Ceniza", los cristianos iniciamos
el tiempo de la Cuaresma,
tiempo en el que la liturgia de la
Iglesia católica nos invita a una reflexión y actuación sobre
nuestras vidas, sobre su sentido, su origen, su misión, su destino último.
Se
trata, por tanto, de un tiempo "fuerte" para la "metanoia"
o "conversión" que -- en teología y vida cristiana-- significa una
adecuación de nuestro ser, existir y actuar a la misma vida de Jesucristo, a su
Evangelio, a sus valores, a sus convicciones, a su propuesta de vida: gastar la
vida en servicio al evangelio, es decir, a favor de los otros, especialmente de
los más necesitados, para obtener la vida eterna, la vida feliz, la vida plena.

Por
ello, la Cuaresma
es un camino bíblico, pastoral, litúrgico y existencial para cada creyente
personalmente y para la comunidad cristiana en general que comienza con la
ceniza y concluye con la noche del lucernario, la noche del fuego y de la luz:
La noche santa de la Pascua
de Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
La Cuaresma simboliza, nos señala y recuerda un
"paso", una pascua, un itinerario a seguir de manera permanente: El
paso de la nada a la existencia, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la
vida, de lo insignificante a la vida abundante en Dios, por medio de su Hijo
Jesucristo. Y es que convertirnos significa destruir, dejar atrás, quemar,
volver cenizas el "hombre viejo", el hombre-sin-Cristo para
revestirnos del hombre "nuevo", el hombre-en-el-espíritu, que es
fuego nuevo en el mundo.
El
“Miércoles de Ceniza”, mientras el sacerdote impone la ceniza al penitente dice
estas dos expresiones alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el
Evangelio" y/o "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de
volver" Signo y palabras que expresan muy adecuadamente nuestra
creaturalidad, nuestra absoluta dependencia de Dios, nuestro peregrinaje hacia
una patria definitiva, nuestra caducidad.
“Miércoles
de Ceniza” en particular y Cuaresma en general son un tiempo litúrgico y una
invitación a volver nuestra mirada y vida a Dios y a los principios del
Evangelio. Así, si Cuaresma es tiempo para la conversión, para mejorar en el
proceso de humanización personal y comunitario, entonces la Cuaresma coincide con la
vida misma de todo creyente, con el ser y misión de toda la Iglesia y con la vocación
de la entera comunidad humana.
Cuaresma
es una invitación a cambiar aquello que tenemos que cambiar en la búsqueda de
ser mejores y más felices, una invitación a construir en vez de destruir y a
mirar y volver hacia formas de vida más justas, más solidarias, más humanas.
Cuaresma es una llamada para buscar diligentemente nuevas formas de ser y hacer
Iglesia siendo mejores y más auténticos discípulos del Crucificado Resucitado.

El
tiempo litúrgico de la
Cuaresma --como nuestra propia existencia-- lo recorremos con
la mirada puesta en la Pascua
de Resurrección y en la Pascua
definitiva en Dios. Pascua de vida abundante que se opone a toda forma de
discriminación y de envilecimiento del ser humano, de su dignidad, a toda forma
de atropello y violencia, a toda forma de mentira, maldad y muerte, a toda
forma de corrupción y división, a toda forma de marginación y opresión. Porque la Pascua, como punto de
llegada, culmen y superación de la
Cuaresma, es absoluta novedad de vida, de la vida abundante
que Dios nos ofrece y a la que Dios nos invita en este tiempo y en todo tiempo.
Cordialmente,
Antonio
Díaz Tortajada
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